“Si no queremos convertirnos en Argentina, con corralito y con inflación del 20 o el 40 por ciento, tenemos que tomar las medidas que sean necesarias para equilibrar nuestras cuentas.” La frase fue pronunciada ayer por la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (del Partido Popular), que razona que las políticas necesarias son “acabar con los subsidios” y “recortar gastos”. Si la funcionaria se estuviera refiriendo a la intención de evitar un estallido como el de 2001, cuando en Argentina se optó por el ajuste fiscal para sostener el enorme desequilibrio macroeconómico generado por la convertibilidad, el argumento no tendría mucho peso, ya que buscaría justificar medidas que justamente llevaron a la economía nacional a la bancarrota. Otra posibilidad es que Aguirre no quiera que España se asemeje a la Argentina actual. Esa postura sería entendible si es que la Argentina no tuviera, por ejemplo, desempleo de menos del 7 por ciento y España por encima del 24, un ratio deuda externa total/PBI del 32 por ciento, contra 165 por ciento de la economía ibérica, equilibrio en la cuenta corriente y fiscal en 2011 y, en cambio, déficit de 3,2 y 8,9 por ciento sobre PBI, respectivamente, en España.