Miércoles, 10 de enero de 2007 | Hoy
DEPORTES › VIAJO SIN MEDICO A PELEAR POR EL TITULO
Con la intención de bajar los costos, nunca lleva un doctor. Sería desposeído del cinturón de la AMB.
Por Daniel Guiñazú
Detrás de la pésima noticia que significa la confirmación del doping positivo de Mariano Carrera tras su pelea ante Javier Castillejo, asoman tres palabras: desidia, negligencia e ignorancia. Nadie puede creer que Carrera haya consumido adrede drogas prohibidas para ganarle al español el título de los medianos de la Asociación Mundial de Boxeo, el pasado 2 de diciembre en Alemania. Pero sí es posible suponer que el consumo detectado de clembuterol, un esteroide presente en los broncodilatadores que también produce un aumento artificial de la masa muscular, es la consecuencia de un descuido. O para ser más claros: de la forma desaprensiva y poco profesional con que suelen hacerse las cosas en el pugilismo argentino.
El equipo de trabajo de Carrera es ínfimo. Lo integran sólo su entrenador, Carlos Tello, algún colaborador circunstancial del gimnasio Corral de Palos de Córdoba y su manager Mario Margossian. No hay ningún médico que indique y vigile lo que Carrera toma o deja de tomar. Si lo hubiera, a las peleas importantes no viaja nunca. Y esa carencia, impensable en el alto nivel deportivo, pero comprensible en función de la necesidad de achicar costos por las escuetas bolsas que se cobran, fue lo que dejó expuesto a Carrera. Ni él ni Tello están preparados para conocer la química de los medicamentos que todo deportista recibe para potenciar o recuperar su salud. Carrera ingiere un complejo vitamínico, un antigripal, un calmante o lo que fuera, y no sabe si eso puede hacerle bien o mal, sencillamente porque no tiene quién se lo haga saber. En un tema vital, estratégico, por exceso de confianza o por desconocimiento, Carrera se movió a ciegas. Y así le fue. Ahora está al borde de ser desposeído de su corona recién obtenida y de recibir una sanción que podría trepar a los dos años de forzosa inactividad.
En otras épocas, el doctor Roberto Paladino acompañaba a los boxeadores que llevaba Juan Carlos Lectoure a pelear por títulos mundiales. Y sólo de su pesado maletín o de su consejo experto salían los medicamentos que había que tomar. Más acá en el tiempo, el doctor Walter Quintero arrimó su experiencia a los púgiles de Osvaldo Rivero y al equipo de La Hiena Barrios, con resultados diferentes. Pero queda claro que cuando un boxeador ingresa al circuito internacional, el médico es tan indispensable como el técnico o como el manager. Carrera y su equipo no quisieron, no supieron o no pudieron entenderlo. Y apelaron al “yo no fui” o a culpar a un diario sensacionalista alemán como el Bild por haber adelantado una noticia que, demasiado tarde, quizá, circuló por los carriles institucionales, pero que se sabía real desde un principio. Con las pruebas sobre la mesa, no tienen derecho al pataleo.
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