SOCIEDAD › HISTORIAS DE MUJERES QUE DECIDIERON CONGELAR SUS OVULOS PARA PRESERVAR SU FERTILIDAD FUTURA

La maternidad en el freezer

Llegaron a los 30 años sin pareja y sin ser madres. Y antes de que envejezcan sus óvulos, optaron por congelarlos hasta que decidan tener un hijo, para sacarse de encima la presión del reloj biológico. Las motivaciones, las posibilidades de llevar adelante un embarazo futuro y la opinión de dos especialistas sobre una alternativa que trasgrede las ideas tradicionales en torno de la maternidad.

 Por Mariana Carbajal

“Estaba preocupada porque había pasado los 30 y no había sido madre”, cuenta Sandra De Rossi, hoy de 40 y licenciada en psicología. “Pensé que era un modo virtual de detener el tiempo. Tengo deseos de formar una familia y no veo que vaya a suceder en breve. Después veré si los uso o no”, confiesa Luciana T., de 29, especialista en marketing. “Para mí significa poner una ficha para mi maternidad. Es una previsión”, señala Silvina M., de 39. Las tres mujeres priorizaron el desarrollo de su carrera profesional, hoy se encuentran sin pareja, y para preservar su fertilidad futura y poder tener hijos más allá de lo que marquen sus relojes biológicos, decidieron congelar sus óvulos, una posibilidad innovadora, que ofrece un solo centro de salud reproductiva en el país y muy pocos en el mundo. Por primera vez, cuentan sus motivaciones, sus temores y sus fantasías sobre una decisión que trasgrede las ideas tradicionales en torno de la maternidad, despierta polémica y tiene poco a poco, más interesadas.
Sandra De Rossi y Silvina M. se extrajeron sus valiosas células reproductivas aún jóvenes y las depositaron en el único banco de óvulos congelados que hay en la Argentina y que funciona en un centro de fertilización asistida del barrio de Palermo. Luciana T. está a punto de hacerlo: “Ya hice los estudios y este mes, comienzo con el tratamiento”, precisó a Página/12. No son las únicas que optaron por esta técnica novedosa: una veintena de congéneres ya cumplieron con el mismo procedimiento en el mismo centro médico: cuatro son norteamericanas, dos, italianas, un par de países limítrofes y el resto, argentinas. Y cada vez son más las que consultan sobre el tratamiento “a través de e-mail desde distintas partes del mundo”, aprovechando el cambio favorable por la devaluación del peso, según informaron a este diario en la clínica. Sin embargo, el procedimiento no está al alcance de todas: cuesta unos 4000 pesos (en el exterior puede llegar a 20.000 dólares) más un monto en dólares para cubrir el material descartable (importado) que sea necesario. Y a partir del segundo año, hay que pagar unos 700 pesos anuales de mantenimiento.
El banco de óvulos comenzó a funcionar en forma experimental a partir de 1997, cuando las especialistas del centro de fertilización asistida de Palermo lograron el primer nacimiento y el tercero en el mundo a partir de un óvulo congelado. A partir de ese momento, en la clínica comenzaron a depurar la técnica, para conseguir que sobrevivan al descongelamiento la mayor proporción de gametas femeninas que se criopreservan. Cuando hacia fines de 2002 lograron llegar al 50 por ciento, presentaron el banco en sociedad.
El dilema
Sandra es alta, atractiva, le gusta estar bien arreglada. Vive en el barrio porteño de Belgrano. De las tres mujeres entrevistadas fue la primera en acercarse a la clínica para averiguar sobre el congelamiento de óvulos. Se sometió al procedimiento en 1999, cuando tenía 35 años, y congeló cuatro óvulos. Por entonces, no tenía pareja y estaba dedicada full time a terminar la licenciatura de psicología que estaba estudiando. Su meta era recibirse. “No quería ponerme de novia porque no tenía tiempo, estaba estudiando todo el día y no tenía horas para dedicarle a una pareja. Pero al mismo tiempo estaba preocupada porque había pasado los 30 años y no había sido madre”, cuenta Sandra, en el living de su luminoso departamento. En su caso, había un ingrediente adicional. Tanto su madre como su abuela habían entrado en la menopausia poco después de los 40. “Esa situación me preocupaba y por eso esta posibilidad me dio esperanzas de poder postergar la maternidad”, agrega. Cuenta, además, que su familia la contuvo y la acompañó mucho durante el procedimiento de extracción de óvulos. “De hecho, mi madre y mi padrastro pagaron el tratamiento. De esa forma –destaca Sandra–, terminé la carrera tranquila, me ocupé de mí.” Tiempo después se puso de novia. “Pero él no estaba de acuerdo con el método –recuerda–, prefería el método natural (para conseguir un embarazo). Pero si llegado el momento yo no podía tener hijos, íbamos a recurrir al banco de óvulos.”
Con ese novio se peleó y ahora Sandra no está en pareja. Y por estos días está planteando qué hacer con los óvulos: si los va a “usar” sola para convertirse en mamá a través de una fecundación asistida con semen de un donante, si va a esperar hasta encontrar un compañero o los va a donar para que pueda usarlos alguna pareja con problemas de fertilidad. “No estoy muy segura de ser mamá ahora, porque tengo esperanza de encontrar al hombre y además, porque pienso en la criatura que no va a tener papá, que no va a tener una identificación cercana con un referente de un padre. Eso es lo que me hace dudar”, confiesa ante Página/12.
