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Así mejoró todo tras la captura de Saddam
Las fuerzas norteamericanas y sus reclutas iraquíes conducían ayer intensas operaciones de rastrillaje en Samarra, mientras el estallido de un camión cisterna, en lo que pudo ser ataque o accidente, mataba a 10 personas en Bagdad. Y EE.UU. dijo haber descubierto 14 células de resistencia.
Por Eduardo Febbro
Apenas cuatro días y 13 muertos. La captura del dictador iraquí no puso fin a la violencia indiscriminada que azota Irak desde la entrada de la tropas anglonorteamericanas en territorio iraquí. Diez muertos y decenas de heridos, autos reventados, cuerpos despedazados, vidrios rotos y muros devastados por la onda expansiva, la explosión de un camión cisterna en una de las zonas más frecuentadas de la capital iraquí vino a recordar una vez más que incluso con Saddam Hussein en manos de los norteamericanos la “resistencia interior” no capituló. El jefe de la policía de Bagdad, Hamid Sabah Fahed, declaró que la “ausencia de objetivos militares” en la zona de la explosión indicaba que se trataba de “un acto terrorista que apunta a los civiles”.
A la seis de la mañana, Al-Bayaa, un sector muy frecuentado situado al sudoeste de Bagdad, fue sacudido por una enorme explosión que retumbó en toda la capital. La policía local aseguró que el camión no llevaba combustible sino una “considerable cantidad de explosivos”. Sin embargo, los portavoces norteamericanos y los testigos directos ofrecieron ayer dos versiones contradictorias. Los primeros afirman que el camión explotó de forma espontánea, mientras que un vendedor de fruta contó que el camión estaba siguiendo a un convoy norteamericano cuando un auto blanco “vino a chocar con el vehículo, que explotó inmediatamente”. En contra de la versión oficial, este y otros testigos dan cuenta más bien de un accidente antes que de un acto netamente terrorista.
Atentado o no, la explosión coincidió en todo caso con el operativo que las tropas norteamericanas lanzaron en la madrugada de ayer en la ciudad de Samarra con el fin de “aislar y eliminar” a las fuerzas que se oponen a la coalición en esta ciudad sunnita situada a 120 kilómetros al noroeste de Bagdad y donde, según fuentes iraquíes y estadounidenses, “se encuentran fuertes núcleos de resistencia armada”. El comunicado suministrado por la Cuarta División de Infantería alega que se trató de una operación “global, coordenada y ofensiva” contra ciertas “células que intentan desestabilizar a Irak e intimidar a los ciudadanos inocentes”. El comunicado del comando norteamericano contrasta con la brevedad de los anteriores. Esta vez, el propósito del operativo está perfectamente detallado. El documento asegura que el objetivo consiste en “privar a los elementos anticoalición de la libertad de movimientos e impedir que puedan comunicarse entre ellos a fin de organizarse”. Por paradójico que parezca, los norteamericanos adelantaron que no sólo ellos sino también la policía iraquí y miembros del Cuerpo de Defensa Civil –una fuerza paramilitar entrenada por los Estados Unidos– estaban participando en una operación cuya meta consiste también en “identificar las necesidades prioritarias en infraestructuras, financiar proyectos para mejorar la calidad de vida y estimular el crecimiento económico”. Vaya a saber qué tienen que ver entre sí un operativo militar y el “crecimiento económico”; lo cierto es que ayer los mandos estadounidenses parecían muy interesados en comunicar sus objetivos de otra manera. Los responsables militares norteamericanos revelaron además que las acciones de las últimas horas permitieron arrestar a uno de los financistas de Saddam Hussein, Quaiss Hattam, considerado como el hombre que “recibía dinero” de parte del dictador para “alimentar las cuentas bancarias y financiar los ataques contra los soldados norteamericanos”. La manera “contundente” con que la administración local expone sus intenciones parece mostrar un cambio de estrategia por parte de Estados Unidos y sus aliados en el terreno.
Al mismo tiempo que advierten que “la captura de Saddam ni significa el fin de los atentados”, los mismos responsables revelan que estánacentuando la represión de una “resistencia sin líder pero activa”, según reconocía uno de los militares cercanos a las operaciones en curso. Las personas implicadas en la seguridad de la capital admiten que “la detención de Saddam pudo haber desanimado un poco a sus seguidores” pero no “implica que se vayan a desarmar, más que nada cuando sabemos que la resistencia se extiende mucho más allá del control y del ámbito de influencia de Saddam”. Las investigaciones en curso permiten calcular que existen entre 15 y 30 grupos de resistencia y que éstos no responden ni a las mismas influencias ni a las mismas orientaciones ni se mueven con los mismos objetivos. Más aún, incluso si oficialmente se le resta importancia al argumento, ciertos policías iraquíes admiten en Bagdad que el temor mayor radica ahora en la posibilidad de que la llamada “fuerza nacionalista” salga de su escondite para atacar. Discretos hasta el momento para no verse implicados o acusados de “trabajar para Saddam”, los nacionalistas constituyen un “núcleo durmiente” que se puede “despertar de un momento a otro”. Los mismos órganos de seguridad iraquíes reconocen entre dientes que la “situación política incide en el grado de violencia”. En la medida en que Washington no despeje el camino a un auténtico gobierno nacional “verosímil”, los sunnitas seguirán sintiendo que han sido apartados de las esferas de influencia y, por consiguiente, “optarán por incrementar los atentados para incidir por medio de las bombas lo que no pueden hacer en la mesa de negociaciones”.
La única certeza que existe en materia de seguridad es que los Fedayines de Saddam, el cuerpo combativo más fiel al tirano, “se apagarán paulatinamente”. Al menos en el seno de los Fedayines, las imágenes de Saddam Hussein difundidas por la televisión en los últimos días parecen constituir “un arma más disuasiva que la represión”, según estiman los analistas locales. Con todo, los que los especialistas llaman “la gestión de riesgos” se presenta mucho más complicada cuando se trata de los sunnitas y de la posible alianza entre los nacionalistas y los islamistas. A ello se le suma lo que un oficial iraquí califica como “espontáneos”, es decir, los sectores –sobre todo jóvenes– de la población hastiada de las constantes brutalidades cometidas por los norteamericanos y de la falta de los productos y suministros básicos.