ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO

Para Blejer, si hay híper habrá dolarización

 Por Julio Nudler

Mario Blejer se muestra tan calmo, razonable y extrovertido que resulta sospechoso. Finalmente, ningún presidente de Banco Central evitará la tentación de fingir tranquilidad en vísperas de la gran apuesta: la flotación cambiaria. Lo que se percibe en las entrelíneas de sus comentarios es su incomodidad con ciertas definiciones políticas del Gobierno, con las cuales se ve obligado a convivir, dado que llegó al cargo que ahora ocupa cuando Eduardo Duhalde ya estaba en la Casa Rosada. Así, aunque Blejer comprende que “la gente quiere dólares”, debe imponer la pesificación. Obviamente, nadie lo obligó a aceptar el puesto en reemplazo del renunciado Roque Maccarone, pero dice que lo hizo por patriotismo y porque le llegaron trescientos mensajes de todo el mundo, incluyendo uno de Tadzikistán, instándolo a asumir el desafío para ayudar a su país. Cualquiera es libre de pensar, sin embargo, que es una especie de delegado del FMI, organismo digitado por Estados Unidos para el que trabajó durante veinte años, y ciertamente su visión de la economía es la de un neoliberal, muy alejado del populismo que se le sospecha a Duhalde y, por supuesto, de ideas auténticamente progresistas. Lo que sigue es un detalle de sus opiniones, puntos de vista, criterios y decisiones de política en relación al dólar, el corralito y otras pesadillas nacionales.
- Al Fondo no le cayó mal el proyecto de Presupuesto. Le parece que tiene buena chance de cumplirse, porque el déficit planteado, de 3000 millones de pesos, es más realista que el déficit cero. (Algo indiscutible: cuanto mayor el desbalance proyectado, menos irreal.) Pero no está muy claro el financiamiento. Es decir, que se las pueda arreglar recibiendo sólo mil millones provistos, emisión mediante, por el BCRA.
- El Fondo no criticó ninguna decisión, pero quiere ver cómo siguen las cosas. El problema es que la Argentina necesita el dinero antes porque los tiempos no le dan.
- La única condición sine qua non planteada por el Fondo es el veto de la ley de Quiebras (sancionada por el Congreso). Duhalde lo sabe, pero habrá que ver qué resuelve. Lo que el FMI no admite es que se les licúen las deudas a las empresas y encima se les diga que no las paguen.
- Si no se pesificaban los créditos bancarios, la incobrabilidad iba a ser del 85 por ciento. Al haberlos convertido en pesos uno a uno, la incobrabilidad bajaría al 15 por ciento.
- Lo que el Fondo quiere es un programa fiscalmente sustentable, lo cual implica armar escenarios para el 2004, el 2005... Es pura futurología. Eso es siempre posible. Cuestión de convencerlos, y de convencerse uno mismo. Claro que con permanentes caídas anuales del Producto Bruto nada es sustentable.
- No es entendible la psicología argentina. Por qué acá se piensa que lograr un voto de confianza en el exterior es tan importante para que haya confianza interna en el programa. Aunque la ayuda externa es clave para que pueda ser reestructurada la banca, más importante todavía es la percepción de ese respaldo.
- La clave es cómo funcionará el mercado cambiario en los próximos 15 días. La experiencia internacional indica que habrá un overshooting (sobrerreacción) inicial. El lunes no es buen día para debutar con el dólar libre, porque la gente todavía tendrá plata. Mejor hubiese sido arrancar hacia fines de mes. Además, hay mucha importación pendiente de pago, y es previsible que los importadores querrán asegurarse los dólares de entrada, antes de que suban más, mientras que los exportadores no van a liquidar sus divisas enseguida, porque preferirán esperar a que aumente el tipo de cambio.
- Algunos piensan que el Banco Central debe intervenir en el mercado cuando el dólar esté muy caro, para así castigar a los que hayan apostado al dólar y, de paso, hacer un buen negocio, vendiendo reservas a alto precio. Pero el castigo no debería demorarse más de uno o dos días, para evitar que el dólar provoque inflación.
- El BCRA tiene reservas como para no dejar que el dólar suba por encima de
$ 1,60. Incluso podría estabilizarlo en 1,50. La condición es aplicar una política monetaria estricta.
- Poco a poco habrá desatesoramiento de dólares, porque hubo mucha acumulación por parte del público y existe gran necesidad de pesos. La liquidación será más intensa si la gente se da cuenta de que el dólar saltó muy arriba y de que, a partir de cierto momento, los precios aumentarán más que el tipo de cambio libre. De todas formas, el desatesoramiento no será muy significativo.
