Lunes, 23 de junio de 2008 | Hoy
ECONOMíA › LAS PERSPECTIVAS DEL MERCOSUR Y ESTRATEGIAS MACROECONóMICAS
El desarrollo productivo de los dos principales socios del bloque regional va redefiniendo el esquema de intercambio comercial. La divergencia en las políticas macro genera desequilibrios en sus respectivas economías que pueden terminar afectando el proceso de acercamiento.
Producción: Tomás Lukin.
Por Marta Bekerman *
Las exportaciones argentinas han mostrado en los últimos años un importante dinamismo y una diversificación de productos y de destinos que resultó en un holgado superávit en su balance comercial.
La situación es distinta en el caso del comercio bilateral con Brasil. Registra una etapa exitosa para la Argentina hasta 1998 pero, a partir de la devaluación brasileña de 1999, se inicia un proceso de estancamiento y declinación que se extiende hasta el 2002. A partir del año 2003 comienza a recuperarse pero bajo nuevas condiciones: la situación comercial se vuelve, desde entonces, muy favorable para Brasil. Es decir que la Argentina va perdiendo terreno en sus relación comercial con su principal socio del Mercosur. Por el lado de las exportaciones va reduciendo su participación en ese mercado. Si se observan las importaciones, en cambio, cada vez es mayor el peso de los productos brasileños en el total de las compras argentinas en el mundo. A pesar del proceso de revaluación que viene sufriendo la moneda brasileña, el déficit comercial argentino con Brasil muestra una tendencia creciente desde el 2003 y llega a superar los 4000 millones de dólares en el 2007.
¿Cómo puede explicarse esta transformación en las relaciones comerciales bilaterales, donde la Argentina pasa de mostrar una situación de superávit comercial hasta 1998 a presentar déficit crecientes durante los últimos años?
Lo que se puede observar es que la balanza comercial de Argentina con Brasil registra una reducción de los saldos positivos en productos primarios y manufacturas de origen agropecuario (MOA), y un creciente balance deficitario en manufacturas de origen industrial (MOI). Es que en el caso de los productos primarios y MOA, que son los que mostraban tradicionalmente ventajas comparativas frente a nuestro socio, esas ventajas se están perdiendo debido, principalmente, a las políticas agrarias implementadas por Brasil, que lo llevaron a sustituir importaciones. Por otro lado, el avance de la “sojización” en Argentina redujo los volúmenes exportables de otro tipo de productos, no sólo a Brasil, sino a todo el mundo.
También en el caso de las exportaciones argentinas de combustibles. Brasil está encontrando nuevos yacimientos que van a cambiar su situación dentro del ranking de los países productores de hidrocarburos. Por otro lado está aumentando fuertemente la producción de energía renovable a través de los biocombustibles. Esto lleva a pensar que los volúmenes de ventas a Brasil de estos productos irán desapareciendo en breve plazo.
El eje de la relación bilateral se está desplazando en forma creciente hacia las MOI, cuyo saldo, favorable a Brasil, va definiendo el rumbo del balance comercial bilateral. En este rubro, mientras que Argentina fue perdiendo participación en el mercado de Brasil, sus importaciones muestran un fuerte desvío desde terceros mercados hacia ese país (durante el período 1998-2006 las importaciones desde Brasil crecieron un 66 por ciento, mientras que las del resto del mundo cayeron un 8).
Desde los comienzos del Mercosur el saldo bilateral de estas manufacturas fue siempre negativo para la Argentina. Pero durante el período 1996-1998 era más que compensado con los superávit del resto de los rubros, arrojando un saldo global positivo. En cambio, a partir del 2004 el saldo negativo en MOI se vuelve crecientemente superior al superávit registrado por los otros rubros.
El proyecto que establecía a la Argentina como un proveedor de bienes primarios a cambio de manufacturas industriales producidas por Brasil, como fuera alguna vez imaginado por algunos economistas de ambos países, parece haber perdido vigencia frente a los procesos de sustitución productiva realizados por Brasil. Esto plantea que la viabilidad futura del proceso de integración va a estar ligada a la capacidad que tengan Argentina y Brasil de poder desarrollar un comercio de tipo intraindustrial en donde las MOI estarían llamadas a jugar un papel protagónico para promover el desarrollo de nuevas ventajas comparativas dinámicas de los países de la región en relación con terceros mercados.
