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Esta noche se puede, se puede
Por Diego Bonadeo
A principios de la década del ochenta, prácticamente coincidiendo con el título continental de uno de los máximos exponentes del “fútbol-alegría” de las últimas décadas –aquel Argentinos Juniors protagonista de, quizás, la mejor final Intercontinental contra el Juventus, en diciembre de 1985– y con los guiños cómplices de la recuperada democracia, en un congreso de la Federación Universitaria Argentina en Tucumán, estudiantes veinteañeras revoleaban sus faldas y contoneaban sus vaqueros y demás atuendos, y sus partes pudendas, al grito de guerra “esta noche se puede, se puede...”, presagiando festichola de poscongreso con el estribillo del “Portinari”, que la negra Mercedes Sosa había instalado por aquellos años.
Quizás alguna de aquellas integrantes de la estudiantina, ahora cuarentona, se haya acercado el viernes 26 a Juan Agustín García y Boyacá, a la fiesta del “se puede, se puede” futbolero, mensaje irrenunciable contra el pensamiento único del “no se puede”, que con la excusa de la reinauguración de la cancha de Argentinos significó el reencuentro con la exquisitez del Bichi Borghi, las entrañables locuras de nuestros wines de mesa de luz como Ereros o el Pepe Castro, la todavía actual vigencia de Adrián Domenech, José Luis Pavoni, el Panza Videla, Checho Batista, Vidallé, Commisso, y todos los que durante tantas tardes y noches, retomando las banderas de aquel gran equipo de los sesenta que jugaba y bailaba al ritmo de “Cha cha cha, cha cha cha, el tifón de Boyacá”, hicieron del fútbol lo que el fútbol siempre debió ser.