Lunes, 17 de diciembre de 2007 | Hoy
DIALOGOS › SANTIAGO SENEN GONZALEZ, EL DECANO DE LOS PERIODISTAS GREMIALES
Desde hace cincuenta años, las 62 Organizaciones fue la herramienta política del justicialismo en el ámbito gremial. El veterano periodista Senén González fue testigo de la fundación de este agrupamiento, que en un principio contó en sus filas con los gremios comunistas, además de los peronistas.
Por Gabriel D. Lerman
–Yo tenía algunos años de periodismo –dice Santiago Senén González con esa mirada cómplice con la que cierra cada revelación–. Había comenzado en la sección Deportes, en el diario El Mundo. Luego estuve en El Líder, en policiales. Cuando terminé, pasé a Democracia. Me llevó un veterano periodista conocido como Lucho Arana, hombre de la noche que usaba chambergo, caminaba de costado, siempre con un cigarrillo en la boca. Estando en Democracia, Héctor Kuperman me envía a cubrir el Congreso Normalizador de la CGT. Es agosto de 1957. Y yo me niego en principio, porque quiero ir a cubrir la reforma constitucional, que sesionaba en el mismo momento. “No, no, no, usted tiene que ir a cubrir el Congreso de la CGT, que es muy importante.” “Soy delegado gremial de Democracia”, digo, por lo tanto podía ir porque tenía fuero. Al final me dijo: “Dejáte de embromar, andá a cubrirlo que además conoces bien el tema”. “No, me falta conocerlo”, digo yo. “Aprendélo”, dice Kuperman. Pero una cosa es ser dirigente gremial o delegado, y otra cosa es cubrir el Congreso.
–¿El Congreso de la CGT se realiza en el mismo momento en que sesiona la Convención Constituyente?
–La Convención Constituyente era casi en simultáneo. La UCRI se retira a fines de agosto de 1957, el Congreso era coincidente. Estoy ahí en las reuniones previas, voy a la CGT, conozco al capitán de navío Alberto Patrón Laplacete, el interventor de la CGT. Por esas cosas curiosas, en algunos periódicos de la CGT, Laplacete se escribe con una “t” y en otros con dos. Pero lo más curioso es lo que se comentaba sobre su nombre. Era conocido como Alberto Patrón y el Laplacete lo había agregado porque quedaba feo que el Congreso de la CGT tuviera que convocarlo un “patrón”.
–En ese Congreso participan, entre otros, Agustín Tosco y Andrés Framini. ¿Qué recuerda de ellos?
–Agustín Tosco firmaba como Agustín Tosco Arnuedo, por el nombre de su madre. Allí están todas las actas de CGT, o por lo menos las de lo que era la Comisión Verificadora. Con él me encontré varias veces, incluso siendo directivo de la Federación Argentina de Periodistas nos encontramos en Córdoba. El había sido peronista. Cuando joven entró en una teoría de izquierda, nunca fue un marxista ni un hombre de ultraizquierda. Alrededor del año 1970 estaba en Córdoba, delegado a un Congreso de la Federación de Periodistas, y me encontré con él tomando café con ginebra en los bares de Córdoba. Era un tipo de una simpatía impresionante y recordaba nuestras conversaciones en el Congreso de la CGT. También estaba Framini, que era delegado. Framini había formado parte en el interregno de Lonardi de lo que algunos llamaron la intente cordiale. Eran la Libertadora, Framini y Natalini. Luis Natalini de Luz y Fuerza. Dante Viel había sido nombrado en las conversaciones pero se decide no mantener su nombre porque era de un gremio del Estado, ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), y los militares no quisieron. Entonces no convenía el triunvirato y quedaron los dos: Andrés Framini y Luis Natalini.
–¿Qué otros dirigentes recuerda?
–Aunque no estaba en el Congreso, pero era uno de los hombres que estaban ahí atrás, conocí a Amado Olmos, de la Sanidad. Amado Olmos es el creador de la teoría de que Perón, en lugar de estar en un lugar donde estaba Franco, es decir la tiranía franquista, debía cambiar el péndulo para aparecer en Cuba. No porque Cuba fuera socialista sino porque creaba una confrontación contra lo que él llamaba el imperialismo. Creo que después John William Cooke, un teórico de la izquierda peronista, adhirió a esta lúcida interpretación de Amado Olmos. Ahí también estaba uno de los tipos bien interesantes, que luego fue con una delegación de la CGT a Cuba en 1961, que era José Alonso. Alonso era socialista, había estado antes de la época de (Angel) Borlenghi, y pasa al peronismo luego de toda esa transformación, dirigente del Sindicato del Vestido y secretario de la CGT. Su apellido era José Alonso Varela. Llegó a ser hasta interventor del diario La Prensa, y formó parte de los que lucharon por la ley de despedidos, la 11.729. Toda esa gente estaba cerca del Congreso. Y Eleuterio Cardoso, que venía de la Carne pero había sido agregado obrero en Polonia, Checoslovaquia y Chile en la época de Perón. Después de 1955 queda detenido y vuelve ahí en el Congreso. Es el que crea la imagen peronista cuando en medio del Congreso Normalizador dice: “La clase trabajadora argentina se puso los pantalones largos el 17 de octubre”.