- La experiencia de crisis financieras en otros países es de relativa utilidad, porque ellos contaban con un sistema financiero y bancos que funcionaban. En cambio, la Argentina inicia la flotación sin nada de eso. Su única arma es vender dólares en el mercado cambiario, ya que carece de instrumentos para regular la liquidez. Y el Banco Central, que cree ser el único organismo estatal con un resto de credibilidad, no quiere quemarlo saliendo el lunes a vender una letra en el mercado, arriesgándose a no conseguir colocarla, o tener que ofrecer una tasa exorbitante.
- No en lo inmediato, pero dentro de algunas semanas habrá inversores dispuestos a colocar plata por uno, dos o tres días en letras que le servirán al BCRA para ofrecer una opción al dólar. Al mismo tiempo, los bancos deben ir pensando en desarrollar nuevas formas de captación –aceptaciones, planes de ahorro, clubes de compra, etcétera–, porque por bastante tiempo no recibirán depósitos frescos.
- Esas nuevas opciones deben funcionar como sucedáneos del dólar. Por tanto, deberían ser en dólares o estar indexadas con el tipo de cambio. Pero esta necesidad choca con la decisión de desdolarizar y con la filosofía de la pesificación. Tampoco podrían manejarse instrumentos indexados por precios, ya que ello equivaldría a admitir la inflación. Pero lo real es que habrá que salir con lo que la gente quiera.
- Esto podría implicar, en última instancia, la dolarización. Ahora bien: hacerlo con un dólar a 2,50 podría lograr tanto el objetivo de dolarizar como el de cambiar los precios relativos, pero de manera demasiado costosa.
- La gente es contradictoria. Por un lado, rechaza la dolarización, pero, por el otro, no quiere pesos. Esta confusión termina reflejándose en la política pública.
- El acuerdo al que llegaron los bancos de no venderle dólares al público en la Capital y otros centros urbanos no tiene sentido lógico. No es conveniente que la venta quede sólo en manos de las casas de cambio.
- Dar seguros de cambio sería peligrosísimo. Tendría un costo fiscal muy alto. En lugar de ello, hay que desarrollar un mercado de futuros para que los operadores se cubran solos del riesgo cambiario.
- Hay un serio problema con las empresas que se endeudaron afuera. Es difícil decirles que se las arreglen solas. Es preciso evitar el default privado, autorizándolas a transferir los dólares al exterior. Pero hay firmas endeudadas que ni siquiera tienen los pesos para comprarlos. También ocurre con algunos bancos. No es justo penalizar a los que se fondearon con líneas externas o capital propio, y por ende tienen pocos depósitos (pasivos bancarios) para pesificar. El BCRA atenderá esos casos uno por uno.
- En la concesión de redescuentos a los bancos se están tomando todos los recaudos posibles, exigiendo sobregarantías y evitando asistir a entidades que estén virtualmente quebradas. (Blejer se niega rotundamente a hacer nombres propios.)
- Seguirá habiendo una banca pública en el país, pero la cuestión es definir con qué estructura.
- La tasa de interés regulada por el Central para los créditos pesificados será más alta para las deudas empresarias que para las personales, no superando aquéllas, en todo caso, el 7 por ciento anual. Ambas serán superiores a la mínima que establecerá el BCRA para los depósitos.
- El Banco Central seguirá sin conceder status monetario a patacones ni lecop, preservando su monopolio como emisor de moneda. Vale decir que nadie será obligado a aceptar patacones ni lecop, aunque sean de emisión estatal. No obstante, se permitirá que los bancos acepten esos medios de pago para la cancelación de tarjetas, siempre que el pagador demuestre ser un receptor primario.
- El corralito no ha sido impuesto para jorobar a la gente sino para evitar que se caiga el sistema bancario. Por tanto, aguanta que algunos avivados lo burlen, lo cual es inevitable. Pero son los propios bancos los más interesados en aplicar estrictamente las restricciones.
- La realidad es que la gente no quiere al peso, ni a los bancos ni a los instrumentos de deuda que pueda emitir el Estado. Por tanto, además de defender su residuo de credibilidad, el Banco Central tiene que mantener con firmeza el único instrumento que tiene: la decisión de emitir o no emitir pesos. Y ser todo lo imaginativo que pueda.
- La Argentina no irá necesariamente a la dolarización porque el dólar se remonte a 3 pesos, pero dolarizar será inevitable si se recae en la hiperinflación.

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