Miércoles, 6 de agosto de 2014 | Hoy
DEPORTES › MORíNIGO Y NACIONAL
Mantiene la estampa de jugador y aún podría estar dentro del campo pero, a sus 37 años, Gustavo Morínigo es ahora uno de los artífices del milagroso Nacional de Paraguay, rival de San Lorenzo en la final de la Copa Libertadores. Admirador de Gerardo Martino, dejó el fútbol en 2011 tras haber jugado en Libertad, Guaraní, Cerro Porteño y Nacional de Paraguay, con pasajes por Argentinos Juniors y Deportivo Cali. También disputó el Mundial Sub-20 de Malasia en 1997, que ganó la Argentina que dirigía José Pekerman, y defendió a la selección paraguaya en la Copa América de Colombia 2001 y el Mundial de Corea/Japón 2002.
Su primera experiencia como entrenador arrancó a mediados de 2012 con el desembarco en Nacional, un club que venía impulsando un ambicioso proyecto desde que volvió a Primera en 2003 y que se fortaleció a partir de 2006 con la llegada a la presidencia de Robert Harrison, un dirigente de 40 años. Morínigo cerró 2012 como subcampeón del torneo Clausura y fue elegido el técnico del año en Paraguay. En 2013 conquistó el título del torneo Apertura con cinco fechas de anticipación.
El joven entrenador no parece mareado por los éxitos y hace culto a la humildad, una de las virtudes que logró transmitir a los jugadores, a quienes atribuye los mayores méritos. “Llegaron hasta acá por unidad y fe, son muchachos excelentes, de buen corazón, y se merecen estar en este momento”, dijo ayer (foto).
“Ellos (por San Lorenzo) son los favoritos, porque son un gran equipo y por todo lo que mueven, pero nosotros no vamos a regalar nada”, dijo ayer Morínigo. “Me preocupa todo de San Lorenzo. Es un equipo que tiene mucha hambre de gloria y nadie regala nada”, agregó.
El humilde Nacional está enclavado en el barrio Obrero de Asunción, en el mismo territorio de Cerro Porteño que, junto con Olimpia, es uno de los dos clubes con mayor convocatoria del fútbol paraguayo. El equipo no tuvo una actuación brillante en la Copa Libertadores, y de hecho fue el peor segundo de la fase de grupos, pero logró seguir adelante en base a un planteo que tiene una sólida defensa, en la que se destaca el arquero argentino Ignacio Don, nacido en Santiago del Estero, que de chico se probó sin suerte en Boca y jugó en las inferiores de Newell’s y de Central. “Hay que valorar, en estos momentos, aspectos que no fallan, como la amistad y el cariño. Esperemos que dentro del campo podamos transmitir fe, unión e igualdad y dejarle algo más a la gente, además de lo futbolístico”, declaró.
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