Miércoles, 13 de julio de 2011 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Quien esto escribe casi siempre fue renuente a cantar del Himno Nacional aquello de “juremos con gloria morir”. No estaba prevista la inmolación entre las pautas del cronista. Más bien la cosa pasaba por “juremos con gloria vivir”.
Esta cuestión autorreferencial viene a cuento de la generalizada estupidez alrededor de los cuestionamientos a Lionel Messi por su renuencia a entonar las corcheas de Blas Parera y a recitar las estrofas de Vicente López y Planes.
Si no se continuara con la inveterada costumbre de las ceremonias inaugurales con canciones patrias incluidas, lo que lleva a confundir un pasegol mal hecho con lo que la historia oficial bautizó como “el desastre de Cancha Rayada”, no habría necesidad de andar ocupándose de cuestiones que nada tienen que ver con el fútbol.
Al revés, a nadie se le ocurriría un fútbol 5 en el medio de la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas.
Lo que realmente importa para el juego es que apareció –y cómo– el gran Messi y que el equipo nacional mejoró notoriamente respecto de los empates contra Bolivia y contra Colombia. Y que el gran Jairo siga cantando, y no solamente el himno.
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