Mucha ansiedad
A diferencia de Sandra, Silvina y Luciana prefieren resguardar sus apellidos. “Este fue un tema muy reservado, mi vida”, dice Silvina, también psicóloga, de 39 años. “No les cuento a todos porque es un terreno íntimo de mi vida, lo compartí con mi círculo más cercano de amigas. En estos temas de salud hay mucha fantasía y la gente se confunde porque falta información”, señala Luciana.
Cuando Silvina congeló sus óvulos, en octubre del año pasado, no tenía pareja estable “ni tampoco ningún proyecto de tener un hijo con alguien”, comenta. “Tengo deseos de tener un hijo y también una pareja y decidí adoptar este método para bajarme la presión del reloj biológico. Prefiero no tener un hijo en cualquier situación. Armar una pareja es todo un tema y si te apura el reloj biológico es casi imposible, porque se puede terminar buscando un dador de un hijo en vez de una pareja y un padre”, dice Silvina, en diálogo con este diario, en un bar de San Telmo. Tiene el cabello lacio, castaño con reflejos dorados. La nariz chiquita y un ojazos azules. Vive en la ciudad de Buenos Aires. Y actualmente no está en pareja. “Para mí –continúa– es poner una ficha para mi maternidad. Es una previsión y significa defender la posibilidad de tener un hijo en una buena situación.”
Silvina no descarta ser madre sin una pareja, recurriendo al semen de un donante. “Preferiría no hacerlo sin pareja, pero me parece más responsable tener un hijo sola que con cualquier hombre”, dice. De todas formas, su ideal –aclara– es que nazca en el marco de una pareja. “Ojalá que no tenga que usar los óvulos congelados. Mi primer objetivo fue calmar mi ansiedad”, precisa.
Una inversión
Luciana no puede dejar de planificar cada segundo de su vida. “Mis amigas me dicen ‘no planifiques todo’”, cuenta a Página/12. Pero ella, definitivamente, no puede evitarlo. De hecho, dice que le gustaría tener dos hijos, con un intervalo de tres años entre ambos, aunque por el momento no tiene con quién tenerlos. Trabaja en el área de marketing de una empresa de salud y permanentemente está expuesta a información sobre salud reproductiva. De ahí su preocupación por el envejecimiento de sus células sexuales femeninas. Cuando resolvió recurrir al banco de óvulos se cruzaron varias circunstancias en su vida: en primer lugar, una pareja amiga suya estaba intentado un embarazo a través de un método de fertilización asistida y le habían extraído óvulos a la mujer para el tratamiento. “Ahí pensé –recuerda– que era un modo virtual de detener el tiempo para aprovechar los óvulos de cuando una es más joven, porque la calidad genética es la misma en el momento del descongelamiento que en el de la extracción.” El segundo hecho que desencadenó su decisión fue su último cumpleaños, número 29: “El día de tu cumple te solés hacer planteos sobre tu vida”. Así fue como comenzó a averiguar cómo sortear el avance de las agujas de su reloj biológico para preservar la calidad genética de sus óvulos y se encontró con la existencia del banco. “Tengo deseos de formar una familia y no veo que vaya a pasar en breve. Me imagino más que sucederá a los treinta y pico, porque si yo conozco a alguien mañana, voy a estar en pareja al menos dos años antes de casarme, y después voy a querer estar sola con él uno o dos años más ... Por lo tanto, si hay alguna manera de preservar la calidad de mis óvulos, bienvenida. De esta forma no me pesa tanto el correr del reloj biológico. Después veré, el día de mañana, si los uso o no.” Es evidente que Luciana no puede dejar ni un cabo suelto en su vida. “Me da tranquilidad poder prever algunas cosas”, dice.
Por estos días Luciana está a punto de comenzar el tratamiento para extraerse los óvulos (ver aparte). Ya se hizo los estudios previos necesarios. “Hay gente con la que podés compartir esto y otra que no. Pero sería bárbaro que todos entiendan que se trata de un ahorro en salud. Como hay gente que abona un plus en la prepaga para tener mejor cobertura, mi opción de invertir en salud tiene que ver con la planificación de mi futura familia. Esto forma parte del cuidado de los futuros hijos, como no fumar, no beber, hacer ejercicio o ponerte cremas durante el embarazo”, fundamenta.
Pero Luciana no está segura si usará los óvulos que va a congelar. Si no llega a conformar una pareja, está convencida de que no los descongelará. “Adoptaría chicos que requieran cuidado, desde nenes con deficiencias mentales hasta portadores del VIH, porque hay muchos chicos que necesitan amor”, dice.
Sandra, Luciana y Silvina son pioneras, pioneras en una batalla contra un reloj biológico que no se condice con el aumento de la expectativa de vida de las mujeres y con el abandono de los roles femeninos tradicionales que las lleva a priorizar el desarrollo de una carrera profesional y postergar la maternidad más allá de los 30 años. El tiempo dirá quién gana, porque el hecho de tener los óvulos guardados para fecundarlos más adelante no es garantía de que vaya a prosperar un embarazo (ver aparte). De todas forma, todavía esta alternativa está limitada a unas pocas: las que pueden pagar el costo del procedimiento.

Informe: Maricel Seeger.

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