ESPECTáCULOS › LAS MURGAS MARCHARON POR EL CENTRO DE BUENOS AIRES
Una comparsa sin corralito
Unas cuatro mil personas participaron del encuentro. La excusa fue la inauguración formal del carnaval, pero resultó simbólico el rodeo murguero al Congreso, en una colorida protesta festiva.
Por Mariano Blejman
Marchó una comparsa detrás de la otra, por el centro neurálgico de esa zona de Buenos Aires que los ciudadanos relacionan con El Poder. De la Rosada al Congreso, desandaron la Avenida de Mayo en sentido contrario al que suelen tener los cacerolazos últimamente. Esta vez fueron los bombos y los platillos, que anduvieron desde Plaza de Mayo hasta la otra plaza, la del Congreso. En un momento, rodearon a esta última por completo. Unas cincuenta murgas inauguraron el Carnaval, pidiendo, además, que se restituya el feriado extirpado del calendario en tiempos de la dictadura. Fue la marcha más grande entre todas las que convocó desde sus orígenes la agrupación M.U.R.G.A.S.
Entre 3500 y 4 mil personas (según los organizadores) recorrieron el mismo lugar donde, semanas atrás, una pueblada se enfrentó a la Policía, mientras reclamaba contra el corralito, la Corte Suprema, el FMI y demás instituciones. Aunque, esta vez, la fría vestimenta policial de aquellos días se transformó, probablemente por obra del Rey Momo carnavalero, en un paseo colorido donde los trajes de lentejuelas brillantes se pegaron bordados en la fiesta de Carnaval, que durante cuatro fines de semana se repartirá por cuarenta corsos en toda la ciudad.
La marcha comenzó cerca de las 18.30 frente al edificio del Gobierno de la Ciudad. Las caras pintadas de sonrisa indeleble no se hicieron esperar y colmaron la avenida celosamente custodiada por la Federal. Los nombres de las murgas, bordados en los trajes o estampados en banderas multicolores, destilaban cierto sarcasmo. Del puñado de murgueros se destacaron “Los amantes de la Boca”, alrededor de 160 personas vestidas de azul y oro, que hicieron sentir la pasión boquense en el corazón del Carnaval. “Gracias Diego”, decía una espalda brillante con la imagen de Maradona. En el medio, un grandote le daba al silbato como si fuera lo último que haría en su vida. Aunque, bueno, ellos dicen que todo el año es Carnaval y probablemente el del silbato también toque el bombo los domingos.
Existió un factor común en casi todas las murgas que desfilaron anteayer: la imagen (¡la misma imagen!) de Ernesto “Che” Guevara estampada en los trajes de una gran cantidad de murguistas. Así se pudo ver el rostro del Comandante en el voluminoso grupo de “Los Pitucos de Villa del Parque”, en “Los enemigos del casorio” y en “Gambeteando el empedrado”, entre otros. Estos últimos fueron entrevistados por uno de los medios extranjeros presentes, que filmaban entusiasmados. Se trataba de un equipo de periodistas holandeses, que llegaron a estas tierras investigando “el pueblo de Máxima” y se quedaron cubriendo un carnaval cuantioso en un país que poco sabe de realeza. Y que, por cierto, a pesar del colorido, su festejo tuvo poco de “orange”.
Pasadas las 19.30, la marcha se convirtió en desfile. La inmensa cantidad de participantes hizo que, en un momento, la gente llegara –estirada por Avenida de Mayo– desde Tacuarí hasta Callao. Ya cerca de las 20 llegó al Congreso “Los pibes de Don Bosco”, la murga que encabezaba la marcha con una gran bandera amarilla y blanca, casi como si se tratara de la llegada del Papa. Allí había un grupo de caceroleros que venía de hacer lo suyo contra la Corte Suprema en Tribunales, que los esperó con sus pancartas contra la Corte, al son de unas cacerolas cada vez más abolladas de tanto trabajo. Por el fondo seguían andando los demás. Allá venían, cuantiosos, “Los Kilmes” (con esa K anarquista), los del “Espíritu Cascabelero” de Lanús y los “Escalando sin remedio”, provenientes de (claro) la localidad de Remedios Escalada. En el tercer bloque de murguistas marchaban “Los pecosos de Floresta”, en su primera aparición pública sin Maximiliano Tasca, uno de los pibes asesinados en el minimercado de Bahía Blanca y Gaona, que allí tocaba un bombo. Las murgas dieron la vuelta completa a la Plaza de Congreso, aunque no se animaron a dar vueltas en un carrusel interminable. Entre todos parecían quererinvocar a Momo, el bufón de la risa y rey del Carnaval, que a esa altura ya estaba regodeándose en su reino.