Domingo, 7 de julio de 2013 | Hoy
ECONOMíA › LA PRESION DEL GOBIERNO EMPIEZA A TENER IMPACTO. LA INDUSTRIA MOLINERA ADVIERTE “UN VUELCO NOTABLE” EN EL MERCADO
Voceros de la industria molinera afirman que, tras la advertencia del Gobierno de aplicar la Ley de Abastecimiento, apareció trigo y a menor precio. Qué se juega en esta disputa con las grandes cerealeras. Los privilegios que pretenden preservar.
Por Raúl Dellatorre
Representantes de la industria molinera destacaron el impacto positivo que tuvo en el mercado del trigo la advertencia de eventual aplicación de sanciones por la retención y desabastecimiento del producto. “El mercado dio un vuelco notable y alcanzó una dinámica enorme”, apuntó el titular de la Federación de la Industria Molinera a la agencia de noticias Télam, quien destacó que en los últimos días los molinos harineros están accediendo a lotes de trigo “con una brecha de precios interesante”, como resultado de las presiones sobre las cerealeras. Con respecto a este último sector, un estudio reciente de tres analistas de Flacso daba cuenta de su ubicación privilegiada no sólo en el ranking de exportadoras (ocupan ocho de los doce lugares principales), sino que además su patrón de comportamiento en la última década ha sido clave para determinar la “reorientación de las ventas de la elite empresaria hacia los mercados internacionales” en detrimento del consumo interno. La consecuencia de ello fue, además, una fuerte transferencia intersectorial del ingreso a favor de los sectores exportadores más concentrados y, particularmente, de los beneficiarios de la explotación de recursos naturales.
Diego Cifarelli, presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera, destacó la celeridad con la que se adoptó la decisión de aplicar la Ley de Abastecimiento sobre el mercado del trigo, dispuesta por la resolución de la Secretaría de Comercio publicada el viernes último. En ella, se advierte que las firmas cerealeras deberán informar sobre el destino de las existencias de trigo que tenían en su poder al 31 de enero de este año y que no tuvieron por destino la exportación. Se sospecha que de dicho stock no embarcado (algo más de tres millones de toneladas), al menos un millón permanecería retenido por las firmas cerealeras, afectando el normal abastecimiento al mercado.
“El mercado del trigo dio un vuelco notable, alcanzando una dinámica enorme en los últimos días; los molinos están accediendo a lotes con una brecha de precios interesante, lo cual refuerza el compromiso de poder llegar a las panaderías con harina a precio diferenciado y, en definitiva, poder ofrecer un pan tipo felipe a 10 pesos el kilo” en el mostrador, describió el titular de la federación de industriales molineros. De acuerdo con su versión, la presión hizo efecto: empezó a aparecer el trigo y a precio más razonable. A principios de la última semana, la industria debió pagar hasta 2700 pesos la tonelada de trigo para molienda. El viernes ya se informaba que el precio había bajado a 1700.
Según cifras del sector, sobre una producción de nueve millones de toneladas, con 3,1 millones exportadas y ya cerrada la posibilidad de destinar más trigo a mercados externos, debería quedar un saldo de casi seis millones. Con una demanda prevista de 5,5 millones para el consumo interno (incluida la reserva para semilla), todavía habría un margen cercano a las 500 mil toneladas de remanente para la campaña siguiente. Sin embargo, cuando todavía faltan varios meses para que termine el ciclo actual (e ingrese la nueva producción al mercado), comenzó a verificarse un faltante de granos, que recién a partir de los dichos de Cifarelli parecería empezar a revertirse.
Los productores, según información coincidente en el sector oficial y en las entidades rurales, ya no contarían con existencias de trigo de la última cosecha, que habría sido vendida en su totalidad a los acopiadores. Pero el sector acopiador está estrechamente ligado a las grandes cerealeras. Cargill y la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA, organización vinculada con Coninagro), junto a otras grandes exportadoras, detentan la principal red de acopio en toda la zona productiva. Las grandes cerealeras son no sólo las que concentran el grueso de la exportación sino que, además, en su mayoría son propietarias de los principales molinos harineros. Esta integración vertical las coloca en una posición de ventaja absoluta sobre el resto, ya que en situaciones de escasez son las únicas en condiciones de asegurarse el abastecimiento para su propia cadena productiva. Una posición dominante de la que, a través de la advertencia de aplicar la Ley de Abastecimiento, se busca prevenir que se haga abuso.
Un exhaustivo trabajo de febrero de 2012, publicado por Flacso, que firman Martín Schorr, Pablo Manzanelli y Eduardo Basualdo (“Las grandes firmas en la posconvertibilidad”), analiza, entre otros fenómenos, el patrón de comportamiento de las principales firmas exportadoras antes y después de la devaluación de 2002/2003. Con datos del año 2010, se observa que de la elite empresaria que dominaba el negocio de las ventas al exterior, en ocho de los doce primeros puestos aparecen firmas ligadas a los granos y las oleaginosas. En los cuatro primeros puestos se ubican Cargill, Bunge Argentina, Louis Dreyfus y Aceitera General Deheza. En conjunto, sólo estas cuatro empresas representan más del 25 por ciento del total de exportaciones argentinas en ese año. Unos puestos más abajo se ubican Molinos Río de la Plata (7º), Vicentín (9º). Nidera (10º) y Asociación de Cooperativas Argentinas (12º).
El otro dato destacado en el estudio es cuánto creció en una década la importancia de las exportaciones en cada una de estas empresas en relación con el volumen total de ventas (tanto al mercado interno como externo). El denominado “coeficiente de exportación” evolucionó, en todos los casos mencionados, en forma creciente al comparar los datos de 2001 con los de 2010. Las exportaciones pasaron de representar, en el caso de Cargill, el 52 por ciento de sus negocios totales en 2001, a ser el 85,5 por ciento en 2010. En el caso de General Deheza, pasa del 70,8 al 79 por ciento; Bunge, del 93 al 99,8 por ciento; Molinos, del 23 al 66 por ciento. Hasta para ACA, ligada a las cooperativas, sube del 21,3 al 61,9 por ciento la proporción de sus negocios que están vinculados con la exportación.
Para los autores, la reorientación de las ventas hacia los mercados internacionales como patrón de comportamiento de las elites empresarias revela que estos grupos más concentrados fueron los principales beneficiarios de la política de mejora de las relaciones de intercambio posconvertibilidad. Desde la perspectiva presente, vale agregar que en el caso de las empresas vinculadas con el bloque agropecuario les significó una acumulación de poder que hoy pretenden sostener resistiendo las políticas públicas que buscan redistribuir parte de sus ganancias extraordinarias y limitar el manejo que ostentan del destino de la producción de materias primas alimentarias.
Tal cual plantea en un reciente artículo Pedro Peretti, director de Federación Agraria (en posición disidente con la conducción de Eduardo Buzzi), estas cerealeras “no pretenden sacar al Gobierno, sino quedarse con el Estado”, en el sentido de imponer las políticas públicas que mantengan sus privilegios. La disputa actual en el mercado del trigo es un reflejo de esos intereses en pugna.
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