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La Selección, es decir el técnico y los jugadores, nos recuerdan a aquella publicidad espantosa del Gobierno de la Ciudad:

Vamos a defraudar.

Vamos a desilusionar.

Vamos a desencantar.

Vamos a fallar.

Vamos a arrugar.

Vamos a fracasar.

En uno de los peores partidos de la historia de las eliminatorias, la selección que conduce Edgardo Bauza perdió con Paraguay, dejó una malísima impresión y se fue silbada, como no podía ser e otra manera. Pudo empatar con un tiro de Di María que dio en el palo; pudo empatar en el penal que desperdició Agüero; pudo empatar en una media vuelta de Higuaín; pudo empatar en el balance de las situaciones de gol creadas, pero ni siquiera el 1 a 1 que pudo haber logrado, modifica el concepto general: se jugó pésimo en todos los órdenes.

En la previa, cuando le preguntaron al DT si estaba contento, dijo textualmente: “Después del partido voy a estar contento”. No se lo esperaba. No estaba en su planes una derrota (en los de nadie en realidad) y por eso el mazazo es mucho más duro.

Esta vez el DT intentó un equipo menos partido al meterlo de entrada a Banega, pero después lo sacó y llenó la cancha de delanteros (Higuaín, Pratto, Agüero) superpuestos y la única lucecita de esperanza estuvo en Dybala, a quien, al menos, no lo ahogó contra la raya. El pibe hizo lo que pudo, pero pudo hacer más en tandem con Banega, el único capaz de conversar un idioma parecido.

Bauza deberá agarrar papel y lápiz (como en las conferencias de prensa) para anotar todo lo que hay que corregir (tiene para un rato largo) y también para mandarle un telegrama urgente a Messi “volvé pronto que te necesitamos más que nunca”.

Retomemos la publicidad pedorra del Gobierno de la Ciudad.

¿Vamos cambiar?

¿Vamos a reaccionar?

¿Vamos a clasificar?