–Había dirigentes jóvenes y otros que venían de la etapa anterior.
–En muchos gremios, los peronistas habían vuelto a ganar, en otros no. En otros, los militares habían intervenido. Pero, ¿quiénes estaban cerca de la intervención? ¿A quiénes tomaron y aparecieron como asesores? En los gremios que se podía, en que no había una presión militar muy grande, los que urdían la trama eran ex dirigentes o dirigentes cercanos a los dirigentes desplazados, ¿me explico? Peronistas casi siempre o, cuando venían de afuera, comunistas, radicales o socialistas. Los militares llegaban como una cosa nueva que brillaba, tenían como un gran ímpetu y después se acercaba gente que los podía ayudar. Y formaban la nueva clase dirigente, la nueva guardia sindical. Algunos intermedios, radicales o socialistas en su mayoría, o comunistas. Y ahí vuelven dirigentes como Marischi, un dirigente muy lúcido de la madera; estaba Vincheli, de Químicos, estaba Alberto Cortés, de Canillitas. Y Francisco Pérez Leirós, de los socialistas, que vuelve a Municipales, y algunos decían que asaltaba el sindicato. Tal es así que después ese grupo de dirigentes no peronistas son los que integran la CGT pluralista de los sesenta.
Estaba Sebastián Borro, que después rompe el pacto Perón,Frondizi con la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre. O José Miguel Zárate, del PC. La mayoría utilizaba un slogan muy conocido en el movimiento sindical que era “unidad”, un viejo anhelo. Además de Agustín Tosco y Cardoso, estaba Salvador Malkovisky, de Comercio, que era un hombre del sector no peronista. Y Armando March, importante dirigente mercantil, socialista que después se acercó al radicalismo. José Grunfeld, un anarquista que había nacido en Moisés Ville y que en 1936 estuvo en la Guerra Civil Española como miliciano. Luego apareció por 1940 preso y tenía 91 años no hace mucho tiempo, cuando seguía yendo al sindicato de Despachantes de Aduana. ¿Por qué? Porque ese sindicato había sido el feudo, por muchos años, de un dirigente radical muy antiperonista: Juan Carlos Brunetti. Por otro lado también estaba Riego Ribas, socialista, un hombre de los más claros del sindicalismo, muy amigo de Augusto Vandor pero adversario en lo político. Loholaberry, de los textiles; Rachini, de las Aguas gaseosas, y Angel Bono, de La Fraternidad. Manuel Rodríguez, dirigente del PC, de los químicos, y Roberto García, El Aspero, porque era muy difícil, dirigente del caucho y luego taxista. Rucci, dirigente de la intervención de metalúrgicos de San Nicolás, era congresal y tenía alrededor de treinta años. Un verborrágico incontenible. También había otras personas como Antonio Mucci, que fue Ministro de Trabajo de Alfonsín, y Allende, ministro de Trabajo de Frondizi, dirigente del Seguro. Y Pedro Conde Magdaleno, dirigente de los panaderos. Había un personaje que no tenía gravitación pero la tuvo muchos años después: Casildo Herrera.
–¿Dónde se hace el Congreso?
–El Congreso se hace en Les Ambassadeurs, un salón bailable por la Avenida Figueroa Alcorta. Un salón que había sido también lugar de grandes fiestas judías, en donde hasta hace unos años estuvo Canal 9. Muy amplio. Estaba la gran barra, arriba un estrado donde estaba Patrón Laplacette, el interventor, y luego entró la Comisión Verificadora que eran Agustín Tosco, René Estourdeur y Taborda, de metalúrgicos, sentados en el estrado. Abajo, en todas las mesas distintas, puestas como si fuera una gran comida campestre, los delegados de los distintos gremios y en el fondo, atrás, los periodistas en unos palcos. Y arriba lo que se llamaba la barra, es decir los muchachos que asistían al Congreso. La barra estaba dividida en dos sectores: los que estaban arriba, en los palcos, eran los peronistas; los de abajo, que caminaban algunos con pilotos blancos, eran los pro gorilas, es decir los no peronistas. Ahí eran socialistas, radicales. Los de la barra más bulliciosa eran los peronistas, que hacían descender un gorilita, un monito, como si fuera el símbolo de los malos. Ahí estaba Antonio Da Costa, que fue secretario después de la 62 Organizaciones, y Maximiliano Castillo, del Vidrio, todos dirigentes inhabilitados. Estaba Juan José Tacone, siempre vestido de negro. Le decían que era, por su admiración en aquella época, Primo de Rivera, el caudillo de los falangistas. Y abajo los que llamaban los gorilas, los que cuando hablaban dirigentes como Brunetti, de Despachantes de Aduana, aplaudían a rabiar y gritaban.
