Sábado, 5 de noviembre de 2011 | Hoy
ECONOMíA › EL FONDO MONETARIO Y LA COMISIóN EUROPEA VAN A MONITOREAR SUS CUENTAS
Los organismos multilaterales desconfían de la voluntad del gobierno de Berlusconi para aplicar el ajuste fiscal. Il Cavaliere se comprometió a reducir la deuda pública de la Península de 120 a 113 por ciento del PIB en 2014.
Por Javier Lewkowicz
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea (CE) realizarán una vigilancia estricta de los compromisos que tomó el gobierno de Italia en materia de ajuste fiscal. La preocupación de las autoridades europeas se explica por la fragilidad que muestra la economía italiana, situación que sigue algo cubierta por la extrema debilidad de Grecia. Sin embargo, por peso específico, un derrape italiano volvería absolutamente límite la situación en la Zona Euro. Los líderes regionales, de la misma forma que utilizan en el caso de Grecia, Irlanda, Portugal o España, presionan a Italia para que reduzca gastos y de esa forma genere el excedente para poder pagar la deuda pública. Aunque esa estrategia está demostrando, especialmente en el caso griego, un fracaso, la presión por el ajuste se mantiene. Los escasos avances logrados en el G-20 para encaminar la crisis del euro provocaron nuevas caídas en las Bolsas.
“Italia ha decidido por iniciativa propia pedir al FMI que supervise la aplicación de sus compromisos. Esto es una prueba de lo importante que el proceso de reformas en Italia es para el país y para la Eurozona. La Comisión Europea llevará a cabo una evaluación y vigilancia detallada de la situación y la semana que viene iremos a Italia para realizar este tipo de control. Todo lo que podamos hacer para garantizar la credibilidad de los esfuerzos de todos nuestros Estados miembros es importante”, manifestó en conferencia de prensa, en el marco de la cumbre del G-20, José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea.
El gobierno que encabeza Silvio Berlusconi procura dar una señal de credibilidad a los mercados, frente al creciente desprestigio de Il Cavaliere, los rumores de la incompetencia de su administración y la intensa venta de títulos italianos que se registró en las últimas semanas, que llevó la tasa de interés a la que se financia el Estado al máximo desde la creación del euro. A la vez, la nueva “vigilancia” del FMI y la CE le dan más fuerza a Berlusconi para presionar al Parlamento para que apruebe las medidas de ajuste, frente a una oposición cada vez más firme que amenaza a diario con sacarlo del cargo.
A la vez, en búsqueda de equilibrar la fragilidad de la economía italiana con la propia debilidad política que sufre la coalición de derecha que lidera Berlusconi, el gobierno salió a aclarar que el FMI sólo brindará “consejos”. Por su parte, el primer ministro de Francia, Nicolas Sarkozy, indicó que el problema con las reformas italianas “no es el contenido, sino si serán aplicadas”, en una sutil crítica a Berlusconi. Italia se comprometió a reducir su deuda pública desde el 120 hasta el 113 por ciento del PIB en 2014. Para ello, aumentó la edad jubilatoria de 65 hasta 67 años y próximamente bajaría prestaciones por desempleo y vendería empresas públicas. También debería, para la UE, encarar reformas desregulatorias en el mercado laboral.
La rentabilidad de los bonos de Italia a 10 años se ubicó en 6,4 por ciento en los mercados secundarios, un record histórico, un reflejo de su fragilidad, en la medida en que la tasa guarda estrecha relación con el riesgo de incobrabilidad. La desaprensión por los títulos italianos es tal que ni siquiera las intervenciones del BCE en los mercados secundarios, al adquirir esos bonos junto a otros griegos, irlandeses, portugueses y españoles, pudo mejorar notoriamente la cotización.
Los inversores, en un movimiento conocido como “flight to quality” (vuelo hacia la calidad), prefirieron posicionarse en títulos alemanes, que ofrecían un retorno de 1,8 por ciento. Los bonos españoles, cuya economía también sufre la crisis, mantenían una tasa de interés de 5,6 por ciento. La mayor tasa implica que los Estados deben pagar más intereses, lo que debilita las cuentas públicas. A su vez, eso hace que los inversores vendan los bonos soberanos, recreando un círculo vicioso que el ajuste fiscal sólo potencia, al deprimir la actividad económica. Las Bolsas europeas ayer mostraron bajas frente a la escasa reacción que mostró el G-20 respecto de la crisis del euro. Las mayores caídas fueron para Frankfurt y Milán, ambas con bajas de 2,7 por ciento, seguidas por París (-2,3), mientras que el Ibex español perdió 1,3 por ciento.
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