CONTRATAPA
Equivocaciones
Por Juan Gelman
“Estábamos equivocados en casi todo”, afirmo David Kay, el ex inspector que al frente de 1200 hombres durante meses buscó armas de destrucción masiva (ADM) en Irak sin encontrarlas. Un golpe serio para Bush y su equipo de halcones-gallina que prepararon la invasión incurriendo en un discurso notorio. De W. Bush: “Frente a la clara evidencia del peligro, no podemos esperar la prueba final que puede venir como nube con forma de hongo” (7-10-02); “Nuestras fuentes nos dicen que Saddam Hussein autorizó recientemente a los comandantes de tropa iraquíes a utilizar armas químicas, esas armas que el dictador nos dice que no tiene” (8-2-03); “Saddam Hussein tiene armas de destrucción masiva” (3-5-03); “Encontramos las armas de destrucción masiva. Encontramos laboratorios biológicos y encontraremos más armas con el tiempo” (30-5-03). Etc. Del vicepresidente Dick Cheney: “Para decirlo simplemente, no hay dudas de que Saddam Hussein ahora tiene ADM. No hay dudas de que las está acumulando para usarlas contra nuestros amigos, contra nuestros aliados y contra nosotros” (29-802); “Creemos que en realidad (Saddam) ha restaurado armas nucleares” (Washington, 16-3-03). Etc. Del jefe del Pentágono Donald Rumsfeld: “Sabemos dónde están (las ADM). Están en el área que rodea a Tikrit y Bagdad y un poco al este, al oeste, al sur y al norte” (30-3-03). Etc. De Colin Powell: “Sabemos que Saddam Hussein está decidido a conservar sus ADM; está decidido a fabricar más” (5-2-03 ante la ONU). Etc.
El senador demócrata Bill Nelson reveló que antes del voto del Congreso que en octubre de 2002 autorizó la invasión a Irak, el Pentágono informó en privado a unos 75 senadores que Irak no sólo poseía ADM sino que contaba con los medios necesarios para dejarlas caer sobre las ciudades norteamericanas de la costa este (Florida Today, 15-12-03). Esta mezcla de intimidación y engaño despierta ahora el malhumor senatorial y Bush hijo se ha visto obligado a crear una comisión investigadora independiente que poco independiente parece: la integrarán legisladores elegidos por Cheney, tendrá una misión más difusa que el escrutinio de las “equivocaciones” y no dará su informe final antes de las elecciones presidenciales del 2 de noviembre. The Washington Post (2-2-04) explica por qué: admitir el error proyecta una imagen de debilidad que “alentaría a los opositores”. Naturalmente: las bajas norteamericanas en Irak ascienden a más de 500 muertos y unos 10.000 heridos, para no hablar de las incontables –e incontadas– víctimas civiles iraquíes. Crece el número de estadounidenses que se preguntan si fueron a su vez víctimas de un formidable engaño.
Pareciera. David Frum, ex speech writer de Bush hijo que conoció intimidades de la Casa Blanca y las relata sin ánimo de desprestigiar al mandatario, registra en su libro The Right Man: The Surprise Presidency of George W. Bush que en su primer encuentro con W., a pocos días de su asunción, éste tenía claro un solo objetivo: “su determinación de derrocar a Saddam Hussein”. Esa reunión tuvo lugar seis meses antes del 11/9 y dos años antes de que la ONU enviara nuevamente un cuerpo de inspectores a Iraken busca de sus ADM. Frum dice más: “A comienzos de enero (del 2002) el presidente convocó a sus redactores (de discursos) en la Oficina Oval para adelantar las perspectivas del año. Su mensaje se redujo a lo siguiente: muchachos, no haremos nada en el frente interno hasta noviembre... La agenda nacional era la misma que la agenda internacional: ganar la guerra y luego veremos”. Con candidez, Frum anota mucho más: “Bush decidió que Estados Unidos dejara de propiciar el statu quo en Medio Oriente. Quería ver planes para derribar a Hussein y quería un discurso que explicara al mundo por qué el dictador de Irak debía irse”. W. deseaba echar a Hussein, pero necesitaba que otros le escribieran motivos presentables. El subjefe del Pentágono Paul Wolfowitz los aclaró en Vanity Fair (junio del 2003): “La verdad es que por razones que mucho tienen que ver con la burocracia estadounidense, la única cuestión en la que todos podían estar de acuerdo era la supresión de las ADM como la razón central” de la invasión. La burocracia suele chorrear sangre.
Todo parece indicar que el chivo expiatorio de las “equivocaciones” del gobierno Bush será la CIA, encubriendo el papel de otras fuentes: Dick Cheney, que manipulaba datos de inteligencia más que dudosos procedentes de los exiliados iraquíes sobre la relación Hussein/Al-Qaida/11-9, o la Oficina de Planes Especiales del Pentágono que instaló Wolfowitz para reunir “pruebas” acerca de las ADM en poder de Saddam. Y sigue el sonido a falso en la Casa Blanca. El 28 de enero W. Bush sugirió que la culpa de la invasión era de Saddam porque no había permitido el ingreso de inspectores de la ONU: es notorio que Washington impuso el cese de la misión del organismo mundial que estaba en Irakbuscando los arsenales prohibidos. El mismo día el secretario de prensa Scott McClellan pretendió que nunca la administración yanqui había afirmado que Irakera una amenaza “inminente”. Cuando se preguntó si lo era a su predecesor Ari Fleischer, éste respondió “absolutamente sí”. Cabe reproducir el diálogo del Nekrassov de Jean-Paul Sartre que el periodista Ernesto Ekaizer ha recordado en El País (1-2-04):
Sibilot: –¿Qué haces ahí?
Georges: –Mis ensayos.
Sibilot: –¿Qué ensayas?
Georges: –Me miento a mí mismo.
Sibilot: –¿A ti también?
Georges: –A mí en primer lugar. Tengo demasiada inclinación por el cinismo: es indispensable que yo sea el primer engañado.