CONTRATAPA › 19 DE ABRIL DE 1943
Ningún pueblo conmemora su derrota
Por Jack Fuchs
Cuentan que cuando el ejército de Napoleón entró en territorio ruso uno de sus generales pasó por una sinagoga y vio personas sentadas en el suelo leyendo y llorando. Asombrado, el general preguntó: “¿Quiénes son estas personas, qué están haciendo?” Le contestaron: “Estos son judíos que lloran por la destrucción del Gran Templo”. El general volvió a preguntar: “¿Cuándo fue dicha desgracia?”. Le explicaron que el hecho había acontecido unos 2000 años atrás y que ese día se recordaba dicha fecha, Tisha b’av. El militar quedó muy impresionado y concluyó: “Un pueblo que recuerda su pasado de esta forma, nunca desaparecerá”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en los ghettos, en los vagones de los trenes, en los campos de la muerte, el último deseo de las víctimas era que, en el futuro, no se olvidara la tragedia que estaba sucediendo. En los instantes previos a la muerte seguían escribiendo sus diarios, sus testimonios, sobre cualquier papel que encontraban. En los ghettos, antes de las deportaciones, esos escritos se escondían como tesoros, para que fueran encontrados y transformados en valioso testimonio.
El Holocausto o Shoá no tiene fecha de nacimiento ni fecha de defunción. A fines de abril de 1945 terminó la Segunda Guerra Mundial en Europa. Los que quedamos vivos y fuimos liberados de los campos de exterminio fuimos a parar a hospitales, sanatorios y campos de refugiados. En ese momento, no poseíamos en nuestro lenguaje una palabra para expresar lo que había sucedido. Las palabras Holocausto y Shoá comenzaron a utilizarse para definir esta tragedia recién en los años 50.
El 19 de abril pasó a simbolizar la destrucción de 4000 comunidades judías en Europa, ciudades, pueblos y aldeas. El levantamiento del Ghetto de Varsovia el 19 de abril de 1943 marca la desaparición de los 350.000 judíos que vivían en dicha ciudad, que constituían, hasta 1939, la comunidad judía europea más numerosa, con sus restaurantes, sus diarios, cines, teatros, ricos y pobres, ladrones y mendigos, sinagogas y partidos políticos y su idioma, el idish.
El 19 de abril de 1943, de los 350.000 judíos que vivían en Varsovia, sólo quedaban 60.000. La mayoría de los jóvenes que formaron parte del levantamiento había perdido a sus familias, muertas en el ghetto o deportadas al campo de exterminio de Treblinka. El grupo que decidió tomar las armas prefería morir luchando antes que en los campos de la muerte. No pretendían lograr una victoria. Simplemente, eligieron una forma de resistencia. Cada acto de resistencia tuvo una forma única, determinada por el momento y el lugar. Todas ellas constituyeron formas de resistencia, cuyo objetivo era sobrevivir con dignidad.
Considerar que los que participaron en el levantamiento del Ghetto de Varsovia murieron, ellos sí, con dignidad, sería injusto frente a las demás víctimas que perecieron. ¿Se pueden establecer comparaciones? ¿Algunos judíos fueron héroes y otros víctimas? El poderoso significado del levantamiento del Ghetto de Varsovia, no debe echar sombra sobre los pequeños levantamientos que tuvieron lugar en otros ghettos, pueblos y campos de exterminio, ni sobre la resistencia pacífica. Si el 19 de abril sólo se recuerda el levantamiento del Ghetto de Varsovia para glorificar el honor de los que perecieron, su significado se ve disminuido. Es nuestro deber recordar el heroísmo de los luchadores del Ghetto, y recordar también a aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo.
Quiero rendir, desde estas líneas, mi homenaje a aquellos que perecieron en ese histórico levantamiento y a todos aquellos que no tuvieron, siquiera, esa posibilidad: “(...) No quiero vivir mientras los restos del pueblo judío en Polonia, uno de cuyos representantes soy yo, son asesinados. Mis amigos en el Ghetto de Varsovia perecieron empuñando las armas en esta última lucha heroica. No fue mi destino morir como ellos, junto con ellos. Pero les pertenezco, a ellos y a sus tumbas colectivas. Con mi muerte quiero expresar mi más enérgica protesta contra la pasividad con que el mundo contempla y permite el exterminio del pueblo judío.” (Carta de despedida de Schmuel “Arthur” Zygelboim, enviada antes de sucidarse el 11 de mayo de 1943 al primer ministro polaco en el exilio.)