Miércoles, 18 de junio de 2014 | Hoy
DEPORTES › LA PATRIA TRANSPIRADA
(24 pulgadas, en reposo)
Por Juan Sasturain
El de Brasil y México fue un partido interesante. Hasta ahí. Podríamos decir que no fue muy bueno por cuestión de centímetros. Los que les sobraron de altura a los tres o cuatro remates mexicanos de media y larga distancia –sobre todo al último de Guardado, desde la derecha, con zurda, cuando se iba el partido– y los que le alcanzaron, a la mano derecha de Ochoa, para llegar abajo, a su rincón derecho, para desviar el cabezazo de Neymar del primer tiempo. Supongamos que el ayer invulnerable Ochoa no llegaba; que el derechazo final del volante mexicano bajaba un poquito antes, por encima de la estirada de Julio César, y entraba. Hubiera sido uno a uno y –coincidiríamos– un partidazo. Por centímetros no lo fue.
Claro que el planteo es mentiroso, porque el trámite hubiera sido diferente con Brasil arriba. El local –que esta vez tampoco jugó bien– estuvo más cerca, tuvo las (pocas) más claras e incluso, si el prolijo turco del pito hubiera sido el generoso ponja del partido inicial, y hubiese concedido el penal que pidió Marcelo con más fundamentos y menos suerte que Fred cuando faltaba poco, tal vez ganaba. México siempre estuvo más lejos. Y sin embargo, por historia y por antecedentes comparativos, por cómo se esperaba que fuera y cómo se dio, es México el elogiable. Y está bien que así sea: Ochoa y Rafa Márquez fueron las bases en que se asentó un equipo más sólido que lo que suele ser, que fue combativo y prolijo en el medio pero que no tuvo con qué/quiénes lastimar arriba. Lo que tardó en llegar ante Camerún esta vez no llegó nunca.
En Brasil, el planteo de Scolari con Ramires por Hulk de salida no prometía audacias. Y no las hubo: ni Fred ni el chiquito Bernard –ni Jo después– fueron la compañía que el siempre brillante Neymar necesita, sobre todo cuando sucede, como ayer, que Oscar falta sin aviso. Mérito mexicano, claro, que los mordieron desde la casa. Pero hay falta de jerarquía aparente en los opacos del medio para plantarse a imponer condiciones, generar orden y juego. Thiago Silva y David Luiz no alcanzan, no pueden resolver en las dos áreas. Y los históricos laterales que les envidiamos siempre –más allá de algún bajón de nivel– parecen extrañar la mecánica de sus clubes.
También vimos ganar al cuco Bélgica, que remontó un partido chivo ante los consecuentes argelinos. Y un detalle: disfrutábamos de la habilidad del 10 belga, el pibe Hazard, rumbo a un golazo, cuando el amargo referí mexicano Rodríguez terminó el partido. Ahí no fue cuestión de centímetros sino de segundos. En fin...
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