CONTRATAPA
El jardín de la memoria
Por Alfredo Leuco
–Papá, ¿por qué me trajiste a esta plaza? –No hijo... Esto no es una plaza.
–¿Ah... No? ¿Y esos árboles? ¿Y esos pájaros? ¿Y esa especie de lago que rodea este inmenso espacio vacío?
–Tenés razón hijo. Parece una plaza. Pero no es una plaza... ¿o no ves que no hay hamacas ni toboganes?
–No entiendo... pa.
–Vení... Vení... Hijo, dame la mano, vení caminemos juntos por esta plaza que no es una plaza y yo te explico. Este es un lugar para mantener viva la memoria. Hace 10 años vos tenías dos añitos apenas y por eso no te acordás. Pero hace una década aquí en este lugar la Embajada de Israel desapareció de la faz de la tierra producto de un terrible atentado terrorista.
Uno va caminando lentamente de la mano con su hijo y es como si caminara por esos gigantescos descampados a los que quedaron reducidos algunos de los más tristemente célebres campos de concentración del nazismo. Uno camina por el silencio y por el aire y siente que se le adhieren al corazón dolores interminables que le estrujan el pecho. Uno camina por la memoria y la ejercita para no olvidar que aquí, en este lugar de Buenos Aires, en Arroyo y Suipacha, hace 10 años había 22 vidas más que hoy. ... 22 vidas que ya no están. Que aquí, sobre este mismo suelo que hoy es un espacio abierto contra el odio racial hace 10 años se cometieron 22 asesinatos en un segundo.
Porque todo tardó un segundo. El tiempo que uno tarda en pestañear le alcanzó a los asesinos masivos para terminar con la vida de 22 personas. Faltaban 10 minutos para las tres de la tarde y una camioneta bomba cargada con pentrita y TNT hizo estallar la vieja casona por los aires.
Millones de pedazos de la Embajada de Israel volaron como papeles quemados que luego bajaron hecho polvo y escombros para sepultarlo todo.
Allí abajo quedó Eli, la esposa de Dany, el vicecónsul. Allí abajo Eli le peleó a la muerte con coraje pero en las peores condiciones. Estuvo horas respirando por el oxígeno que los bomberos le bajaban con una manguera convertida en cordón umbilical. Estuvo horas resistiendo gracias al suero que le llegaba por las grietas del suelo. Pero no aguantó. Mientras su marido estaba en el hospital herido de gravedad y casi ciego, Eli murió sin entender por qué el mundo se le había caído encima.
¿Quién se atribuye el poder de decidir cuáles seres humanos deben morir y cuáles no? ¿Quiénes son los fanáticos terroristas que arrancaron para siempre la respiración de siete viejitas que vivían sus últimos días en el hogar que está al lado de la parroquia al frente de la Embajada? ¿Eran conscientes de que también mataron al cura párroco? ¿Que había 200 chicos en la escuela? ¿Tendrán conciencia? ¿O el odio les clausura la sensibilidad eternamente y los convierte en robots fundamentalistas y blindados?
En ese instante Buenos Aires se transformó en Beirut. El corazón de esta ciudad desarmada y con la guardia baja fue apuñalado por la espalda. Fue el anuncio brutal de todo lo que se venía en una Argentina que ya no sería la misma.
Porque dos años después el camino de la impunidad multiplicó la tragedia en la sede de la AMIA. Dos años después en la calle Pasteur 86 muertos más se inmolaron para confirmar que el olvido es el primer paso hacia la impunidad y que la impunidad es una tragedia que vuelve.
Pero hace 10 años que nos duele el alma porque todavía nos arrastra caudaloso aquel océano de muerte y de terror. De sangre mutilada, de locura y fanatismo. De luto y de duelo. Pero hace 10 años que la Corte Suprema de justicia argentina no consigue nada. Porque ya pasaron 10 años y no hay un detenido, no hay una pista, no hay un miserable dato. Porque la causa a los efectos prácticos está cerrada. La causa, digamos la verdad de una vez por todas... está muerta.... Está tan muerta como aquellas 22 personas que mató la bomba.
No sabemos todavía y tal vez no sepamos nunca quién puso la bomba. Por la forma en que operaron los investigadores de inteligencia dicen que el autor intelectual fue Irán y que los autores materiales fueron los terroristas de Hezbollah... No lo sabemos ni tenemos pruebas.
No sabemos quién mató a esas 22 personas. Pero sí sabemos quién mató la causa. Los que no investigaron. Los que trataron el tema con desidia, con negligencia, con desprecio por el dolor, con falta de voluntad política y en algunos casos con complicidad. Y por esto y por muchas cosas más esa misma Corte Suprema de Justicia será juzgada por el Parlamento argentino y todos los jueves es castigada por miles de cacerolas que no dejan tranquila la conciencia de esos cortesanos del poder de turno.
Casi como un milagro entre los escombros apareció intacta la gigantesca y hermosa araña que colgaba del salón principal de la Embajada. Como si fuera un mensaje del triunfo de la luz frente a las tinieblas de la historia. Como quedó en pie aquella menorah o candelabro de 7 brazos hace 2000 años cuando fue destruido el Templo de Jerusalem. El triunfo de la luz en su doble condición de dar vida, dar a luz y de encontrar la verdad, echar luz, iluminar algo, descubrir.
–Papi, te quedaste callado. Se te humedecieron los ojos. ¿En qué estabas pensando....?
–No... Nada hijito... Pensaba si entendiste por qué esto es mucho más que una plaza.
–Sí papá. Creo que entendí. Es como un jardín donde crece la memoria, ¿no?
–Exactamente eso. Un jardín de la memoria donde crece la vida y donde la muerte y el odio tienen prohibida la entrada por los siglos de los siglos.