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Desde que apareció la empresa Renova como match-maker (“hacedora de partidos”, sería la traducción literal) como tercerizadora –valga el neologismo– de los partidos de la Selección Nacional de Fútbol, no han sido pocas las idas y venidas y los dimes y diretes respecto de qué era lo mejor para el combinado nacional que, por cierto, no es lo mismo que lo mejor para las cuentas bancarias de la Asociación del Fútbol Argentino. Desde algunas condiciones leoninas, que con el tiempo se fueron diluyendo respecto de la discusión sobre quiénes eran los jugadores que debían integrar el equipo en cada partido y según el rival, las turbulencias se fueron sucediendo en la periferia de la Selección, aunque no siempre teniendo a Renova en el centro de la discusión.

Por estos tiempos y no habiendo aclarado hasta ahora Diego Maradona qué es lo que tenía que aclarar de su relación con Carlos Bilardo, aparecen agresiones verbales de todo calibre, con el dinero explícita o implícitamente como común denominador.

El nepótico hijo de Julio Grondona salió en defensa del “pater famiglia”, Don Julio, amenazando con “pisar” a quien ataque a su progenitor en referencia a dichos de Maradona por la suspensión del amistoso programado en Dubai por la empresa Santa Mónica, vinculada comercialmente al entrenador de la Selección.

No acallados todavía los remezones del episodio, el hijo de Alfio Basile, el ex preparador físico de la Selección Carlos Dibos y el ex ayudante de Basile Jorge Ribolzi denunciaron operaciones de Maradona para suceder al Coco como entrenador del equipo nacional.

Mientras tanto, falta menos de un mes para la iniciación del Mundial, y una vez más como inexorablemente siempre, y como alguna vez lo escribió el Nene Panno, es de esperar que los jugadores le obedezcan a la historia del fútbol argentino. Y que los responsables del puterío se vayan de una vez.