CONTRATAPA

Blumberg, la mortaja de Axel

 Por José Pablo Feinmann

Si se olvidaron de Cabezas, ¿qué puede esperar Blumberg? Pensaba no escribir una palabra sobre él. Pero no hay caso, hay que escribir. Te lo piden de todos lados. O que escribas o que opines. ¿Quién es Blumberg? ¿Está de acuerdo con él? ¿Cómo le cae? ¿Cree que hizo bien al querer hablar en la Cámara? ¿Es autoritario? ¿Pide mano dura? ¿Es agente de Ruckauf y Rico? ¿Vio que se apartó de ellos, que es decente, que no quiere que lo usen? ¿Puede ser el nuevo líder de la clase media? ¿Desplazó a Kirchner en popularidad? ¿Le robó la iniciativa política?
Voy a decir –por amargo que suene– lo primordial que logró Juan Carlos Blumberg con su protagonismo incontenible de estos días (visita a Maradona incluida). Logró en una semana lo que llevó años con Cabezas. A Cabezas no lo olvidaron así nomás. Axel, pobrecito, es una temporalidad escuálida, en un tiempo ferozmente corto abandonó todo posible protagonismo. Todos se olvidaron de Axel porque todos miran a Blumberg. Durante el primer año del asesinato de Cabezas su foto apareció obstinadamente en la primera plana de los diarios, en los afiches de las calles, en las oficinas, en las redacciones, en las escuelas de periodismo. De Axel, poco y nada. Todas son fotos de Blumberg. Qué historia terrible la verdadera historia de Blumberg, la más evidente, la que nadie ve: el señor Blumberg ha opacado a su hijo asesinado, ocupa en los diarios el lugar que el joven debió ocupar, en los debates, en los medios. Cuando mataron a Cabezas el tema era Cabezas. Con Axel, el tema es Blumberg. Lo mediático es así. Se nutre de lo que más se ve. De lo que está allí, en la superficie. De lo que “es nota”. La nota es Blumberg, no es Axel. Aun cuando en las manifestaciones que el Cruzado convoca se levantan pancartas con la cara de Axel, el centro es Blumberg, porque es el héroe.
Se suele decir que un tema se debilita cuando pasa de la primera plana de los diarios a la tercera o cuarta o décima página. Axel ya casi no está en los diarios. Se le destina toda la piedad, todo el dolor y hasta la admiración y el liderazgo al padre del hijo muerto; no al hijo, no al muerto. Tanto ha hecho Blumberg que la “víctima” del asesinato de Axel no es Axel, es él. Es Blumberg. Curioso destino el de este Cruzado cuya estridente elaboración de su duelo lo ha llevado a una sobreactuación tenaz, acaso efectiva o no, pero destellante. Curioso destino el de este padre cuyo dolor se ha hecho bandera, una bandera en la que miles se reconocen, que miles siguen o aprovechan o manipulan. Una bandera (la del infinitamente visible Juan Carlos Blumberg, el padre) que es para Axel, el hijo muerto, proscripto de la centralidad, ya casi derrumbado en la fosa del olvido, su mortaja. Esa mortaja sin retorno que la celebridad omnipresente de su padre arrojó sobre él.

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