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–¿Qué historia lo impactó más?
H.I.: –Hay una cantidad de historias particulares, pero hay una muy reveladora, que es cómo funcionaba el mecanismo en el caso de las publicaciones religiosas. Ahí la censura tuvo un lío porque pretendió prohibir libros editados por organismos de la Iglesia. Eso nos permitió estudiar la interna desde otro punto de vista: un conflicto institucional entre los intereses de la Conferencia Episcopal y los de la dictadura.
–Sobre todo teniendo en cuenta que había una relación marcada entre ciertos sectores de la Iglesia y los militares.
H.I.: –Por lo menos entre sectores mayoritarios de la Iglesia, sin duda. Pero cuando se metía la dictadura con un libro de la Iglesia, la respuesta de la Iglesia era bastante más homogénea porque les tocaban algo propio. No les tocaban un desaparecido al que no conocían. Se metían con un libro que habían aprobado. Era un enfrentamiento muy delicado, muy político y, a su vez, producía diferencias dentro de la dictadura y de la Iglesia. Saltaban los obispos que defendían los libros, los que los atacaban y los que pretendían mantenerse equidistantes. Entre los uniformados aparecían los sectores que estaban más próximos a la Iglesia.
–¿Puede citar alguna publicación?
H.I.: –El caso de Beatriz Casiello, una monja rosarina que publicó un libro de catecismo, Dios es fiel, que fue motivo de un problema terrible, escrito por una monjita con la buena intención 100de enseñar el catecismo. Ahora, alguien puede decir “¿era un libro tercermundista?”. No, era un libro que hoy llamaríamos progresista. Ahí se armó una pelea que siguió con La Biblia latinoamericana y sobre otras publicaciones de Editorial Guadalupe.