SOCIEDAD

Regreso fugaz de El Molino para una muestra artística

El edificio de la tradicional confitería de Congreso será una de las sedes de Estudio Abierto, desde el sábado hasta el 5 de diciembre. También se expondrán obras en el Palacio Barolo.

 Por Eduardo Videla

Después de siete años y nueve meses, el tradicional edificio de la Confitería El Molino abrirá sus puertas, este fin de semana y apenas por nueve días. Adentro no habrá mozos ni aroma a café, ni pastelería en las vitrinas. El gran salón por donde pasó buena parte de la vida social y política de Buenos Aires será una de las sedes del ciclo Estudio Abierto, una megamuestra cultural que se llevará a cabo hasta el domingo 5 de diciembre y que tendrá como eje la Avenida de Mayo. El Molino abrirá especialmente para ese programa y luego volverá a cerrarse tras su empalizada metálica: las nueve jornadas artísticas serán, para los dueños del edificio, una forma de tentar a potenciales inversores en la recuperación del lugar, deteriorado por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento.
Se trata de la séptima edición de Estudio Abierto, un ciclo que pretende trascender lo artístico para intentar recuperar espacios urbanos que se creían perdidos: el año pasado se realizó en lo que fueron las grandes tiendas Harrod’s, de Florida y Santa Fe. Ahora, además, apunta a descubrir sitios ocultos de la ciudad, como los subsuelos del Palacio Barolo, en Avenida de Mayo al 1300, que albergará obras de unos 60 artistas. La movida también incluye el subsuelo de la Casa de la Cultura –en el ex edificio del diario La Prensa– y recorridos por los ateliers de artistas plásticos, ubicados en los alrededores de la Avenida de Mayo.
Los visitantes deben saber de antemano que no encontrarán a El Molino como en sus mejores tiempos: cedido por sus dueños a la Secretaría de Cultura de la ciudad –organizadora del encuentro–, el edificio ha sido sometido a un exhaustivo trabajo de limpieza, pero no fue restaurado para la ocasión, como lo demuestran los cielorrasos descascarados o con desprendimientos de material.
Valdrá la pena recorrer el no tan conocido salón de fiestas de El Molino, en el primer piso, con las paredes de espejos biselados, piso de parquet y ventanales que dan a la Plaza Congreso. Allí habrá espectáculos musicales y un servicio de bar. Abajo, en una vitrina del salón principal, podrá verse la instalación de Luján Funes, que reconstruyó la vida de una dama de la oligarquía nativa, a la que apodaban Pirincho, a partir de fotos rescatadas hace seis años en el Mercado de las Pulgas de Dorrego. Pueden verse en exhibición, en otro anaquel, bombones con diseños tan exóticos como provocativos.
Caminando las baldosas de mármol, partidas por efecto del tiempo y el abandono, se llega hasta la pantalla donde se proyecta o a una red que cuelga del cielorraso, hecha con papel afiche.
Más nutrida es la muestra que se presenta en los subsuelos del Barolo, el tradicional edificio ubicado en Avenida de Mayo 1380. El lugar donde funcionan las calderas del edificio y las máquinas de los ascensores ha sido acondicionado para la exhibición de instalaciones como la de Diego Mur, un mural donde las figuras se deforman a medida que el espectador cambia su punto de observación; el origami luminoso de Celina Baldaserre o la metamorfosis de mariposas hecha con una tarjetas Subtepass.
Las imágenes que se exhiben en el espacio Proyecto Barolo tienen un hilo conductor tan amplio como definido: la ciudad. En ese contexto aparece “Punto de encuentro”, una carpa confeccionada con película cinematográfica realizada por María Ibáñez Lago, o la proyección de un audiovisual a través de las siluetas de cartón de la Guardia de Infantería, de Verónica García Lao. La galería del Barolo, en la planta baja, también será parte de la muestra: allí, el grupo Agora presentará el domingo a las 20 una obra de teatro aéreo.
En el tercer escenario, la Casa de la Cultura, habrá una compilación de obras de los artistas Julio Le Parc, Gyula Kosice y el Grupo Escombros, entre otros, bajo la consigna “Ciudad: Arte y Utopías”; también incluye elciclo “La ciudad del comic, imperfecta y fantástica”, con trabajos de Héctor Oesterheld, Hugo Pratt y Francisco Solano López, entre otros.
Además de los ateliers de artistas plásticos, se incorporan los bares notables de la zona, desde los 36 Billares hasta el Café Tortoni.
Así como en versiones anteriores Estudio Abierto tuvo como eje los barrios de La Boca, San Telmo y Retiro, ahora es el turno de la Avenida de Mayo. El motivo: “La avenida cumple 110 años y es parte del patrimonio cultural de la ciudad”, explicó el secretario de Cultura, Gustavo López. “Elegimos como sedes edificios emblemáticos de la avenida para potenciar la muestra”, aseguró el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra. “Buscamos combinar obras de arte efímeras con el acervo cultural del lugar”, definió la subsecretaria de Patrimonio Cultural, Silvia Fajre. Se refería a las instalaciones urbanas como “Lazos de sangre”, de Marcelo Brodsky: guirnaldas de luces rojas que cruzarán la avenida por aire, uniendo los monolitos que recuerdan a las víctimas del 20 de diciembre.

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El público podrá volver a El Molino después de casi ocho años.
 
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