ESPECTáCULOS › HOW TO DISMANTLE AN ATOMIC BOMB, EL FLAMANTE DISCO DE U2
Las marcas de identidad de un clásico
Desde hoy en las bateas argentinas, el nuevo trabajo de Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. despliega todas las herramientas de estilo que caracterizan a la banda.
Por Eduardo Fabregat
“No me entusiasma la idea del megaálbum, el megashow y después... el megasilencio”, le dijo una vez The Edge a este diario. Corría noviembre de 1997 y la banda llevaba adelante el Pop Mart Tour, la marciana puesta ideada para sostener en vivo el lanzamiento de Pop. Siete años después, sin embargo, todo U2 parece resignado a la idea: desde la salida de Achtung baby y Zooropa en apenas año y medio (entre noviembre de 1991 y mayo de 1993), el grupo se tomó siempre un mínimo de tres años de pausa entre disco y disco. Después del megashow de la pantalla gigante y el limón espejado, reapareció en octubre de 2000 con All that you can’t leave behind, y siguió con un Elevation Tour de diseño mucho más pequeño, pero impactante en su variedad de recursos dentro de esa sobriedad. Y después... el megasilencio otra vez. Es una de las razones por las que cada lanzamiento del cuarteto irlandés levanta semejante polvareda, pero no la única ni la más valedera. How to dismantle an atomic bomb, el disco que aparece esta noche en Argentina (ver aparte) llama la atención porque Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. tienen un listón alto de capacidad y calidad artística. Y el detalle nada menor de seguir cumpliendo.
Como sucedió con All that you can’t..., la previa del lanzamiento encuentra a buena parte de la prensa mundial arrancando por el mismo lugar. Los casi treinta años de la banda parecen obligar a suponer que –cumplida la fase “experimental” con Achtung baby, Zooropa o el proyecto paralelo Passengers– cada disco de aquí en más será una revisión de su propio pasado y un regreso a lo “clásico”. Desde su título, Cómo desactivar (o desmantelar, o desmontar, como guste) una bomba atómica, hasta el postulado inicial de Edge de “volver a entusiasmarme con la guitarra, porque desde Achtung baby estuve pensando en términos de teclados y la guitarra era algo que tenía que hacer”, el nuevo lanzamiento de U2 apunta a la electrificación y la presentación pura y cruda. Vertigo, el primer y resonante single, con la mejor performance en ventas del grupo en años en EE.UU., reforzó esa idea inicial. Pero si hay algo que aprendieron los irlandeses después de tanto viaje es a ser astutos, hasta algo taimados. Y después del primer desconamiento de parlantes, el nuevo disco se revela como algo mejor que un “regreso a las fuentes” (llénese el casillero con Boy o War, por ejemplo). How to dismantle an atomic bomb es a las claras, por donde se lo escuche, otro disco de U2. Y es suficiente. No: es más que eso.
“En este momento estamos excitados por ser una banda de rock and roll hecha y derecha, que toca en grandes lugares y compite por el Album del Año y tiene una canción en el Top 40 radial. Pero esa no es la única manera de ser exitosos. Lo que queremos preservar, por encima de todo, es la vida creativa de la banda. Nuestra aproximación a lo comercial es ser realmente buenos y originales, y no preocuparnos por lo demás”, dice hoy Edge. Y entonces, ¿cómo se desmantela el nuevo disco de U2? En principio, reconociendo la infinidad de marcas de identidad que poseen sus canciones, pero que no “reaparecen” después de algún tiempo, sino que están al oído de quien quiera escucharlas en todos los discos anteriores. Aun en Pop, que es un buen álbum pero quedó condenado a quedar entre Zooropa y All that you can’t leave behind. En Bomb están los estribillos épicos sin llegar a lo chirriante, y las guitarras con delays espaciales, y los susurros y los excesos de Bono, y el impecable groove de Clayton/Mullen, y la nada despreciable tarea de un par de productores clave como Steve Lillywhite, Chris Thomas, Nellee Hooper, Jacknife Lee y Brian Eno/Daniel Lanois.
