EL PAíS › QUIERE VOLVER A SU PAPEL DE VICTIMA, AHORA DE MARCELO TINELLI

De la Rúa reveló el gran complot

De la Rúa dijo que con sus bloopers en el programa de Tinelli empezó el desastre. Atribuyó la caída no a la crisis ni a sus propios errores sino al imitador. Anoche, Tinelli abrió Videomatch exagerando el disparate. Se reconoció culpable hasta de comprar tres millones de cacerolas.

 Por Martín Granovsky

Parece una jodita para Marcelo Tinelli. En su vuelta apresurada al papel de víctima que tanta felicidad le dio, el ex presidente Fernando de la Rúa afirmó ayer que la crisis de su gobierno empezó cuando hizo el ridículo en el programa de Marcelo Tinelli. Fue el 21 de diciembre del 2000, dos meses y medio después de la renuncia de Carlos Chacho Alvarez a la presidencia.
Esa noche un De la Rúa tambaleante compartió la pantalla con su imitador de entonces, Freddy Villarreal, el mismo de Figuretti. Se equivocó al preguntar a Tinelli cómo estaba su esposa (dijo Laura en vez de Paula) y al salir del estudio rumbeó para uno y otro costado sin hallar la puerta de salida, mientras la cámara lo filmaba sin piedad. Parecía el imitador de sí mismo. Esa imagen de un De la Rúa errático quedó fijada para siempre.
Ayer, en un diálogo telefónico con Néstor Ibarra, De la Rúa eligió a Tinelli como enemigo.
–Había sido invitado para poner término a este espectáculo lamentable de la mofa –dijo–. Me informaron falsamente el nombre de la esposa, cuando yo lo pregunté para saludarlo amablemente y preguntarle por ella, y al retirarme el conductor no cortó la escena. Podía salir por un lado o por otro, pero ahí prepararon la escena para empujarme a salir por el otro sitio.
–¿Fue como una emboscada? –quiso saber Ibarra.
–Uno podría decir que hay que desconfiar siempre –contestó De la Rúa. Todos sus colaboradores de entonces coincidían en señalar que su jefe era, por sobre todas las cosas, un desconfiado. Por otra parte, lo que De la Rúa denunció ayer es, casi, un complot contra el presidente. No queda claro por qué omitió denunciarlo cuando aún tenía el mando.
–Me dijeron: “No, por acá no. Por allá”. Y utilizaron esa imagen para repetirla en sucesivos programas, lo cual muestra el propósito de utilización. Tinelli, luego, se ha vanagloriado de ese programa, y con ese programa empezó la crisis de mi gobierno.
Y agregó:
–Siguió la misma mofa todo el tiempo. Cuando a principios de noviembre anuncié por televisión y en cadena importantes programas de gobierno por el canje de deuda y programas de asistencia social, terminada mi exposición en el programa pusieron como para seguir la imagen del imitador. ¿Usted cree que se puede hacer eso?
En rigor, la aparición de De la Rúa en Tinelli fue, queda dicho, en diciembre, un mes después de ese noviembre aciago que recuerda De la Rúa. Efectivamente el mensaje sobre la deuda fue el jueves 1 de noviembre. El viernes 2 el riesgo país ya había trepado a 2486 puntos, como respuesta inmediata de los operadores financieros de todo el mundo al plan de reprogramar la deuda pública bajando la tasa de interés del 11 al 7 por ciento. La lectura predominante, tal como lo reflejaba por ejemplo el diario español El País, es que la Argentina no conseguía dar señales de que su política serviría para dejar atrás 40 meses de recesión. Días después, durante su gira a España, De la Rúa recibiría la certeza de que mientras él seguía obsesionado con bajar el déficit fiscal, hasta el establishment de Madrid y Barcelona le reclamaba estimular el consumo y no el recorte.
Incluso en el programa de Tinelli con bloopers de De la Rúa la realidad también se había colado. Ernesto Belli, hijo de un miembro del Movimiento Todos por la Patria muerto en La Tablada, se metió en el estudio y consiguió gritarle: “Señor presidente, haga algo por los presos de La Tablada. ¡Se están muriendo!”. Por esos días los presos estaban en huelga de hambre y el Gobierno no se decidía a resolver un tema que, reconocían sus funcionarios en privado, lo molestaba por la presión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con sede en Washington.
Con su interpretación de la historia, De la Rúa intenta ponerse en víctima. Es una imagen que siempre le convino. Así evita aparecer como una figura ridícula, tal cual lo vieron los televidentes en el programa de Tinelli, o como un victimario, que era su imagen luego de abandonar el gobierno en medio de un tendal de muertos en el centro de Buenos Aires y en Rosario.
¿Creerá de verdad el ex presidente que su figura en los medios fue tan determinante en la decadencia? Es posible. Pero sería una visión irreal. Sin pensar que los medios de comunicación son todos iguales, y todos angelicales, habitualmente acompañan la ola, sobre todo los electrónicos. Carlos Menem tuvo una imagen horrible al principio, cuando coincidió con el segundo pico de hiperinflación, una imagen notable en la estabilidad y una imagen deteriorada al final, con el hartazgo social hacia el desempleo y la corrupción. Cuando le fue bien con la opinión pública pudo jugar al basquet, y ser televisado, sin pasar por el ridículo pese a su metro sesenta. Cuando la mezcla de re-re y recesión se hizo intolerable, solo le quedó el golf en privado.
Igual que Menem, De la Rúa pasó de una relación cariñosa con los programas de tevé a una rispidez cada vez mayor, simbolizada por ejemplo en el muñeco animado de Daniel Hadad, que paradójicamente había sido su aliado en el combate contra Carlos Chacho Alvarez y luego lo abandonó.
Anoche Tinelli exageró el papel mágico de la tele por la vía del absurdo. Abrió su programa mostrando una tapa de la sexta de Crónica y desplegó el monólogo del culpable.
“Yo tengo la culpa de que Fernando haya nombrado mal a mi esposa, que por supuesto nunca había salido en ningún medio”, dijo. “Yo lo hice felicitar a la gran familia de Telenoche. Lo hice felicitarme por mi recién nacido varón de tres años. Pedí que cambiaran la pared medianera para que saliera por otro lado. Los albañiles lo hicieron, pero fui el culpable. Yo armé el bolonqui de las coimas en el Senado. Yo le dije: ‘Fernando, hacé el blindaje’. Le pedí que nombrara a Cavallo. Mañana viene a comer a casa con Sonia. Le ordené reducir el 13 por ciento a los jubilados para hacerle una joda a mi suegro. Le junté cuatro millones de votos en contra. Conseguí que el riesgo país llegara a los 3500 puntos y le propuse el corralito y el desempleo de dos millones y medio de personas. Le dije: ‘Decretá el estado de sitio’. Y lo hizo. Compré tres millones de ollas y sartenes y organicé el cacerolazo. Di la orden de reprimir en Plaza de Mayo. Y después le conseguí el helicóptero.”
Y cerró Tinelli: “Por favor, Fernando, la pastilla esta noche es la verde, no la roja”.
A De la Rúa no le venía mal cambiar el fardo de las coimas por una pelea con Tinelli. Pero el conductor la esquivó, al politizarla, y De la Rúa seguramente quede aún más deteriorado. Inventar un contrincante popular tomado de fuera de la política tiene sus riesgos. Tantos, que tal vez no le baste al ex presidente para disimular al eslabón débil de esta cadena: Fernando de Santibañes, su consejero en las tardes de whisky y jefe de la SIDE cuando las coimas aparecieron en el horizonte.

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El programa del 21 de diciembre del 2000, que según De la Rúa marcó su decadencia final.
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