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Bravo, debut a los 78 años
El dirigente socialista culmina hoy su primera campaña como candidato a presidente. La militancia de “el profesor”, desde los derechos humanos y la disidencia con Ghioldi, a la candidatura de su partido unificado, pasando por la de River.
Por Eduardo Tagliaferro
A punto de cumplir 78 años, la elección de hoy será para Alfredo Bravo su primera candidatura presidencial. La primera, si no se computa su frustrada intentona en el ‘97 de presidir al club de sus amores: River Plate. Seguramente estará entre los primeros votantes de su mesa, ya que en casa lo esperan los nietos para almorzar. Los seguidores de este ex docente cuya candidatura se vio tironeada por propios y extraños se dan por satisfechos si la fórmula del Partido Socialista se ubica entre las seis primeras. No es lo que se dice una hazaña pero se le asemeja, más en un contexto en el que encuestadores, medios de comunicación y hasta los propios candidatos en su intento de polarizar la elección, dieron nuevo aire a los padres del modelo político, económico y social que estalló el 19 y 20 de diciembre del 2001.
Haciendo un paralelo con sus simpatías futboleras, alguna vez Bravo supo decir: “Soy hincha de River, maestro, democrático, socialista desde los 17 años y muy higiénico. Pero hay una cosa que nunca cambio: la camiseta”. Por cierto, cuando habla de camiseta se refiere a la de su partido, ya que en varios entretiempos se desprendió de la chaqueta del Frepaso y también de la del ARI. Precisamente en las construcciones frentistas para Bravo llueve sobre mojado. Luego de haber fundado el ARI junto a la chaqueña Elisa Carrió, fueron invitados a cerrar la puerta luego de traspasarla. Lo hicieron responsabilizando a la diputada por su personalismo y sus manejos arbitrarios. Precisamente las mismas críticas que le habían formulado a Carlos “Chacho” Alvarez antes de abandonar la Alianza y el Frepaso. Desde el campamento de la chaqueña, hubo alguna que otra movida para que Bravo declinara su candidatura. Movidas que sin éxito también intentaron muchos socialistas. En la interna quedarán heridas abiertas y para afuera tratarán de pasar el trago lo más rápido posible.
Igualmente, si de bailar con la más fea se trata, Bravo parece acostumbrado. En los comicios riverplatenses, quedó allá lejos. “Somos pluralistas: Pero mirá que es el hijo, ¿eh?”, respondía cuando los periodistas reparaban que entre los apoyos que contaba para esa aventura estaba el del menemista Mariano Mera Figueroa. Otra experiencia frentista fallida en su carrera. A los 18 años, este entrerriano nacido en Concepción del Uruguay comenzó su trayectoria como docente rural en una escuela del Chaco santafesino. Su periplo en la enseñanza continuó en Buenos Aires. En 1973 participó de la unificación de todos los gremios docentes en la CTERA. Cuando fue electo secretario general del gremio, fue declarado prescindible. En 1975, participó de la creación de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Como muchos argentinos, su historia continuó primero en un campo de detención ilegal y luego en una cárcel de la dictadura.
Su reincorporación al Partido Socialista Democrático se concretó recién en 1988. La demora tiene sus razones. Encolumnados detrás de Américo Ghioldi, los socialistas democráticos en los años de dictadura ponían algunos de sus hombres en las relaciones exteriores del régimen militar. Es lógico que Bravo tuviera sus reparos. Claro que no es esta la única razón que explica su tardío retorno al socialismo democrático. “El profesor”, como respetuosamente le dicen algunos de sus seguidores, se había deslumbrado con Raúl Alfonsín. Durante 4 años fue subsecretario de Actividad profesional docente del Ministerio de Educación. Renunció en 1987, luego de que el hombre del preámbulo promulgara la ley de obediencia debida. No disimula su amor por la buena mesa, y Cantina de Bruno en el barrio de Villa Urquiza lo cuenta entre sus habitués. Allí, rodeado de fotografías y banderines de clubes de fútbol, Bravo suele darse los gustos. Entre ellos, polemizar con los dueños del restaurante, sufridos xeneixes. Una larga zaga de idas y vueltas que, más allá de los resultados del domingo, promete continuar en el Senado, si es que la Corte Suprema leda la razón frente a las impugnaciones que Gustavo Beliz hizo en los comicios legislativos del 2001.