DEPORTES › TOMAS ABRAHAM, UNA MIRADA CRITICA SOBRE EL DEPORTE
“Los intelectuales no se bancan un partido de fútbol”
Además de filósofo y sociólogo, es un fanático de la Selección Argentina que se pregunta por qué el mundo de los pensadores no le da, como declama, la espalda al deporte más popular. “No hay mirada filosófica sobre el fútbol –opina–, sino simplemente partidos.” Un recorrido de Suecia 1958 a Corea y Japón.
Por Facundo Martínez
Tomás Abraham nació en Timisoara, Rumania, hace ya más de medio siglo. Es filósofo y sociólogo, recibido en la Sorbona y Vincennes, Francia –donde estudió con Michel Foucault y Louis Althusser–, y futbolero de raza: hincha de Vélez y confeso “hincha terrible” de la Selección. Autor prolífico de libros y ensayos, y desde 1984 profesor titular de la cátedra de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, de joven fue futbolista —herencia paterna–, aunque esa aventura terminó en el banco de suplentes de un club de segunda del fútbol francés. Sin temor a molestar, tarea por excelencia del filósofo, Abraham dialogó con Página/12 y expuso su mirada sobre el fútbol. “En Suecia, en 1958, ahí comenzó nuestra crisis”, dice.
–Muchos intelectuales suelen darle la espalda al deporte, a pesar de la buena porción de tiempo que ocupa en la vida de los hombres. En este sentido, ¿sería necesaria la presencia de una mirada filosófica?
–Usted dice que el mundo intelectual le da la espalda al fútbol y yo digo: ¡Ojalá le diera la espalda! Así, a los que nos gusta el fútbol nos deja de hinchar las pelotas. El problema es que muchos hablan de fútbol. Y de fútbol hay un solo modo de hablar: de partidos de fútbol. Porque un tipo al que le gusta el fútbol o que ve fútbol ve partidos de fútbol. Y muchas veces los intelectuales, lamentablemente, tienen que hablar de fútbol –no sé por qué– y no se bancan un partido de fútbol. No les interesa en lo más mínimo el fútbol. ¿Y de qué hablan? De sociología o de medios de comunicación de masas, de la alienación, la manipulación de las conciencias. Entonces, no hay mirada filosófica sobre el fútbol. Hay fútbol y, más específicamente, hay partidos, de la memoria, actuales... Ahora, hay gente del fútbol, como yo, que aparte se dedica a la filosofía. Que eso se me mezcla en algún momento, sí; como se me mezclan otras cosas.
–Sin embargo, se habla de una “filosofía del fútbol argentino”.
–Por ejemplo, uno lee los artículos de Jorge Valdano, que juega a la filosofía del fútbol, y son un espanto. Valdano es un tipo que todo el tiempo anda maquillando la prosa y tratando de ser un excelente estilista; lo que no era como jugador, porque era muy torpe, ¿no?. Escribe sobre fútbol como si estuviera haciendo crítica literaria, como haciendo una filosofía progresista del fútbol; toda esa batata que siempre ha tenido algún peso en la Argentina: hacer ética. Ahí se mezcla un poco, no diría filosofía, sino ideologías del fútbol.
–¿La extorsión ideológica al fútbol tiene que ver con el acoso de la modernidad, con el avance de la técnica?
–En 1958 aparece el tema de la preparación física, es decir Europa. No es que no hubiera preparación física o atlética antes pero con el desastre del fútbol argentino, tan habilidoso, en un mundial europeo en el cual la Argentina –que salía del aislamiento después de toda la época de Perón, la guerra– compite afuera con todas sus estrellas y Checoslovaquia le hace seis goles, todos se empiezan a preguntar qué pasó si somos los mejores. Ahí aparece la disciplina europea. De alguna manera esa modernidad, que implica disciplina, preparación física, higiene, salud, profesionalismo, sacrificio, todo el esquema fordista (que ya era viejo) entra en el fútbol argentino, que era el potrero, el barrio, la picardía, lo nuestro, la espontaneidad...
–¿Ahí empieza la división?
–Allí hay una primera modernidad. Todo eso se instala y durante muchísimos años va a dividir al fútbol argentino entre aquellos que quieren mantener la tradición y aquellos que insisten en que nos hemos quedado atrás. Esta especie de polémica entre los modernos y los tradicionales a veces vuelve a aparecer y a veces, de repente, logra síntesis de otro modo, salteándose el tema que hoy en día, creo, no tiene actualidad.
–Bueno, volvió a aparecer con Menotti y Bilardo.
