DEPORTES

El rebote

Messi, una deuda impaga

Por Daniel Guiñazú

Nada hay que reprocharle a nadie. La derrota argentina no es responsabilidad de los jugadores ni del técnico. Se perdió y punto. Pero, con una mano en el corazón todavía caliente, tal vez Lionel Messi haya faltado a la cita que le deparaba la Historia ayer en el estadio Maracaná. La firma de indumentaria deportiva que lo tiene contratado le entregó el Botín de Oro al mejor jugador del Mundial. Pero más allá de esa distinción más fundada en lo comercial y publicitario que en los méritos estrictamente deportivos, Messi ayer volvió a no aparecer. Como tampoco lo había hecho ante Bélgica y Holanda. Se lo volvió a ver disgustado, fastidioso, sin gestos de rebeldía. A contramano de lo que el partido le demandaba. Al mejor del mundo se le debe reclamar bastante más. Y aunque los rivales también juegan, queda la sensación de que Messi sigue teniendo una deuda por pagar en la Selección. Quizá, la Copa de Rusia, dentro de cuatro años, sea la última oportunidad de saldarla.


Diferencia exigua pero decisiva

Por Pablo Vignone

Derrota digna, nada que reprochar. El equipo se fue armando con el correr de los partidos, Demichelis enderezó el fondo (si no jugó en el debut, cuando entraron cinco defensores, ¿de quién habrá sido al cabo la decisión de hacerlo titular a partir de los cuartos?), sucesivamente Lavezzi, Biglia y Enzo Pérez fueron equilibrando la mitad de la cancha, pero inevitablemente el centro de gravedad del equipo se fue corriendo hacia atrás. La estadística lo refleja fielmente: la Selección pasó 485 minutos con la valla imbatida (un record que Chiquito Romero le arrebata al Pato Fillol) pero, también, se pasó los últimos 322 minutos de la Copa del Mundo sin convertir. De haber llegado a los penales, de haber ganado la Copa en esa instancia, habría sido record: un campeón que no marcó ni en la semi ni en la final. Mas allá del penal no cobrado, la Argentina no contó en esta etapa decisiva con esos delanteros oportunistas que supo disfrutar en la fase eliminatoria, y lo pagó. Así terminó de comprobarse que a la lista de 23, que reflejó buena parte del gusto futbolístico del entrenador y otra cuota menor de compromisos, le faltó más peso ofensivo, llevándose en cambio volantes que jugaron poco o directamente no actuaron. Alemania, el equipo más atractivo del Mundial, es un justo campeón tras un partido en que la diferencia fue exigua: Palacio entró y no pudo aprovechar la chance que dispuso; Götze, en cambio, sí. Exigua pero decisiva.


Sensación de deber cumplido

Por Gustavo Veiga

¿Con qué explicación nos quedamos? La primera es que la Selección jugó un Mundial elogiable. Con más puntos altos que bajos, dejó una buena imagen. Disputó una final casi sin baches con Alemania. Si el título se esfumó, fue porque no definió tres mano a mano y el árbitro italiano no sancionó un claro penal a Higuaín. El campeón tuvo más posesión, intentó siempre por abajo, pero Argentina lo esperó con sabiduría. Cubrió a lo ancho los espacios, se desdobló bien en las marcas, y terminó complicándolo. Curiosa fue también la transformación del equipo. La delantera temible defeccionó en momentos clave. La defensa poco confiable se convirtió en una muralla y en los cuatro últimos partidos no recibió goles, salvo por el de Götze en el suplementario que definió la Copa. Queda la sensación del deber cumplido.


El desequilibrio que faltó

Por Facundo Martínez

Algo muy distinto es lo que se dijo, se pensó y se especuló de la Selección antes del Mundial y lo que el equipo de Sabella mostró durante la competencia: el aspecto más fuerte del equipo fue el que se presentaba como más débil, y la debilidad estuvo precisamente donde se presumían las fortalezas. La final perdida ayer en tiempo suplementario frente a Alemania y también la victoria en los penales frente a Holanda en semifinales son un buena muestra de cómo el equipo creció a lo largo del torneo en el aspecto defensivo, y de cómo el poderoso ataque al que todos le rendían pleitesías se fue diluyendo poco a poco más allá de la resistencia a esto que mostraron Lionel Messi y Angel Di María. Los que nunca terminaron de aparecer en Brasil fueron Higuaín y Agüero. Eso sí, el primero fue clave en el triunfo frente a Bélgica; del segundo, nada de nada, como se vio ayer y en otros partidos también.


Corto y traicionero

Por Ariel Greco

Las certezas del 13 de junio eran pocas, pero, en teoría, irrefutables: un ataque temible, una defensa endeble y un arquero que provocaba más dudas que confianza. Un mes exacto más tarde, Romero demostró ser confiable y hasta se disfrazó de héroe ante Holanda. La defensa resultó un punto altísimo, con actuaciones individuales muy convincentes: hasta el gol de Götze en el segundo suplementario, la Selección atravesó toda la segunda fase sin recibir tantos. Y el famoso ataque resultó, en la realidad, apenas una insinuación, con sólo dos goles en los 450 minutos decisivos del certamen. En definitiva, una vez más quedó en claro cuánto de sanata hay en palabras como “proceso”, “amistosos para ensayar” y frases del estilo. El Mundial es un torneo tan corto como traicionero, en el que no importa demasiado cómo se llega y en el que lo fundamental es encontrar el mejor juego y el rendimiento ideal en esos 30 días. El resto es puro palabrerío.


Más afuera que adentro

Por Diego Bonadeo

Después de una ceremonia de clausura bastante menos “cipaya” que la de apertura, las expectativas eran enormes, dada la inmensa cantidad de compatriotas que por el medio que fuere viajaron, se alojaron, comieron y demás en Brasil. En la Argentina, calles, plazas, balcones, terrazas, automóviles y cuanto lugar para el festejo previo resultara apto, marcaba una necesidad de amucharse, que pese a los mensajes del bilardismo y sus acólitos –“lo único que importa es ganar”, “del segundo no se acuerda nadie”, “si perdemos que se caiga el avión”– continuó una vez terminado el alargue con el triunfo de los europeos. Con características parecidas a la semifinal que Argentina le ganó a Holanda por penales, se dio gran parte del partido, con los alemanes con más posesión de pelota, pero siendo más peligrosa la Selección. Un penal de Neuer a Higuaín inexplicablemente no cobrado por el árbitro (foto), la curiosa modificación de Agüero por Lavezzi –a menos que haya sido por lesión o cansancio–, la multiplicidad de Mascherano en especial en el alargue, la peligrosidad permanente de Lahm, el gol de Götze y, en fin, una vez más la inexpresividad de Messi, fueron algunas de las circunstancias a apuntar de una final de Copa del Mundo que fue “jugada” más fuera que dentro de los estadios brasileños.

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