EL PAíS › OPINION

Bush lo hizo

 Por Martín Granovsky

Su conclusión fue optimista: “Miren, la verdad es que Paul O’Neill es un tipo con quien todos pueden hablar, los trabajadores y los empresarios”. Su explicación: “Es un industrialista”. Y su elogio: “Negociando es duro, pero siempre caballeresco”. El presidente Eduardo Duhalde se encontró ayer con el secretario del Tesoro de los Estados Unidos en una reunión más bien formal, y hoy lo hará el colega argentino de O’Neill, Roberto Lavagna.
Ayer los funcionarios argentinos consiguieron lo que querían: el silencio de O’Neill. Que no repartiese alabanzas, pero tampoco críticas. Hoy será más difícil mantenerlo callado, y por eso las apuestas se orientan a calibrar qué punto del oneillómetro habrán podido mover el equipo de Duhalde, los banqueros y los empresarios. ¿”La Argentina va en la dirección correcta”? ¿”Estamos mal pero vamos bien”? ¿”Nos parece correcto que siga trabajando en un plan sustentable”? ¿”No bien esté clara la disposición a contar con ese plan los Estados Unidos apoyarán a la Argentina en el Fondo Monetario”? ¿O el mágico, pero más que improbable, “ustedes son tan confiables como Brasil”?
Para su reunión de hoy a la mañana, Lavagna haría mal en creer que un deslenguado equivale a un primate. O’Neill es lo primero pero jamás fue lo segundo. En todo caso representa como pocos a la corporate America, los Estados Unidos de las grandes empresas. En su caso fue Alcoa, el gigante del aluminio. Y desde Alcoa O’Neill fue el protagonista de las maniobras más refinadas. En economía y en política. Haciendo lobbying mediante la firma Vinson & Elkins para instalar una planta en Texas, y logrando que casualmente Vinson & Elkins se transformara en el tercer contribuyente a la campaña presidencial de George W. Bush. O’Neill no viene de la nueva economía, como telecomunicaciones o energía, sino de los productos palpables, pero es el ministro de Economía norteamericano bajo quien han sucedido tres hechos impactantes. Uno, la caída del 37 por ciento en el índice que elabora Standard & Poors sobre el valor de 500 acciones, desde que Bush es presidente. El segundo, una megacrisis financiera que está empezando a producir una gran polémica sobre la necesidad de establecer mayor regulación económica. El tercero, ya en América latina, la mayor ola de protestas antinorteamericanas desde los años ‘70, y no porque se haya reconstituido la izquierda tradicional sino porque el ejercicio unilateral del poder crudo por parte de la Administración Bush llega a tener los ribetes de antiguo colonialismo que Washington aplicaba a los países del Caribe.
Por eso es que el dirigente sindical metalúrgico George Becker pudo elogiar a O’Neill con las tras frases que se reproducen al principio de esta columna pero el secretario del Tesoro se encontró aquí con un nivel de hostilidad que no se conocía desde la visita de Nelson Rockefeller en 1969.

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