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Gabriel Batistuta volvió a manifestar sus ganas de participar en el equipo que dispute en agosto los Juegos Olímpicos de Atenas. Es un sueño totalmente lógico para darle el broche justo a una carrera brillante. Sin embargo, es un deseo que no es compatible con los intereses del conjunto de Marcelo Bielsa. Porque en la misma entrevista a Radio Mitre en la que el máximo goleador de la historia de la Selección expresa sus ganas de jugar en Atenas, también advierte que a esta altura de su trayectoria ya no va a tolerar presiones: “Sólo pienso en seguir jugando, divirtiéndome” o “para jugar en la Argentina hay que hacer sacrificios”, son algunas de las frases que dejó Bati, absolutamente entendibles, pero contradictorias con el objetivo de la Selección.
En la rica historia del fútbol argentino, la medalla dorada en los Juegos Olímpicos es un trofeo que siempre resultó esquivo, desde la caída en la final ante los uruguayos en Amsterdam ‘28. Por eso, la cita de Atenas merece una atención que el mismo Batistuta afirma que no está en condiciones de ofrecer. Sin Brasil, y con los equipos europeos integrados por jugadores casi sin experiencia en Primera División, el torneo pinta bastante accesible como para que por fin se rompa el maleficio. No se trata de un amistoso o un certamen menor, que sí sería una excusa perfecta para que el goleador cerrara su ciclo con la albiceleste.
Además de ese obstáculo, hay otro aún de más complicada resolución. A partir del pensamiento futbolístico de Bielsa, la presencia de Batistuta no sería posible. Si lo convoca, el mismo entrenador refutaría su teoría por la que prefiere a los jugadores que actúan en el exterior por sobre los que juegan en el ámbito local. Según el argumento de Bielsa, la presencia de jugadores internacionales en las ligas europeas jerarquiza a los futbolistas que actúan en ellas. De esa manera, de ninguna forma el técnico podría justificar la presencia en la Selección, en un torneo oficial, de un delantero que hace goles en la liga qatarí.