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Una bronca entendible
Por Pablo Vignone
Al hincha de River se le perdió entre los pliegues de la memoria el reciente título conquistado en el Clausura. Ya fue. Ahora se siente incendiado porque los dirigentes del club, los mismos que le dieron la oportunidad a Leonardo Astrada para hacer su primera experiencia como DT con el plantel profesional, que concluyó exitosa, se durmieron en el caso Ortega y también con otro histórico riverplatense, Matías Almeyda.
Los hinchas de River se olvidaron del título, y quieren más. En esta virtual uruguayización del fútbol argentino, en el que Boca-Peñarol y River-Nacional ganan todo sin dejarle ni una copa al resto de los cinco grandes, los hinchas de River (los de Boca también) parecen condenados a la voracidad. Pero sucede que, más allá de la avidez por tenerlo todo –el título, los jugadores, todas las victorias más todas las derrotas de su tradicional rival, incluidos de facto los superclásicos–, patalean por una razón adicional.
Porque Ariel Ortega es un jugador especial. Por la identificación con la camiseta y con el estilo. Porque saben que jugando Ortega, River (o cualquier equipo) juega a algo que lo deja mucho más cerca de ganar todos los partidos, eso que se necesita –parece– hasta para respirar, aunque en realidad sea una desmedida exageración.
Porque Ortega, aun sin jugar desde hace un año y medio en forma oficial, es un jugador distinto. Con él en la cancha gana el fútbol argentino, pero los hinchas del equipo de Núñez lo quieren para ganar ellos solos. Y es entendible: no habría que imaginar lo que los hinchas de Boca pensarían de su presidente si Martín Palermo hubiera firmado para, digamos, Lanús.
Claro, José María Aguilar no está en campaña. Aunque si el plan es vender a Cavenaghi para traer a Patiño, si es continuar sangrando el plantel para equilibrar las finanzas, la bronca es comprensible.