CONTRATAPA

La mofa

 Por Horacio Verbitsky

Por fin se supo. El responsable de la ruina del gobierno de Fernando de la Rúa había sido Marcelo Tinelli. La electrizante revelación formulada ayer por el ex presidente constituye un aporte fundamental a la comprensión de los difíciles años en que le tocó gobernar la Argentina. El último presidente radical no ha necesitado más que tres años para desentrañar los complejos hechos que tuvieron lugar el día de su visita al programa Videomatch. De este modo, no será necesario esperar el veredicto de la historia para saber cuán injustas fueron las sospechas sobre Domingo Cavallo, los senadores coimeros, el FMI, el Grupo Sushi, el novio de Shakira, el vicepresidente renunciante, los bancos que remitieron al exterior más de 20.000 millones de dólares en pocos meses y el duhaldismo bonaerense.
De la Rúa confesó que su participación en el programa se había pactado “para poner término a este espectáculo lamentable de la mofa”. Y sin temor a las grandes empresas transnacionales acusó a Telefé de no haber cuidado su seguridad al permitir que el ciudadano Ernesto Belli lo zamarreara de la corbata durante la emisión, en diciembre de 2000. De este modo, relevó de cualquier responsabilidad al encargado de su custodia, el general Julio Alberto Hang, entonces jefe de la Casa Militar de la Presidencia. Esta es una muestra de generosidad del ex mandatario, ya que Hang es uno de los pocos funcionarios de su gobierno que han logrado acomodarse con la actual administración, como asesor del ministro de Defensa José Pampuro, cuya reciente gira a Estados Unidos organizó. También expone cuán valiente es De la Rúa, quien relevó de toda culpa a su ex colaborador, justo cuando puede alcanzarlo la investigación por los sobreprecios en los desplazamientos del avión presidencial, que comenzaron bajo la presidencia de Menem y concluyeron con la denuncia del de Kirchner. Dada la brevedad del reportaje, el ex presidente no tuvo tiempo de explicar cuál fue la participación de Telefé en un incidente anterior, en octubre de 2000, en el que el mismo joven Belli, hijo de un preso cuyo indulto reclamaba, se colgó en la calle de la puerta del auto presidencial y no alcanzó a abrirla cuando el chofer aceleró.
Las palabras del estadista de Villa Rosa también desmintieron la calumniosa afirmación de que la principal influencia que recibía era la del banquero y ex jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes. De la Rúa dijo sin pelos en la lengua que al llegar al canal no conocía el nombre de la esposa de Tinelli, que preguntó en el canal, ni el camino de salida de la escenografía. Hubiera sido interesante conocer también el asesoramiento que recibió de Darío Lopérfido por el cual entendió conveniente despedirse con un saludo a la esposa del animador. Un solo reproche puede hacerse a De la Rúa: que entre las recriminaciones no hubiera incluido un reconocimiento al Oso Arturo, quien sin medir riesgos alcanzó a tomar de la cintura al desequilibrado antes de que éste terminara de desequilibrar al jefe del Estado, en un intento vano pero arrojado de salvar a un gobierno maravilloso que nunca terminaremos de añorar.

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