CONTRATAPA › OPINION
Sobrevivientes del futuro
Por Juan Pablo Bermúdez*
Ante el inicio de clases, la escuela media, o al menos una parte de ella, se pregunta: ¿qué hacemos con Cromañón? La pregunta, difícil, esconde, en quienes la formulan, el temor al inevitable escenario: alumnos que no van a estar y otros muchos que sí, van a estar, pero sin algunos amigos, sin algunas parejas, sin algunos hijos, y sin ser los de antes al 30/12/04. Y que van a preguntar por qué pasó.
La tragedia –tragedia en el más acabado sentido de la palabra– es demasiado fuerte, demasiado profunda y demasiado grande. Casi toda muerte enluta, silencia, da bronca. Pero cuando esa muerte hace temblar a toda una generación, cuando esa muerte nos deja un hueco en algún lado, y cuando nos pone frente a las narices las consecuencias de tanta desidia y tanta irresponsabilidad junta, nadie puede mirar para otro lado. Porque todos, absolutamente todos, somos sobrevivientes de Cromañón. El recital de Callejeros fue la mecha por la cual explotó la bomba de tiempo que esta sociedad construyó durante décadas con precisión de relojero, pero podría haber explotado por cualquier otro lado. Y ellos, en tanto generación con el futuro (sí, el futuro) por delante, son quienes pueden aprender a desarmarla desde temprano.
No se trata de seguir achacando responsabilidades, en tanto no se puede señalar tan fácilmente a un culpable, cuando el desastre nos involucra a todos. Como bien escribió Pablo Plotkin en Rolling Stone (se sugiere el artículo completo como lectura para el inicio de clases), supongamos que somos capaces de aprender algo de tanto dolor absurdo, y que somos capaces de entender que el asunto no se termina en Chabán, o en Ibarra o en la candela, sino que es la consecuencia de lo que somos. Y supongamos, también, que la comunidad educativa es capaz de entender eso. No podemos mirar para otro lado. No deberíamos. Ya no.
No se puede dar una respuesta sencilla porque nadie la tiene, tampoco (mucho menos) la escuela. Pero sí se puede intentar abrirles los ojos, enseñarles en el sentido más cabal de la palabra, ese sentido que habla de formar personas, de asumir el desafío de hacerles ver que el No futuro es un slogan tramposo manipulado por un sistema perverso que quiere eso de ellos, que no tengan futuro, que no piensen, que no estudien, que se calcinen como bolsas de basura adentro de un recital de rock. De hacerles ver, en definitiva, que las cosas no están bien. Por poner un ejemplo: si muchas de esas chicas, que además de ser madres en la edad equivocada (por ellas mismas, no por nadie más), llevan a sus bebés a esos lugares, algo mal hicimos como sociedad. No ahora, no el 30/12 sino hace mucho tiempo. Ahora estamos viendo (y padeciendo) las peores consecuencias.
La escuela hoy más que nunca debe asumir su rol definitivo. No es una reformulación sino una vuelta a lo primario del asunto. La madre de muchísimos de los motivos que desencadenaron Cromañón está ahí, en la educación, en la formación. Ellos no son los estúpidos que muestran las publicidades de celulares. Son personas, humanos, con sueños y con un futuro (sí, un futuro) por construir. Es difícil creer que las cosas vayan a cambiar hoy o mañana o en cinco años. Pero esas cosas, como el futuro, no son irreductibles. Ellos son los responsables de cambiarlo. Nosotros, los responsables de que se enteren.
* Docente secundario.