CULTURA › MURIO CAMILO JOSE CELA, FIGURA CENTRAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

Y un mal día, Pascual Duarte quedó huérfano

Ganó todos los premios todos: el Nobel, el Cervantes, el Planeta y el Príncipe de Asturias, entre ellos. Amado y odiado a partes iguales, por polémico y por sus pocas pulgas, Cela construyó una obra vasta, en que abordó infinidad de géneros con un dominio del lenguaje reconocido hasta por sus enemigos. “La familia de Pascual Duarte” y “La colmena” son sus obras maestras.

Ganó el Premio Nobel, el Cervantes, el Planeta, el Príncipe de Asturias y el Nacional de Literatura, fue nombrado doctor honoris causa en más de veinte universidades, recibió el título de Marqués e infinidad de medallas y homenajes. También trabajó para la censura del Generalísimo Franco, se peleó con medio mundo, despreció a más de un académico y no perdió oportunidad de lanzar frases vitriólicas y peleadoras cada vez que pudo. Camilo José Cela murió ayer en Madrid, a los 85 años, a causa de una afección cardiorrespiratoria crónica: con él se va una figura indiscutible de la literatura, un hombre que dominó las letras a su antojo y dejó obras como La colmena, San Camilo 1936, Madera de boj, Oficio de tinieblas 5 y La familia de Pascual Duarte, la novela española más traducida en el mundo después de El Quijote de Cervantes.
Cela es una de las más altas cimas de la literatura en español, un oficio que cultivó a diario en su cuaderno de hojas cuadriculadas. El hombre que llegó a ser Marqués de Iria Flavia nació en esa localidad coruñesa el 11 de mayo de 1916, en el seno de una familia burguesa, de padre gallego y madre anglo-italiana. Sobre su infancia, Cela confesó que fue un niño mimado en exceso, ya que, además de ser el primogénito, sus dos hermanos menores fallecieron. “Tuve una niñez dorada. De pequeño era tan feliz que cuando las visitas me preguntaban qué quería ser de mayor, me echaba a llorar porque no quería ser nada, ni deseaba ser mayor. Me hubiera apuntado a ser niño siempre”, relató más de una vez.
Expulsado de cuatro colegios –“me aburría como una ostra”, definió–, Cela cursó el bachillerato con los curas Escolapios y Marianistas. Tras la llegada a Madrid por el traslado de su familia, fue internado en el sanatorio del Guadarrama, aquejado de tuberculosis pulmonar: ese período de reposo le sirvió para entregarse a la lectura de la obra completa de Ortega y Gasset y los clásicos españoles, y ya no pudo apartarse de las letras. Inició tres carreras que nunca terminó, y finalmente se dedicó a una profesión que terminaría convirtiéndolo, libros y premios mediante, en figura mundial. “Pude hacer más veces lo que quise que lo que me dejaban hacer. Todo es cuestión de aferrarse a una idea o a un sentimiento y no cejar ni un solo instante en el firme propósito de no abrir la mano jamás”, dijo en sus Memorias, entendimientos y voluntades de 1993.
Cela empezó la carrera de Medicina en la Universidad Complutense, pero pronto abandonó para asistir, en la Facultad de Filosofía y Letras, a las clases de Literatura Española Contemporánea de Pedro Salinas, a quien confió sus primeros poemas. Allí se hizo amigo del escritor y filólogo Alonso Zamora Vicente, del poeta Miguel Hernández y de María Zambrano, en cuya casa conoció al malogrado Max Aub y a otros escritores e intelectuales. Desde muy joven abordó todos los géneros literarios, desde la poesía hasta la novela, pasando por el ensayo, los artículos o las obras dramáticas, y desempeñó ocupaciones como pintor, torero, actor de cine, soldado y funcionario. A los 23 años, cuando la Guerra Civil había comenzado y Madrid era asediada, concluyó su primera obra, un poemario superrealista titulado Pisando la dudosa luz del día. Durante la contienda, el autor, integrado en el ejército nacional, fue herido y hospitalizado. Tras intentar otra carrera (Derecho) sin éxito, en 1942 publicó su primera novela, La familia de Pascual Duarte, un hito en la literatura española. Paradójicamente, le costó encontrar editor y la novela fue rechazada en varias editoriales con excusas como que el argumento era “demasiado terrible” y podría tropezar con la censura. “Le va a ser difícil publicarla, pero usted es joven y puede cambiar de oficio”, le dijeron.
Cela no sólo no cambió de oficio sino que finalmente obtuvo un gran éxito, alabanzas de escritores como Pío Baroja y duros ataques por parte de la jerarquía católica. Ese fue el momento en el que decidió dedicarse por completo a la literatura, aunque en 1943 solicitó por escrito (según su hijo, por necesidades económicas) trabajar en la censura y fue asignado a la “vigilancia” de dos revistas religiosas y una farmacéutica, lo cual no impidió que la segunda edición de La familia... fuese retirada de las librerías. Al año siguiente se casó con María del Rosario Conde Picavea, con quien tendría a su único hijo, Camilo José. Tras el diario de ruta Viaje a la Alcarria, Cela publicó otra de sus obras más conocidas, La colmena, una representación literaria del Madrid de los vencidos en la Guerra Civil. La obra fue prohibida, y esa prohibición española hizo que su publicación en la Argentina se demorara hasta 1951, tras varios forcejeos con la censura del gobierno peronista argentino.
