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Fiebre de sábado por la tarde para Central: ganó el clásico y la punta

Le pegó tres cachetazos a Newell’s para volver a quedarse con el clásico, como en el Apertura, y recuperó el liderazgo del torneo Clausura. Figueroa, Messera y Delgado, los goles del equipo de Arroyito, que, sin embargo, no se la cree.

Por Alejo Diz
Desde Rosario

El primero pareció ser de palomita, como a los de Central más le gusta. El tercero puso en duda la templanza de los rojinegros por aquello del “4 a 0 y se fueron” y todo el Gigante de Arroyito llegó a delirar por las desdichas ajenas. Ni el propio Fito Páez –presente después de mucho tiempo– le encontraba letras a la excepcional tarde que construyó Central (equipo e hinchas) para quedarse con el clásico rosarino a puro fútbol. Sí, con Miguel Russo desde el banco, Central practicó buen juego: sin trampas, con elegancia –ver a César Delgado– y marcando una distancia sorprendente para con su rival. Newell’s le hizo fuerza mientras era empate. Y el Bambino Veira vio envejecer uno de sus axiomas de cabecera: no hay motivación que valga cuando se carecen de valores (futbolísticos) que escuchen.
A contramano de la historia, ¡Central-Newell’s jugaron el clásico y no empataron! Y como sucediera meses atrás, otra vez Central barrió con los del Parque Independencia.
Tanta fue la superioridad que al partido le sobró un tiempo (el segundo) y Héctor Baldassi se fue del estadio sin tener que responder a una sola jugada polémica. ¡No habrá que esperar la verdad de Macaya! Porque todo fue muy claro: desde el juego hasta el resultado.
Central demoró en hacer lo suyo. Quizá por aquello de los nervios propios del acontecimiento. Y quien más lo sufrió fue Leonardo Talamonti, que tenía dificultades para maniatar a Rosales, el único valor del lado leproso. Claro que Newell’s también sufría de presión. Porque sólo así se explica las burdas defecciones de la defensa, que en dos salidas le regaló el gol a los canallas. Pero Figueroa y Messera fallaron.
El empate hacía ver a un Newell’s aguerrido y apostando a los pelotazos de Rosales y Silvani porque Marino no tenía convicción de conductor. Mientras Central era mucho más ambicioso: apostaba el juego colectivo, aunque hasta aquí carecía de precisión.
Pero cuando llegó el primer gol, a Newell’s se le desarmó todo... y a Central también: centro de Barros Schelotto y una palomita forzada de Figueroa para clavar la pelota sobre el primer palo. Faltaban sólo seis minutos para terminar el primer tiempo. Y a pesar del desorden visitante, a Marino le cayó la pelota en el área chica y se perdió el empate con un cabezazo apenas largo. Allí se terminó el clásico como disputa.
En el complemento el local encontró espacios y en ese marco el Chelito Delgado se sentía como en el patio de su casa: escapada por derecha -con el fondo de newell’s arriesgando al ridículo–, centro atrás y gol de Messera.
Faltaban 32 minutos. Una eternidad para el rojinegro. Y, por entonces, todo el protagonismo descansaba en las tribunas. A Central se le calmaron los ánimos. Newell’s apretó los dientes para terminar dignamente, mientras el Bambino se quedaba sin base de motivación y Russo ya estaba de pie para no dejar escapar de sus oídos las loas –a gritos– que largaban sus plateístas, excitados de éxito.
Con el visitante patinando por incapacidad, Delgado se calzó otra vez los patines, escapó con terreno, eludió a Palos y clavó, de zurda, el tercero. Para que sea goleada. Un detalle más que se preocupó de marcar un equipo que, por fútbol, se dio todos sus gustos.

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Luciano Figueroa celebra su gol, el primero de Central, de palomita al primer palo.
 
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