CULTURA › BRYCE ECHENIQUE EXPLICA PORQUE YA NO VIVE EN PERU
“Estaba perdido y angustiado”
Por Rosa Mora *
Desde Barcelona
“En la misma semana me han dado el Premio Planeta y encontré casa. Puedo decir que Barcelona me recibió con los brazos abiertos”. Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) expresa así su satisfacción por haber conseguido el 51º Premio Planeta, con El huerto de mi amada, y por su regreso a España. “Me he decidido por Barcelona porque es la ciudad que mejor se adapta a mi modo de ser y porque, como Lima, está bañada por el mar. Aunque no cerraré mi casa de Lima, mi idea es pasar en mi país un par de meses al año”. Bryce Echenique habló de El huerto de mi amada, que saldrá la semana próxima con una tirada inicial de 210.000 ejemplares, y de los años que vivió en su país. Con su habitual humor se refirió a la intensa gira de promoción que le prepara Planeta: “Como decimos en Perú, allá voy si no me caigo”.
–¿Cómo han sido estos tres años en Perú?
–Regresé justo al final de la dictadura de Fujimori y me encontré con una impresionante degradación. El choque con la realidad fue muy duro, me sentí perdido y angustiado. Sé que hay corrupciones más graves en otros lugares, pero ver la de mi propio país me produjo una enorme aflicción, dolor, rabia y pudor y también una sensación triste de importancia.
–¿Encontró cosas buenas?
–Sí, claro, la fiesta permanente con mis amigos. El encuentro entrañable de la amistad y el cariño. También viajé mucho por provincias y me reuní con muchos jóvenes. Me conmovió su curiosidad.
–En su anterior novela, “La amigdalitis de Tarzán”, hablaba de un desencuentro amoroso. En “El huerto de mi amada”, también...
–En este caso, es el encontronazo de un chico que está acabando el colegio con una mujer sofisticada, cosmopolita, codiciada, amada y odiada por los hombres, que lo dobla en edad.
–Hace un retrato de la Lima de los años cincuenta a setenta.
–De una sociedad que añora la siesta colonial, una sociedad moralmente hipócrita, en la que el temor al escándalo puede hacer fracasar un amor.
–Usted vivió 30 años lejos de Perú. ¿Necesita alejarse para escribir sobre su país?
–No. Esta es la primera vez que escribo la mayor parte de una novela en Perú. El arranque, fundamental para el desarrollo de la historia, lo hice allí. Y también el final. Lo que necesito es una distancia irónica.
–Dicen que todas sus novelas son autobiográficas.
–Sí, y cuando publiqué mis memorias (Permiso para vivir) dijeron que era una novela. Cuando escribo lo hago sin preocuparme de estas cosas, claro que la memoria tiene una gran importancia. Como decía Borges, uno cuenta las cosas no tal como sucedieron sino como uno las recuerda.
–¿Su libro concursó con el título “El efecto Siboney” por la canción?
–Cuando regresé a Perú viví invadido por los recuerdos, como el del primer tocadiscos de long plays que tuvimos en casa y el de uno de nuestros primeros discos, en el que Bing Crosby cantaba “Siboney”. Esta es la melodía que saca al chico de la novela de su abstracción.
* De El País, exclusivo para Página/12