* Directora del Centro de Estudios de la Estructura Económica (Cenes) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
Por Ramiro Albrieu *
Desafiando a uno de los pilares de la escuela cepalina, la evolución reciente de los términos de intercambio ha sido muy favorable en buena parte de América latina. La situación es heterogénea: mientras que países como Costa Rica y Honduras no se ven beneficiados, dependiendo en forma creciente de las remesas, los países productores de hidrocarburos y minerales, como Venezuela y Chile, están viviendo un boom sin precedentes. En el medio, los productores de alimentos, como Argentina y Brasil, son beneficiados por el nuevo contexto, pero más moderadamente y con alta incertidumbre sobre la persistencia del shock. Los países “ganadores” han obtenido como recompensa un mayor espacio para aplicar políticas. Cuentan ahora con herramientas para manejar la volatilidad agregada, en particular, los episodios de crisis macroeconómicas. Por supuesto, tener la capacidad de elegir no significa ipso facto elegir la mejor opción; también incluye la posibilidad de dejar pasar la oportunidad y volver a repetir la historia.
Brasil fijó como prioridad el control de la inflación. El sistema de inflation targeting (IT) implementado fue muy exitoso en reducir la inflación. Sin embargo, el haber atendido al objetivo inflacionario por sobre los demás tuvo sus costos. Primero, la trayectoria de crecimiento mostró un retraso en relación con la región. Segundo, IT requiere reducir la dominancia de la política fiscal sobre la política monetaria. Inflexibles los (crecientes) gastos en seguridad social, el ajuste fiscal se volcó hacia una presión impositiva más alta y una fenomenal reducción de la inversión pública. Tercero, el esquema de IT conlleva altas tasas de interés, lo que implica en los hechos mayor presión cambiaria y mayor vulnerabilidad fiscal.
Argentina siguió una estrategia diferente: recurrió a un sistema de meta de tipo de cambio real. Con los costos congelados por el alto desempleo, la devaluación del peso motivó una fuerte expansión de los márgenes de ganancia del sector transable. En aquel momento la decisión de la autoridad monetaria de sostener el tipo de cambio se dirigió en el sentido correcto: recomponer la solvencia pública y la liquidez externa. Con mejores fundamentals y una fuerte aceleración de la tasa de crecimiento, los riesgos fueron mutando, dando mayor peso a la inflación. Ante una dinámica exportadora sin precedentes, la expansión monetaria debía compensarse con acciones del Banco Central (herramientas de esterilización) y también del fisco (alto superávit y desendeudamiento).
Ambos países decidieron esquemas polares de política, poniendo el foco en un objetivo particular y minimizando la importancia de los otros. Desde el momento en el que el shock externo muestra una persistencia no prevista por los arreglos de política comienzan a verse los problemas de administración de riesgos. En Brasil el diferencial de tasas genera una entrada de capitales que presiona a la baja al tipo de cambio, erosionando al perfil exportador. El resultado acumulado de cuenta corriente devino deficitario y el gobierno apuró un plan de exenciones fiscales a los exportadores e industriales como medida ad hoc. El problema es que para implementarlo deberá recortar gastos en zonas sensibles. En Argentina la situación es tanto o más complicada. La tasa de inflación es alta y no hay programa antiinflacionario integral visible. El riesgo inflacionario se mitiga con políticas específicas, como las retenciones, y toma cada vez más importancia el otorgamiento de subsidios y exenciones.
Las señales de déficit de cuenta corriente de Brasil y de alta inflación en Argentina son importantes ya que tienen algo en común: son predictores de crisis macroeconómicas. Señalan por ello la necesidad de moverse hacia esquemas de política más flexibles, con una mayor coordinación entre la política fiscal y la política monetaria. Con autoridades atentas a estos cambios, las políticas tendrían que moverse en ese sentido.
¿Por qué debe importarnos el futuro de Brasil? Porque cuando uno de los dos países crece se intensifica el comercio regional y ello reduce la probabilidad de crisis en el otro. Hoy ambos países están creciendo, cosa que no ocurre con frecuencia, y entonces aparece la oportunidad. Está en las autoridades no caer en la desatención y rediseñar sus esquemas de política económica para evitar que otra oportunidad sea desaprovechada.
* Investigador del Cedes.
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