DISCOS › “BUSCANDO UN AMOR”, EL NUEVO DISCO DE PAPPO
El gato muestra sus garras
El guitarrista y cantante hizo uso intensivo de su sapiencia en los géneros negros para un CD notable, hitero y de pura cepa rockera.
Por Eduardo Fabregat
Si se quiere, la historia local deja testimonio de mil Pappos. Hay un Pappo prócer que integró Los Gatos y los primeros Abuelos de la Nada, y luego lideró uno de los tríos más potentes y significativos de los setenta, Pappo’s Blues, responsable de martillazos inolvidables como Tren de las 16, Fiesta cervezal, Sandwiches de miga o Imaginé. Hay un Pappo metalúrgico, que, en B.A. Rock, asoma su cabeza de un motor bien fierro para advertir que las cosas están mucho más podridas de lo que parece: flanqueado por Vitico, Boff y Michel Peyronel, ese Pappo hizo florecer cuernitos por toda Capital y Gran Buenos Aires al influjo de Ruedas de metal, Macadam 3... 2... 1... 0, Mal romance, Susy Cadillac y La pantalla del mundo nuevo. Hay un Pappo obligado a contemporizar y pedir a los rifferos que aflojaran con las cadenas, tras aquella célebre anécdota del público deteniendo una locomotora a la salida de Ferro. Hay un Pappo nuevamente blusero, que surfeó con inteligencia el boom del género en los tempranos ‘90, revalidó su lugar de instrumentista de excepción e hizo excelentes migas con un tal B.B. King. Hay, también, un Pappo que se reúne con Claudia Bello en Casa Rosada en los albores del gobierno de Carlos Saúl I, y uno que rigorea a DJ Deró en el programa de Nico Repetto, y uno que le pega a Lucas Martí en una discoteca, y uno que hace sifoncito con la nariz cuando le preguntan en un programa “zafado” si usa Viagra, y otro y otro Pappo.
Pero entonces hay que ajustarse a los hechos, y el principal atractivo de Buscando un amor (Red Lojo/Sony Music) es que allí pueden rastrearse varios de esos Pappos, pero ante todo termina brillando el músico. El lugar común periodístico lleva a la conclusión fácil de “su mejor disco en varios años”, pero esas trampas terminan diciendo poco sobre la música. Elegancia de vestuario negro y dobro al tono, Norberto Napolitano grabó sus veinte tracks sin apuro y a conciencia, hizo jugar a fondo su conocimiento de los códigos más sanguíneos y, al cabo, peló un gran disco de rock.
Si en aquel disco doble de autohomenaje el guitarrista versionó sus mejores canciones cruzando armas con pesos pesado como Divididos o La Renga, aquí se concentró en darle vuelo a su propia banda, integrada por viejos conocidos como el bajista Yulie Ruth y el baterista Bolsa González, las armónicas de Luis Robinson y coros de Blacanblus: una banda con alto rodaje de bar y zapada, precisa y filosa, buen vehículo para la voz rasposa del Carpo, envase ideal para sus intervenciones en las seis cuerdas. Y enriquecida por Nico Raffetta en teclas y Henry Donati en steel guitar, una sección de vientos (Richard Nant, Gustavo Musso y Pablo Puntoriero) arreglada por Javier Malosetti y otra de cuerdas (Javier Casalla, Ekaterina Larchenko, Dimitry Ronoi y Diana Gasparini) dirigida por Darío Spiguel.
Así, con semejante sostén, va asomando otro Pappo, relajado líder de orquesta rockera, lobo curtido en las negruras del rock, el blues, el rhythm’n’blues, el boogie woogie y la balada áspera. Y no tan extrañamente hitero, a juzgar por la facilidad con que se instalan las melodías de Ella es un ángel, la encantadora Buscando un amor, Banquero blues o Descortés. Promediando el bloque de canciones propias (el cierre del CD está integrado por covers de clásicos como Little red rooster y The thrill is gone), además, surge la perla, el momento que remata todo lo insinuado desde el arranque. Tras una humorada de la era en que no existían sofisticaciones como El Laboratorio de Dexter y Cartoon Network (“¡Por las garras de mi abuelo! ¡Jamás había visto un ratón tan grande!”), Pappo dispara la soberbia Aquel gato, contundente lección sonora para todo el que aspire a colgarse la guitarra en plan rock: “No te das cuenta, te pusieron el elástico, te secaron las bolas, seguiste jugando y ahora qué, eres un gato frustrado, y ahora qué, eres un gato castrado...”, murmura, arrastra, se mofa Napolitano sobre una base monolítica que hace transpirar las paredes. Y queda claro que este y los otros mil Pappos se resisten a la domesticación: el Carpo es ese gato, gato de techos y ambientes ahumados. Y da gusto que saque las garras.