Miércoles, 6 de abril de 2011 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
El bilardismo, el griguolismo y demás “ismos” –remedando al gran Ramón Gómez de la Serna– estarán seguramente de “paramales” por estas horas, habida cuenta de la reivindicación de la decencia futbolera originada en un partido de juveniles en España.
Jugaban chiquilines de Barcelona con chiquilines de Castelldefels y estando caído el arquero de este equipo, un jugador del Barsa, desde lejos convirtió el 1-0 para su equipo. Trascartón, Sergi Barjuan, aquel que fue defensor en la década del 90 como antecesor de Piqué, Pujol y Abidal, “ordenó” a sus jugadores que se “dejaran” empatar, por entender que, de haber estado de pie el arquero adversario, el partido seguramente hubiera seguido 0-0.
El partido terminó 1-1 y en el mundo de los adherentes a “ganar como sea”, con notorios portaestandartes en la Argentina y el resto del mundo –especialmente en Italia–, notan que han perdido, por lo menos, una pequeña batalla con la honestidad. Algo parecido a lo que les sucede a quienes, desde la ignorancia, se empecinan en aburrirse con el fútbol de la selección española, que no es para nada demasiado diferente a decir que se aburren con el equipo de Guardiola.
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