Entre tanta violencia y alienación que rodea al fútbol, un juicio oral terminó ayer con la absolución de un barrabrava del club Atlanta, que había sido denunciado por una ex vocal de la comisión directiva por romper a martillazos varios bienes de la sede social.

La doctora Patricia Ghichandut, a cargo del Juzgado Correccional Nº 13, entendió que Julio César Dibb no debía ser condenado por daño y lo desligó de responsabilidad basándose en buena medida en el testimonio de dos testigos, empleados ambos de la institución de Villa Crespo. Uno afirmó que se tapó la cara y el restante que se le nubló la vista cuando sucedió el hecho en cuestión.

Mónica Nizzardo, la ex dirigente que había presentado la denuncia por lo ocurrido el 17 de febrero de 2004, quedó perpleja cuando se dio a conocer la sentencia, cuyos fundamentos se conocerán en diez días. Con la absolución dictada por la jueza, Dibb, quien responde al alías de Dippy, mantuvo la libertad condicional de que gozaba, ya que había sido condenado por extorsión a seis años de prisión, de los que cumplió sólo dos.

El fiscal había solicitado la pena de seis meses para Dibb, más la revocatoria de su libertad condicional, y es el único que puede apelar el fallo ante el Tribunal de Casación, ya que Atlanta no se presentó como querellante y Nizzardo es apenas denunciante. De cualquier modo, no todo el juicio resultó gratificante para Dippy.

Un ex presidente del club, Carlos Moreno, declaró como testigo y acusó al barra por intimidarlo con un cuchillo. Por esa razón, se le abrirá otra causa por amenazas. Cuando se leyó el fallo, en el lugar se encontraban Javier Castrilli y el actual titular del club, Alejandro Korz, quienes se solidarizaron con Nizzardo y la felicitaron por su valentía, pese al revés judicial. “Pese a todo creo que no fue en vano haber hecho la denuncia. Pero, en esta ocasión, el miedo perjudicó. Y también que el club no se constituyera como querellante en su momento”, afirmó la ex dirigente.