ESPECTáCULOS › MERCEDES SOSA, LEON GIECO, VICTOR HEREDIA, JUNTOS
Aquellas voces del futuro
“Argentina quiere cantar!” rescata los shows del Luna Park y promete instalarse como un testimonio ineludible de estos años, al tiempo que llama a profundizar la identidad cultural del país.
Por Fernando D´addario
El productor del disco Argentina quiere cantar!, Pity Yñurrigarro, confiesa que el proyecto de juntar a Mercedes Sosa, León Gieco y Víctor Heredia nació “hace poco más de dos años”, como una suerte de “embajada cultural y musical para llevar nuestra música por el mundo”. Desde entonces, se sabe, el país paseó por todos los estadios posibles de la decadencia: estallido, saqueos, helicóptero, default, índices record de desocupación y desnutrición infantil, y todos los etcéteras de un caos paulatinamente mitigado. Hoy, julio de 2003, aquella iniciativa adquiere la forma de un disco compacto, grabado en vivo en el Luna Park, tres meses atrás. Es curioso cómo el tiempo y sus circunstancias operan sobre las cosas, porque este álbum, a primera vista, parece menos una “embajada” que una declaración de principios puertas adentro.
Hurgar en las razones de este cambio de percepción implicaría otro tipo de análisis, pero lo cierto es que el mismo disco, el mismo show, las mismas canciones, se escuchan y se sienten de otro modo. Aquél era un grito desesperado, una reivindicación en medio de las ruinas que se intuían y finalmente se instalaron con todo su peso, y éste adopta, al menos en el modo de percibirlo, la figura de una invocación al futuro. León, la Negra y Heredia, los tres juntos, sin más acompañamiento que un piano y miles de voces en susurro cómplice, se preguntan y se contestan al comienzo del disco: “¿Quién dijo que todo está perdido?/yo vengo a ofrecer mi corazón”. Es una canción vieja, escrita por Fito Páez en tiempos de primavera alfonsinista, una primavera efímera por cierto. Hoy, cuando muchos creen estar viviendo otra primavera, de diferentes características, la canción admite una lectura diferente, como de vuelta a empezar.
Las canciones de Víctor y de León, las interpretaciones de Mercedes, están fuertemente condicionadas por los estados de ánimo que provocan, pero muchas de ellas tocan fibras que están más allá de toda coyuntura. Inciden en la gente como un flujo de conciencia emotiva. Cuando los tres cantan ese himno de la memoria latinoamericana que es “Cinco siglos igual”, las sensaciones del presente (las de hoy, o las de hace dos años) pierden frente a la acumulación de injusticias históricas que construyeron el pasado y siguen amenazando con diseñar el futuro.
El disco surge, entonces, como un recorrido necesario por la identidad de este país, en cualquiera de sus circunstancias históricas. Es probable que en medio de la vorágine sea tratado como uno más de los muy buenos discos que fueron editados este año. O como una excelente idea trasladada primero al Luna Park y luego, atendiendo a la lógica, completada con su correspondiente disco en vivo. Pero también es probable que se le adjunte con el paso del tiempo otra significación más trascendente, y quede como referente inseparable de una época, la que hoy se escurre de las manos e impide contextualizar (salvando las inevitables distancias, quienes compraron a fines de los 60 el vinilo de Woodstock no imaginaban que estaban comprando un pedazo de historia). El repertorio elegido para este disco ayuda a ese probable proceso de lenta canonización: León y Víctor rescatan a Yupanqui en “El adiós”, Heredia recrea el clásico “Ojos de cielo”, Gieco le apunta a “La memoria”, sube los decibeles emotivos en “Las Madres del amor” y convoca a la fiesta con “Idolo de los quemados”. El disco cierra del mismo modo que empieza, con los tres, juntos, esta vez cantando “Razón de vivir”, que también suena distinta e igual, y lleva a recordar que en aquellos shows en el Luna Mercedes lloró casi toda la noche, pero su voz surge, en el flamante Argentina quiere cantar!, poderosa, imprescindible, nueva.