Lunes, 3 de febrero de 2014 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Mempo Giardinelli
Una vez más se puede recurrir a la vieja metáfora de la lucha política versus economía. Antiguo y reiterado enfrentamiento que cada tanto sacude la vida de los argentinos y que ahora, cuando es tan dudoso que la economía neoliberal vuelva a la Casa Rosada mediante elecciones, sus pregoneros atacan y condenan al Gobierno pero no por lo bueno o malo que el Gobierno hace –aunque sus méritos tiene, sobre todo en lo social– sino porque la oposición es de espanto.
Hartos de confiar en dirigencias políticas siempre vacilantes, oportunistas y expertas en chantajes morales y cambios de camiseta, cada equis tiempo el poder empresarial y mediático que verdaderamente dirige la lucha contra el Gobierno se pinta la cara y se dispone al asalto final.
A la defensiva porque no consigue recuperar el dinamismo y la capacidad de sorpresa y de marcar agenda que lo caracterizó durante una década, el kirchnerismo en el gobierno muestra los dientes y se declara enojado. Pero de ahí no pasa, y en los hechos ensaya una defensa tras otra mientras procura decidir una estrategia que revierta su actual estancamiento. Por citar sólo un ejemplo: critican a los productores agrarios que retienen millones de toneladas de soja, pero no reabren la Junta Nacional de Granos, que durante muchos años fue el organismo regulador de las exportaciones granarias y hoy pondría en su lugar a más de un chúcaro.
Así, con unos pocos diarios y poderosos sistemas de radio y televisión, el poder económico en las sombras hace lo que mejor sabe: digitar el humor de la población, al menos la porteña, que es la que cuenta a la hora de las decisiones. Y refuerzan el ataque imponiendo un léxico fatalista, desalentador, inflacionario y absolutamente desprovisto de sensibilidad, y desgastando todos los avances y logros de la última década, que cualquier análisis objetivo demuestra, con datos irrebatibles, que fue la mejor que vivieron, en concreto, millones de argentinos en todo el territorio nacional.
En todo país democrático esta lucha continuaría civilizadamente hasta el recambio que dispongan los votantes en 2015, y consistiría en ganar espacios y cautivar voluntades. Pero para nuestros eternos destituyentes nativos eso es insoportable. Por eso aprietan el acelerador, asistidos por los más poderosos medios del mundo con sede en Nueva York, Madrid o San Pablo, y por todos los otros diarios que bailan ese mismo compás. Como en los viejos tiempos, van preparando a las clases medias y bajas para que acepten suicidarse mansamente otra vez, y así van ganando pequeñas batallas cotidianas, territorialmente acotadas y espiritual y psicológicamente miserables.
No gustará a muchos que esto se escriba, y sonará paranoico o conspirativo si quieren, pero es como si hubiera un golpe de Estado suspendido en el aire. No clásico, no militar, pero sí político-empresarial-sindical-mediático. Ante eso, el Gobierno, con el natural desgaste que representan diez años en el poder, parece forzado a jugar a la defensiva.
De ahí que la cuestión va más allá de la paridad peso-dólar 8 a 1. Sea cual fuere la política económica oficial, será combatida. Si sí, porque sí. Si no, porque no. Se ve a diario. Pase lo que pase y se haga lo que se haga, seguirán boicoteando la economía, para ellos única manera de que este Gobierno caiga.
Así se entiende el “Círculo Rojo” que bautizó el Sr. Macri en septiembre pasado, cuando reveló que personas del ámbito “del hacer y del pensar” conspiraban contra el gobierno nacional. El objetivo no era otro que la caída del Gobierno y el adelanto de las elecciones. Y lo sigue siendo. Lo denunció el jueves y con total sinceridad Ricardo Pignanelli, secretario general de Smata: “Acá lo que quieren es adelantar las elecciones de 2015 y entrar en una crisis política”.
Como si no hubieran aprendido nada, ni lo básico, que es respetar los mandatos surgidos de votación popular, el Círculo Rojo emite señales a diario. Mientras la Presidenta estaba en La Habana y el Sr. Macri en Davos, el titular de la CGT antigobierno, Hugo Moyano, fiel a su estilo pronunció otra boutade: “Macri dio más a los trabajadores que el gobierno nacional”. Y pidió un aumento de 3 mil pesos antes de las paritarias. A la vez, el partido que gobierna la capital del país propuso la “solidaridad” con el Sr. Aranguren, presidente de Shell que compró dólares sobrevalorados en una clara maniobra de desestabilización. Y Macri coronó: “Espero que ésta sea la crisis final del Gobierno”.
Y si por sus palabras los conoceréis, ahí están el editorial y la tapa que dedicó a la Argentina The New York Times y que parecen escritos por economistas del establishment local. Bajo el título “Argentina en el límite”, la condena al kirchnerismo fue lapidaria: “Subsidios inútiles”, “impresión de billetes”, “crisis financiera causada por las erradas políticas gubernamentales”, “peleas innecesarias con empresarios e inversores privados”, más las para ellos condenables nacionalizaciones de YPF, Aerolíneas Argentinas y las AFJP.
Todo eso deja en claro lo que no dicen: que si se hacen del poder este país volverá a las privatizaciones y tercerizaciones, ilícitos sin prensa, corrupción silenciada (que es peor que la que hoy al menos llega a los tribunales), entrega del patrimonio y eliminación de los subsidios de contención social. Y obviamente intentarán revertir la política de derechos humanos.
Se entiende entonces que hayan celebrado el rechazo del Sr. Paul Singer y su fondo buitre a la propuesta de los demás fondos de, finalmente, aceptar un buen plan de pagos. También hay felicidades indecentes.
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