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El libro de Manuel es una novela un poco desprestigiada. Sin embargo, allí Julio Cortázar escribe una gran sentencia. Un poco cursi, tal vez, pero irrevocable: “Un puente no es un puente hasta que alguien lo cruza”. Una idea que, más allá del nombre del grupo, está presente en uno de los proyectos musicales más atractivos de la escena actual, Puente Celeste. Una idea que se manifiesta en la multiplicidad de tradiciones que alimentan su música –siempre seductora y siempre imprevisible– pero, sobre todo, en las maneras en que unas se cruzan con otras y, por supuesto, en cómo sus integrantes transitan entre ellas.
Santiago Váquez, Marcelo Moguilevsky, Edgardo Cardozo, Luciano Dyzenchauz y Lucas Nikotián tocan varios instrumentos cada uno y se mueven con libertad por todo el vasto territorio que delimitan sus gustos, aprendizajes y experiencias anteriores. Este año editaron un CD excelente, Mañana domingo, y hoy y mañana lo presentan en vivo, a las 21.30, en el Chacarerean Teatre (Nicaragua 5565). Después de participar en el Festival de Percusión de la Ciudad de Buenos Aires y en el Foro Cultural Mundial de San Pablo, junto a Hermeto Pascoal, y de haber compartido escenario en el Festival de Jazz de Sicilia, el año pasado, con Pat Metheny, Charlie Haden, Oregon y Al Di Meola, Puente Celeste refleja, en su sonido, el tiempo de existencia y el nivel de interacción que hay entre sus integrantes. “Una cosa que está pasando es que hay más composiciones de todos nosotros”, comenta a Página/12 Moguilevsky. “Y además, por lo menos en mi caso, hay mucho más material pensado específicamente para este grupo. Eso significa tener una materia prima y entregarla al grupo. Ceder el lugar del que compone hasta el final, del que cierra su propia obra, para entregarla abierta a un cuerpo colectivo.”
Moguilevsky cuenta que esta modalidad de trabajo “puede hacer que un tema vaya para cualquier lado, y que lo que suceda sea lo último que uno hubiera imaginado. Donde yo pensaba un arreglo basado sobre todo en instrumentos de placas, por ejemplo, a Santiago se le ocurrió una cosa muy chiquita, muy industrial, y queda bárbaro. El otro escucha desde un lugar totalmente distinto al del autor”. Con un integrante nuevo –Nikotián entró en lugar de César Franov– y una página web funcionando a pleno (www.puente celeste.com), el grupo pasa, para Mogulievsky, por un momento en el que “estamos tratando de no ser exóticos salvo que sea absolutamente necesario. El disco se hizo un poquito más criollito. No hay solos musculosos y no estamos pendientes de demostrar que podemos tocar todos los instrumentos”.