Y en ese rubro, si bien la dupla Eno/Lanois apenas aparece en un par de créditos, sí queda la influencia del modo en que se construyeron las canciones de Achtung...: analizar cada track de este disco revela la existencia de varias partes (tras la experiencia de tener a Eno marcando diferentes partes en un pizarrón, difícilmente U2 se quede en la repetición cíclica de estrofa/estrofa/estribillo) combinadas de modos diversos, rearmadas para potenciar diferentes efectos y vinculadas por puentes siempre creativos –y en más de un caso extremadamente gancheros, de ésos que se tararean al toque–, dándole al conjunto ese inconfundible olor a U2. Es cierto que el grupo grabó un disco “clásico”. Era cierto antes, es cierto desde que su identidad quedó tan afirmada como para seguir ocupando un lugar señero en el panorama del rock mientras en la industria todo es, precisamente, vértigo y construcción de muñequitos emetevizados. Afortunadamente para la salud de los tímpanos, lo clásico en U2 es también su extraordinaria capacidad para componer canciones bellas, intensas, movilizadoras, sensibles, emotivas, cacheteadoras de los sentidos.
“No hay nada como el sufrimiento para mantener poroso el corazón. La dureza de corazón es lo que puede cerrar a un escritor”, analizó Bono en estos días de entrevista tras entrevista, antes de salir a tocar –y grabar el video de All because of you– por las calles de Manhattan y Brooklyn, el martes, en un camión de caja abierta que paralizó el tránsito. Por eso Sometimes you can’t make it on your own se convierte en uno de los momentos más emocionantes del disco, por la dedicatoria a su padre fallecido y por un clima sonoro que lleva a imaginar al grupo tocando en un cuartito, rindiendo un homenaje sincero. La canción está ligada a Bono (“Sos la razón por la que canto”, dice, en un tema que da ganas de cantar a los gritos), pero a la vez lleva la fuerte impronta de The Edge, que saca a relucir su arsenal de delays y punteos, a la vez que acompaña el falsete de Bono. El guitarrista hace honor a sus declaraciones, en los arpegios del por momentos beatlesco Original of the species y en pasajes como Crumbs from your table, donde ofrece una típica “intro-Edge” con campanitas y saca el mejor provecho de su juego entre rasgueos ásperos y entrecortados y punteos dulces y arrastrados.
Y así, las canciones que dan ganas de volver a escuchar se van acumulando, innegable prueba de calidad de cualquier disco. Allí está Love and peace or else, diatriba antiguerra que conmina a subir el volumen, con un ritmo oscuramente juguetón que desencadena un riff demoledor. O el aire innegablemente optimista, aun hablando de la New York post 11-S, de City of blinding lights (cuyo “Oh, you look so beautiful tonight...” produce otro efecto de contagio). O los matices más profundos de One step closer, darkosa pero igualmente entradora, agradecimiento a Noel Galla-gher incluido. O A man and a woman, redonda canción de amor que asegura que “el único dolor es no sentir nada en absoluto”.
“En este disco hay una gran analogía. En los días posteriores a Hiroshima, la gente estuvo más cerca que nunca de su familia, de sus seres queridos”, dijo Bono al diario USA Today. “Cuando quedó claro lo que podía provocar la fisión del átomo, el planeta se convirtió en un lugar mucho más frágil. Quizá de pronto el mundo descubrió que tenía fecha de vencimiento. En este disco no hay tiempo para filosofar: se trata de a quién amás, cómo lo amás y por qué.” Por allí viene el concepto de How to dismantle an atomic bomb (una frase que proviene de Fast cars, canción presente sólo en ediciones especiales), que no pretende vender a U2 como los únicos capaces de desactivar la bomba. Pero los muchachos tienen algunas ideas. Y la música hace mucho más que calmar a las fieras.