Viernes, 10 de septiembre de 2010 | Hoy
La Selección Argentina de Básquetbol vio destruido su sueño de semifinalista en el Mundial, aplastado por Lituania, que le ganó 104-85. El rival fue ampliamente superior y no le dejó opciones al equipo nacional, al que llegaron a sacarle 32 puntos. Hoy espera Rusia.
La ilusión de la Generación Dorada chocó contra un vendaval. Con una actuación que durante muchos pasajes rozó la perfección, Lituania venció 104-85 a Argentina y la dejó afuera de las semifinales del Mundial de Turquía, un logro que este equipo había conseguido en los últimos cuatro grandes torneos (mundiales 2002 y 2006 y Juegos Olímpicos 2004 y 2008). Ahora, a partir de las 15 comenzará el premio consuelo, ya que el equipo de Sergio Hernández se medirá ante Rusia en la lucha entre el quinto y el octavo lugar. Los lituanos jugarán el sábado por un lugar en la final ante Estados Unidos, que superaron 98-79 a los rusos.
Nada hacía suponer las enormes diferencias que se dieron en el juego. Con una superioridad física, de velocidad, de estrategia y de ejecución llamativas, Lituania fue acumulando ventajas cuarto a cuarto hasta que la diferencia trepó a 32 puntos en el final del tercero. Fueron diez puntos tras el primero (28-18), veinte en el descanso largo (50-30) y 32 tras el tercer parcial (85-53). Más allá de que quedaban diez minutos, el partido estaba sellado. Sólo la dignidad del equipo argentino, más una lógica relajación de los europeos, permitió bajar un poco la diferencia, aunque la hazaña nunca estuvo ni cerca.
Para que se diera semejante distancia entre dos equipos en teoría parejos se conjugaron numerosos factores que con facilismo se podría resumir en a “Lituania le salieron todas y a Argentina no le salió nada”. Pero lo concreto es que hubo aspectos del juego que sí permiten explicar esa diferencia:
- El primer ítem estuvo en la efectividad en los tiros de tres puntos. Los lituanos fallaron el primero en el tercer cuarto, luego de haber acertado los ocho anteriores que habían lanzado. Por el contrario, Argentina falló los doce primeros intentos, hasta que Prigioni, con una desventaja de 30 puntos, anotó el primero. Jugar con esos porcentajes tan disímiles condicionó el resto del desarrollo.
- Es cierto que los bálticos tomaron muchos tiros cómodos, pero, aun con esas libertades, esa efectividad no es normal ni repetible. ¿Un ejemplo? Jasaitis, que traía 1-5 triples en el torneo, con 3,75 puntos de promedio, terminó con 19 tantos, con 4-7 triples, de los cuales acertó los cuatro primeros. El, como varios de sus compañeros, jugó por encima de lo que puede.
- De la misma manera, más allá de lanzamientos forzados, tampoco es habitual esa ineficacia en los tiradores argentinos. En el último cuarto, cuando Argentina maquilló la derrota, los porcentajes de uno y otro fueron tendiendo a números más lógicos, pero era tarde.
- Sin figuras y con un plantel muy parejo, el entrenador lituano rotó a todos sus jugadores. De esa forma, como el rendimiento no se resentía, consiguió mantener una intensidad defensiva que desgastó a los argentinos, que no pudieron sostener ese ritmo. Hasta que fue partido, el banco lituano había aportado 25 puntos y el argentino sólo dos.
- La estrategia defensiva de Lituania funcionó a la perfección. Con la presión sobre Prigioni, evitaron que el base hiciera jugar a su equipo y cortaron la combinación con Scola. El otro mérito es que todas las ayudas funcionaron, por lo que el goleador siempre debió luchar con dos y hasta tres rivales, que lo molestaron y lo obligaron a tirar incómodo. Y como los lanzamientos a distancia no ingresaron, los espacios bajo las tablas nunca aparecieron.
- El supuesto duelo Kleiza-Scola nunca se produjo. El perfecto funcionamiento de los lituanos determinó que el alero de Toronto no tuviera que forzar situaciones y recién aportó sus primeros puntos sobre el final de la primera etapa. Por el contrario, Scola se vio obligado a provocar sus tiros, con mucho esfuerzo y sin efectividad. Frustrado, terminó en el banco, más preocupado en pelearse con los árbitros que en el juego.
- El déficit en la rotación del equipo argentino quedó más expuesto que nunca. Con la mala noche de Prigioni, con Scola contenido y con Oberto sin chances de desequilibrar, los suplentes no brindaron soluciones en los pocos minutos que tuvieron. Luego, con el juego resuelto, Delfino, Cequeira y Leo Gutiérrez encontraron algunos puntos para decorar el marcador, pero no fue suficiente.
Tantos factores, con las carencias que ya había expuesto Argentina, no se pudieron tapar sólo con corazón. Por eso, la despedida prematura resultó tan dolorosa como inevitable.
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