Este diálogo suena a veces como un catálogo titulado “Pasos para hacer un festival de cine”. En este caso, el Festival Internacional de Derechos Humanos para América Latina y el Caribe, DerHumALC. Puede ser eso, también puede ser una lección de esfuerzo y persistencia, de convicción política y social, además de un creciente conocimiento crítico y técnico.

Sin embargo, había algo más: el cumplir diez ediciones el Festival en la memoria de ambos, de Julio Santucho y mía. Estaba el recuerdo de un primer encuentro, antes de iniciarse el Festival inaugural en 1997, en los altos de un restaurante de la avenida Corrientes, para conversar largo, comer unas milanesas bastante secas y hacer una nota sobre el proyecto de reunir el cine de derechos humanos en Buenos Aires. Por entonces era la segunda experiencia en el hemisferio y en el mundo. A nivel internacional solamente existía el Human Rights Film Festival, de Nueva York.

Santucho, hoy de 62 años, hermano menor del legendario “Robi”, líder del PRT y comandante del ERP (a quien también había tratado en Tucumán y en La Banda, Santiago del Estero, además de Buenos Aires), generosamente ayudó, como docente y con su experiencia, a uno de mis hijos en la preparación de una tesis de maestría.

El festival ahora es grandecito, habiendo cumplido diez temporadas en once años, y merecía esta charla. A Buenos Aires este año trajo amigos del exilio y creadores nuevos, algunos de ellos gente que se han largado solos y con gran esfuerzo, y otros independientes que gozan de mayor respaldo. Las exhibiciones en varios centros, Gaumont, Centro Recoleta y otros atrajeron miles de espectadores.