ECONOMíA › MULTILATERALISMO EN CRISIS
La OMC pierde brillo
Por Cledis Candelaresi
No importa cuál sea la estrategia de los países en desarrollo o menos poderosos –tal el caso de la Argentina– para insertarse en el mercado internacional: los grandes siempre tienen a mano una herramienta más certera para imponer sus intereses. Hoy este atajo son los acuerdos bilaterales o regionales, ALCA entre ellos, como hace unas décadas fue la Organización Mundial de Comercio. Pero esta entidad, que sirvió a los países ricos para perforar las fronteras del resto, está ahora casi paralizada por el férreo proteccionismo de los países centrales.
El multilateralismo está dejando de ser útil para los poderosos. En cierta medida porque ya hay mucho camino recorrido: el arancel promedio de las naciones desarrolladas hoy alcanza un modesto 4 por ciento, prueba que estas naciones ya hicieron los deberes. Y hace poco se integró al club de 146 naciones China, a la que se le impusieron condiciones más duras de las que debió admitir cualquier otro país para sumarse a la sociedad de librecomercio internacional.
Ahora habría llegado el turno de que los grandes cedan algo, misión que parece poco menos que imposible y que amenaza hacer fracasar la cumbre ministerial que a mediados de septiembre tendrá lugar en Cancún. El objetivo de este encuentro es evaluar el estado de las negociaciones, irremediablemente estancadas por la intransigencia de Estados Unidos y Europa.
Un tema central en la agenda de la OMC y clave para las naciones en desarrollo es la liberalización del comercio agrícola, rubro en el que la Argentina tiene especial y obvio interés. Pero es en el que menos se avanzó en décadas. Una prueba de ello son los 1000 millones de dólares diarios con los que las naciones ricas subsidian a su producción, amparándola de la competencia y, al mismo tiempo, haciéndola ficticiamente competitiva en el mercado internacional.
Otra es la última versión de la Política Agrícola Comunitaria. Desde Bruselas, se anunció con bombos y platillos una intrincada fórmula para comenzar el desmantelamiento de los subsidios que, sin embargo, sobreviven casi indemnes. Valga de ejemplo que este “esfuerzo” europeo preservó, entre otras, la ayuda de 500 euros por cada cabeza de ganado que cobraron los ganaderos del Viejo Continente para cuidar el “bienestar animal”, concepto bastante discutible.
Y ni hablar de las barreras paraarancelarias ni de los aranceles que llegan al 300 por ciento en el caso europeo y suben hasta el 1000 por ciento en el caso de Japón.
El otro tema medular está bloqueado exclusivamente por Estados Unidos. En rigor, por el eficaz lobby de los laboratorios estadounidenses que abortaron un acuerdo promovido por los países africanos. El texto frustrado permitía a los países en desarrollo importar desde cualquier lugar y sin el pago de patentes los medicamentos que necesitaran en caso de epidemia.
Hasta el responsable de Comercio de Estados Unidos, Robert Zoellick, había dado el visto bueno al borrador. Pero la resistencia de los fabricantes de fármacos de su país a competir eventualmente con otros proveedores y resignar precios finalmente pudo más y los delegados de Washington ante la OMC se negaron a rubricarlo. Como en la OMC todas las decisiones se toman por “consenso”, es decir, por unanimidad, bastó la negativa norteamericana para que el resto de las 145 naciones fueran desairadas.
El golpe fue duro no sólo para las naciones que necesitan importar medicamentos baratos sino para la propia Organización, que había tomado la causa de los medicamentos como una cuestión moral. Sin esto, la entidad con sede central en Ginebra tiene hoy las manos vacías.
Pero la virtual parálisis de la OMC no es óbice para que los países poderosos avancen en lo que les interesa. Hoy existen 170 acuerdos regionales o bilaterales de los que la Organización tiene noticia y otros70 que funcionan de hecho. Esta maraña de pactos comerciales incluye iniciativas como el ALCA, a través de la cual Estados Unidos puede negociar con cada país o bloque las cuestiones que le interesan, reservando a la OMC aquéllos en los que no está dispuesto a ceder nada. Así, el crucial tema agrícola desaparece de la iniciativa de las Américas y queda confinado a Suiza. Es decir, condenado al congelamiento.