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Newell’s podía haber vivido una noche fantástica, porque el triunfo lo hubiera depositado transitoriamente en la punta. Pero se encontró con San Lorenzo, un rival más práctico y organizado, que se aprovechó de sus urgencias y lo goleó claramente en el Parque Independencia.
Los rosarinos, que venían de sumar 10 de los últimos 12 puntos disputados, no contaban ni con Maxi Rodríguez ni con Ponzio, y Julio Zamora sólo puso un delantero –Rosales– en la cancha. La intención era ahogar a San Lorenzo, y esa intención se vio muy rápido, cuando a los 18 segundos Saja le sacó la pelota de la cabeza a Saldaña, cuando parecía la apertura del marcador.
Pero ese ímpetu se diluyó más pronto que tarde, en el enredo que propuso San Lorenzo en el medio y a favor de la sorpresa que significó la apertura del marcador por parte de los visitantes: centro de Morel Rodríguez desde la izquierda, anticipo de Sarría a los marcadores centrales, cabezazo de pique al piso, cambiándole el palo a Luque.
Newell’s de golpe se encontró empujado por la opresiva expectativa de sus hinchas, pero con un solo delantero y sin dinámica en el centro del campo, comenzó a caer en la trampa. El partido se hizo lento, trabado, y en ese terreno San Lorenzo sacó ventaja. Newell’s llegó poco –alguna corajeada de Elvio Martínez, un remate de larga distancia de Vella– y San Lorenzo, controlando más la pelota, se animó, y Franco pudo haber aumentado.
Para la segunda etapa, Zamora aceptó la lección: sacó a Vojvoda, un defensor, y puso al pibe Sacripanti de punta con Rosales, para ganar en profundidad. Pero al ratito, Franco habilitó a Pusineri a espaldas de Crosa, y el volante la picó por sobre la cabeza de Luque al arco vacío. Un golazo. Sacripanti descontó aprovechando un grueso error de Saja, cuyo rechazo quedó corto. Parecía que Newell’s llegaba a la hazaña. Pero Franco tiró un taco, quedó solo ante Luque y definió con izquierda. ¿Resultado sellado? No, en el minuto 90, Acosta pateó desde la medialuna por encima de Luque, con suavidad y clase.