CULTURA › OPINION
Budines esponjosos
Por elsa drucaroff*
Yo quería hacer un budín esponjoso, no galletitas, porque les falta la tercera dimensión, escribe Uhart. Reflexión notable que si alguien pensó, lo hizo sin darse cuenta, sin considerarlo pensamiento, qué decir literatura. ¿Por qué es tan extraña esta escritura, si en definitiva dice lo evidente? ¿De dónde vienen su rarísima potencia, la emoción de presentir lo profundo en lo más superficial?
Las palabras tienen dos modos de significar el mundo: reemplazándolo, como metáforas; continuándolo, señalándolo, como metonimias. Las metáforas son las reinas prestigiosas del sentido: sustituyen las cosas con aristocrática abstracción, alejan de la “burda” materia. Y a las metonimias las tratan como a la prima del campo porque continúan las cosas, no las alejan, su significación viene de la experiencia, del cuerpo, del mundo. Su sabiduría es práctica, femenina; sin su ancla, la metáfora se remontaría veleidosa a alturas inútiles y el mundo quedaría sin decirse. Uhart observa y escribe desde esta potencia, tan despreciada como fundamental para que haya sentido; conoce desde la inmediata experiencia y el afecto algo que, hasta su obra, nuestra literatura no consideró digno. Una maestra rural oye decir a una profesional porteña, como si fuera algo malo: esa gente que tiene el televisor todo el día prendido en la casa. Pero ella es “esa gente”. A veces no lo apago porque pienso: “Ahora va a venir algo hermoso, no sea que lo pierda”. Para Hebe Uhart, la verdad aviene en ese saber de ama de casa, ocurre en un amoroso movimiento desde y hacia el mundo. Arre, hermosa vida.
* Profesora en Letras, narradora, ensayista y periodista.