Después de una breve estancia en Inglaterra, se instaló en Palma de Mallorca, donde fundó la revista Papeles de Son Armadans (1956-1979), en la que publicó algunos de sus textos, recuperó a escritores exiliados y acercó a corrientes de vanguardia internacionales, además de potenciar tendencias artísticas y literarias gallegas y catalanas. En 1957, a los 40 años y poco después de la publicación de Café de artistas, Mrs. Caldwell habla con su hijo y La catira, fue elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española, lo que no impidió que llegara a criticarla (ver aparte). Ya en 1962 publicó Gavilla de fábulas sin amor, ilustrada por Pablo Picasso, y dos años después fue investido doctor honoris causa por la Syracuse University, la primera universidad extranjera que le concedió ese título. En los años siguientes hizo viajes a América para dictar conferencias en universidades y editó Tobogán de hambrientos, San Camilo 1936 y Oficio de tinieblas 5, un texto pletórico de oscuridades escrito en forma de “mónadas” numeradas y sin signos de puntuación ni mayúsculas.
Durante la Transición española, en 1977, fue nombrado senador por designación real en las primeras Cortes Generales. Tomó parte activa en la revisión del texto constitucional e incluyó la enmienda de denominar a la lengua oficial del Estado como “castellano o español”. Su etapa como senador concluyó en 1979 con la convocatoria de elecciones generales. Entonces se involucró en la adaptación al cine y al teatro de sus obras y no fue hasta 1983 cuando apareció la esperada Mazurca para dos muertos, por la que consiguió el Premio Nacional de Literatura. La década del ‘80 significó el comienzo de la de los grandes reconocimientos: en 1987 se le concedió el Príncipe de Asturias de las Letras “por la elevada calidad literaria de su universalmente conocida obra, y por su significación singular dentro de las letras hispanas de este siglo, en las que influyó considerablemente”.
El Premio Nobel de Literatura, al que llevaba siete años siendo candidato, llegó el 19 de octubre de 1989. Cela, el quinto escritor español distinguido con el Nobel tras José Echegaray, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre, obtuvo el galardón por su “rica e intensa prosa, que con una pasión controlada muestra una visión provocadora de la realidad humana”, según explicó la Academia Sueca. Tras el galardón, se tomó un año de descanso y posteriormente se retiró a escribir. Fue la época de sus colaboraciones con el diario El Independiente, por las que recibió el Premio de Periodismo Mariano de Cavia, y del libro Galicia en Santiago de Compostela. Poco antes de recibir ese premio, las revistas del corazón revelaron su romance con la periodista Marina Castaño, una mujer de 33 años, 40 menos que él, que llevó al escritor a abandonar el domicilio en Palma de Mallorca, donde residía con su primera esposa. En marzo de 1991 contrajo matrimonio civil con Castaño y, tras vivir en una finca de Guadalajara, se estableció en una casa de Puerta de Hierro, en Madrid.
Ese 1991, en presencia de los reyes, tuvo lugar la inauguración de la Fundación Camilo José Cela en Iria Flavia. Después, la Biblioteca Nacional inauguró la exposición “50 años de Pascual Duarte” y se presentó La sima de las penúltimas inocencias, con textos de Cela e ilustraciones de José María Subirachs. Su novela La cruz de San Andrés fue el origen de otro premio, el Planeta 1994, año en el que también recibió la Medalla Picasso de la Unesco. En diciembre de 1995 obtuvo el Premio Cervantes, el más importante galardón en lengua española. La tardanza con la que se le otorgó fue objeto de duras críticas por parte de Cela: “Habíamos llegado a un callejón sin salida. Era de tontos. Cuando no me lo daban, año tras año yo me alegraba como defensor de la tradición. Cuando me lo dieron, me alegré de que se rompiera esa tradición. Era una situación artificial, paradójica y necia”. El día de su octogésimo aniversario, el rey Juan Carlos le concedió el título de Marqués de Iria Flavia, con el lema “El que resiste, gana”.
Posteriormente recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (1996) y llegó a participar en el I Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebró en Zacatecas (México), en 1997. En febrero de 1998 fue condecorado por el jefe del Estado Mayor con la Cruz de la Orden del Mérito Aeronáutico, y en mayo de ese año fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires. Un año después, tras diez años de sequía, vio la luz Madera de boj, un homenaje de más de 300 páginas a los marineros gallegos. En noviembre del 2000, junto a la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, inauguró en Madrid la Universidad Camilo José Cela. Tantos reconocimientos fueron cimentando su fama de arrogante, pero supo cómo responder a eso: “Seguro, pero yo soy así. Es como culpar a alguien de ser rubio o moreno. También es arrogante Paco Umbral, y es más joven que yo. Es igual que cuando la gente se escandaliza. Siempre he dicho que en España es mayor el número de los escandalizables que los escandalizadores”. Ahora hay un escandalizador menos.

De El País. Especial para Página/12.

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Una de sus últimas imágenes, cuando editó “Madera de boj”.
Fue nombrado honoris causa en 20 universidades, incluyendo la UBA.
 
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