–¿Cómo se llega a la ruptura?
–Se reúne el Congreso, se crea una Comisión Verificadora de los delegados para ver las credenciales, pero esa Comisión no llega a su fin porque hay discrepancias en torno a cómo se dirige. Se retira un grupo de gremios, que ahí conforman los 32 gremios mayoritarios y democráticos. Se retiran porque en la votación entienden que no están verificados todos los delegados. Hay una discrepancia, es decir, es una cosa constante en lo que es la verificación. Cada uno la veía distinta. El tema es que el Congreso se traba por las discrepancias en la Comisión Verificadora. Y se queda sin quórum. Es decir, en la primera votación se eligió una Comisión de Poderes, fue nominal y ganaron los sectores del candidato que se llama democrático, los que después fueron los tramperos, para no decir antiperonistas o afines al gobierno.
–¿Cuáles son las posiciones?
–La comisión formal del Congreso dio lugar a tres posiciones. El despacho de la mayoría aconsejó aprobar todas las credenciales. El de la minoría también, pero con algunas reservas. Un tercer despacho de los peronistas, si no me equivoco aprueba todo, pero denuncian que los padrones de algunas organizaciones habían sido inflados y reclamaron la designación de una Comisión Verificadora. Esta Comisión debía constituirse en los sindicatos cuestionados y revisar sus libros y sus documentos para determinar la cantidad de afiliados con que contaban, y determinar así el número de delegados que les correspondía para el Congreso de la CGT. El sector que había logrado la mayoría numérica en la primera votación dijo que no, lógico. Alegó que habiendo aprobado el Congreso las credenciales de los delegados, no correspondía designar ninguna Comisión. Desde el punto de vista funcional tenían razón, desde ese punto de vista nada más. Esa tarea pudo haberla cumplido la Comisión de Poderes. El debate fue así largo, desordenado, el interventor tocaba la campana mucho tiempo, y demandó dos o tres sesiones, mañana y tarde.
–¿Cuál era la postura de los peronistas?
–El sector peronista buscaba medir fuerzas en un terreno más favorable. Lo cierto es que al final el asunto fue sometido a votación, y se resolvió asimismo que la votación tenía que ser secreta. La creación de la Comisión Verificadora se aprobó por una diferencia de 6 o 7 votos. Y revisaron alrededor de 600 acreditaciones. Cuando se anuncia el resultado, la delegación de Unión Ferroviaria, Comercio y algunas otras más se fueron. Respondían a los no peronistas. Unión Ferroviaria, Comercio y Despachantes de Aduana. Como se había cuestionado a la Comisión de Poderes, entonces pidieron que se expidiera la Comisión Verificadora: “Hasta que no se expida, nos vamos”. Entonces se pidió que siguiera la sesión, pero ya no había quórum, y no hubo más Congreso.
–¿Qué pasó después?
–Y luego hay reuniones en La Fraternidad, pero no coinciden. En La Fraternidad se reúnen todos, de distintos sectores, en la sede de La Fraternidad, en la calle Yrigoyen. Y luego, al no llegarse a un acuerdo, empezaron a reunirse los dos sectores: los no peronistas en Comercio y los peronistas más los comunistas en Sanidad. De ahí salen las 62 Organizaciones, que hacen dos paros bastante importantes. Uno el 27 de noviembre, una huelga general, y dos paros el 22 y 23 de octubre. Son los dos paros de las 62 Organizaciones. Son las 62, peronistas y comunistas. En noviembre hay una reunión en el Luna Park, donde habla Eleuterio Cardoso, y la unidad se empieza a diluir, porque hay un factor político determinante: está la posibilidad de las elecciones, Frondizi anuncia el inminente acuerdo con Perón, y se crea la posibilidad de una Ley de Asociaciones Profesionales. Las 62 se mantienen, en tanto los comunistas crean una entidad antiintervencionista, que serán los 19. Y se retiran de las 62.
–¿Cómo es la relación de los peronistas y los comunistas?
–Primero forman el MOU (Movimiento Obrero Unificado) donde conviven peronistas y comunistas. Y después el MUCS (Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical), donde ya quedan los comunistas e independientes sin los peronistas. La comisión antiintervencionista es nada más contra la Ley 62.219. Esto es en 1958, cuando se venían las elecciones presidenciales. Cuando viene el acuerdo Perón-Frondizi, se rompe el MOU y viene todo ese acuerdo con Frondizi, que sanciona la Ley de Asociaciones Profesionales. Aunque al poco tiempo también se rompe con la toma del frigorífico Lisandro de la Torre.
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