–Con Menotti y Bilardo sufrió una actualización, pero eran cosas que ya pasaban antes, cuando se hablaba de entrenadores y no de directorestécnicos. La idea de director técnico también se hace importante con esto que usted llama modernidad. El que va a Suecia, Guillermo Stábile, era un entrenador. Tenía una E en el buzo. Después empiezan los directores técnicos, un título que ya es como un doctorado. En River entra Emérico Hirschl, un húngaro que había estado en Gimnasia; Lorenzo, que se había formado en Europa con Helenio Herrera también. Vienen estos métodos de preparación física que le daban importancia a la defensa, ¿a quién le importaba antes la defensa? Cosa extraña, ¿no?, paralela al triunfo brasileño en el mundo, que sería una reivindicación de un fútbol propio, local. En la Argentina, después del fracaso, se empezó a pensar cómo superar esa etapa. En esta polémica, a finales de los ‘50 y comienzos de los ‘60, estaban Giudice, que era tradicional; Minella, que era tradicional; Spinetto, que era tradicional; y vienen técnicos brasileños también: Brandao, Feola, que traen jugadores brasileños. También llegan jugadores españoles, italianos. Es decir, el fútbol se hace permeable a las influencias externas.
–¿La Argentina trató de mostrar siempre cierta autonomía de su fútbol, aunque en realidad comparta aspectos con los brasileños y con los uruguayos?
–El argentino era un fútbol propio, que se consideraba a sí mismo como el mejor –que exportaba jugadores, no muchos–, y esa confianza en sí mismo hace que entre al país el fútbol de otros países, incluso el peruano. Pero después pierde la confianza en sí mismo, la Selección no tiene presencia internacional, pierde el estilo. Continuamente cambia los directores técnicos. Va al Mundial de Alemania con tres DT. Recién después del ‘74 hay un parate y se empieza a pensar en un director técnico con dedicación full time para la Selección.
–Y aparece Menotti...
–Sí, lo que pasa es que Menotti es mentiroso. Es decir, tiene un discurso tradicional, pero en el ‘78 encerró a los jugadores en un laboratorio durante meses, sin mujeres, comiendo vitaminas con Pizzarotti y a un ritmo de juego que, cuando salieron a la cancha de River, hasta los húngaros decían qué les pasa que parecen estar desesperados. Hizo una preparación física con adelantos técnicos, pero su discurso es: lo importante es sentir el fútbol, pasarla, amasarla, gambetear.
–En ese sentido, también Bilardo en el ‘86 dice una cosa y hace otra. Porque lleva a Cuciuffo, Pasculli y hace jugar a Maradona, Batista, Burruchaga.
–Bilardo tuvo la suerte de tener a Maradona, y la suerte de cambiar a tiempo, directamente sobre la marcha. Cambió y organizó un equipo excelente. La ideología menottista es más generosa con el fútbol argentino que la bilardista. Bilardo agarra la selección después del fracaso de España y la larga en el ‘90. En ocho años no sacó a un pibe. Armó un equipo que fue subcampeón en Italia, sin un peso, pero no sacó nada. Pachamé asume una selección juvenil que jugaba como un equipo brasileño, los rajó a todos y empezó a poner carrileros, stoppers, y la cagó. Pero hay una diferencia: Menotti es un tipo que aprecia la habilidad de los pibes, le gusta eso, y en todo caso los trabaja después en la velocidad. Es posible que Menotti vaya a Central y aunque pierda 7-0, porque no arma una buena defensa, te ponga pibes. Bilardo, no.
–Dice que es un hincha terrible de la Selección. ¿Qué fue para usted lo que dejó Passarella?
–Passarella hizo un trabajo que Bielsa, prácticamente, copió. No del todo, porque con los mismos jugadores tiene un equipo más ofensivo. Los paró más adelante, que es la idea que él tiene; siempre dice que es del Ajax. Passarella me pareció siempre un hombre serio y respetable. Lo del pelo corto no me importaba. El tenía esa manía que, supongo, forma parte de la cultura del fútbol. Me pareció un poco conservador, quizá. En Francia el equipo estuvo como trabado, ¿no?
–Habló de la decepción del 6-0 con los checos y sus consecuencias. ¿El 5-0 con Colombia fue otro momento clave, en ese sentido?
–Cuando la Argentina pierde con Colombia en River fue un golpe, pero no había una idea de que la Selección era la mejor del mundo. Había un contento con la Selección porque había ganado un excelente sudamericano, con estrellas como Redondo, Batistuta y Caniggia. Era una buena Selección y se apostaba que podía llegar bien al Mundial. Su nivel de aspiración no era lo suficientemente alto, pero después vino ese sopapo que hizo que Basile llamara desesperadamente a Maradona. Salvo esa inclusión, no hubo replanteos. La goleada quedó como un mal partido de la Selección, como una noche desgraciada. En el ‘58 el replanteo fue casi total.
