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De algunas semanas a esta parte, algunos dirigentes, corresponsables directos o indirectos del estado deplorable cultural, institucional, económico y deportivo de lo que los propaladores de lo que no es denominan “fútbol grande”, reclaman casi plañideramente por la supuesta falta de “actitud” de los jugadores de los equipos de los clubes que aparentan dirigir.

Pero para nada está claro qué es lo que reclaman. Si “actitud” es correr más, demasiado se corre en el fútbol argentino. Si “actitud” es “poner pierna fuerte”, basta con recordar cualquier partido de las últimas temporadas. Si “actitud” es jugar al pelotazo permanente a dividir, ése es el común denominador en prácticamente todos los partidos.

Estos reclamos dirigenciales muestran a las claras el grado de ignorancia de quienes hacen como que dirigen el fútbol en nuestro país. Y no solamente en la Argentina.

Lo grave y lo que profundiza el deterioro del juego es que a muy pocos se les ocurre –como a quienes adherimos a eso que se da en llamar “el fútbol que le gusta a la gente”– reclamar mayor “aptitud”. O sea, demostrar que se sabe “jugar a la pelota”. Es que si no se sabe “jugar a la pelota”, no se sabrá jugar al fútbol.