En Italia se culpó al árbitro Codesal, en Estados Unidos le cortaron las piernas a Maradona, en Francia se equivocó Ortega con el cabezazo a Van der Sar y en Corea-Japón el tema fue el cansancio de los jugadores. ¿El fútbol argentino siempre tiene excusas para explicar los fracasos?
–Creo hay una excusa generalizada, de la que participamos casi todos, y me incluyo, que es que la culpa la tienen los directores técnicos. Después podemos decir el cansancio, lo que sea, pero fundamentalmente la culpa la tiene el técnico. A lo mejor es una excusa, porque si Verón juega mal, Crespo no la ve y Batistuta juega el partido con Inglaterra todo el tiempo de espalda, ¿qué culpa tiene el técnico?
–¿No haber pasado la primera ronda en Corea-Japón fue un verdadero fracaso? En ese caso, ¿no le resultó extraño que Grondona ratificara a Bielsa en el cargo?
–Me dio mucha pena lo que pasó en Japón. Bielsa hizo lo que prometió. No estaba mal esa actitud agresiva, insistente. Los jugadores eran los mejores, uno más, uno menos, pero habían llegado un poco forzados físicamente, así que yo ni siquiera pensé en que había que echar a Bielsa. Pero hubo algo que no me gustó. Ellos perdieron y se fue cada uno a su casa. Acá, unos diez millones de personas, más o menos, seguimos durante tres años cada pedo que se tiraba Bielsa y cada pelota que tocaba la Selección. Después le va mal, porque te puede ir mal, pero, saludá, Bielsa. Que hable Simeone, que es tan patriota, que se pongan al lado Verón, Ayala, Batistuta, los llamados referentes, Bielsa, y que digan: “Lo sentimos mucho, hicimos todo lo posible, estamos mal, vamos a tratar de recuperar algo, no desesperemos”. ¡Digan algo! No dijeron nada. Bielsa se hizo el viudo en su campo, enmudeciendo como Napoleón en Santa Elena, Verón se volvió a Inglaterra y acá nadie dijo una sola palabra. ¡Nos levantábamos a las dos de la mañana! ¡Perdé, pero perdé con dignidad!
–Quizá sólo quisieron evitar al periodismo...
–Te molestan los periodistas, te presionan, te provocan, te inventan rumores, te joden, no les hablés, me parece bien. ¡Que se jodan! Que ellos aprendan un poco el oficio también, que son bastante berretas. Pero está el hincha, la gente que se quedó sin un mensaje de esperanza. Entonces, la Selección ahora sigue, con este tipo, que va a seguir sin saludar (risas) y su no saludo ya no me cae tan simpático como antes.
–¿Cómo se imagina el fútbol argentino del futuro?
–Tenemos que estar agradecidos a esta tierra por los jugadores que nos da. Después de Corea-Japón parecía que venía una época de decadencia. Incluso Racing e Independiente fueron campeones muy down. Pero el fútbol está bien en la Argentina. Hay una camada que está surgiendo y que es muy interesante. River tiene un par de joyitas, como Cavenaghi, D’Alessandro, Ludueña, el Chori Domínguez, que es un jugadorazo. Boca tiene alguna presencia. Racing tiene una linda delantera. Cuando un ambiente futbolístico produce delanteros, el fútbol se salvó. Lo otro se consigue con el tiempo. Lo que es muy difícil conseguir es la velocidad y la eficacia. Por eso no lo entiendo a Bielsa, que hace partidos en Libia y llama a los que juegan en Europa: ¿En qué momento va a llamar a los del fútbol local?
–¿El fútbol de antes era mejor al del presente? –Ese es el discurso eterno de los jugadores de fútbol y del hincha también. Pensar que siempre hubo algo mejor, eso muestra la debilidad de cierta mentalidad argentina, que no ve el presente. Porque el fracaso propio también tiene que ver con sentirse fracasado.
–Volvamos a la primera pregunta...
–Bueno, yo hablo con Sebreli y él dice que el fútbol es un negocio y todo eso. El fútbol es un negocio, pero a mí me gusta gritar un gol. Es un negocio mediático, profesional. Pero el cine también es un negocio y nos gusta ver películas. Si sos un hiperracionalista que está todo el tiempo pensando lo que significa cada cosa, la vida es una porquería. Yo voy a ver fútbol, que es una cosa que me despierta pasión porque no sé quién va a ganar. No me importa si el de Argentinos es un fútbol de tres pesos y el de River es de cien, mientras Argentinos le pueda ganar a River a mí me gusta el fútbol. Si en algún momento se arregla para que gane éste y pierda el otro, ahí no me interesa más.