Lunes, 17 de noviembre de 2014 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE ENTREVISTA A LA INVESTIGADORA NATALIA MILANESIO
Las últimas leyes que aprobó el Congreso para reforzar derechos de los consumidores se inscriben en la tradición del primer peronismo. Cómo fue aquel proceso. Similitudes y diferencias entre ayer y hoy abordadas por la historiadora Milanesio.
Por Javier Lewkowicz
El Gobierno en el último tiempo sancionó una serie de normas para reforzar las instituciones de defensa de los consumidores. En esa lista se anotan los cambios en las leyes de Lealtad Comercial, de Defensa del Consumidor y la creación del nuevo fuero judicial para balancear la relación de poder entre usuarios y empresas. Estos cambios, junto a otros en la materia, como la nueva Ley de Abastecimiento, aparecen en un mercado interno que no registra la dinámica de crecimiento de otros años. Sin embargo, el consumo local sigue en valores altos. Hay nuevos consumidores, convocados al mercado por las medidas de protección social, y asalariados registrados que en los últimos años le ganaron a la inflación. También hay grupos de ingresos fijos que empatan o pierden frente a los precios, y otros que no llegan a fin de mes. Otros que encuentran en el consumo una buena forma de protegerse frente a la inflación, que compran tentados por los planes de cuotas sin interés.
En ese mar revuelto, las empresas siempre primerean. Y esa verdad que ocupa casi un lugar común no es algo exclusivo de los últimos años. Por eso, a fines de la década del ’40, el gobierno de Juan Domingo Perón, en paralelo a una explosión inédita del consumo en el mercado interno, desarrolló las primeras instituciones de defensa del consumidor e incluso se embarcó en una campaña de educación del consumidor obrero. El tema está poco estudiado en el universo del peronismo y fue fruto de una profunda investigación por parte de la historiadora Natalia Milanesio, quien dialogó con Página/12 acerca de su último libro, Cuando los trabajadores salieron de compras.
“El primer peronismo fue un hecho sumamente original en la historia argentina no sólo por el avance que permitió en términos de inclusión social, de consagración de nuevos derechos y por el fuerte desarrollo industrial. También fue la primera experiencia política que le prestó especial atención al sujeto consumidor, que pensó al trabajador por fuera del ámbito laboral y lo concibió como un elemento clave para la reactivación económica”, comienza Milanesio, actualmente profesora de Historia Latinoamericana Moderna en la Universidad de Houston, Estados Unidos.
–¿Qué relación guardó esa nueva apelación al consumidor por parte del gobierno de Perón con el proceso inflacionario que se desató sobre el final de su primer mandato? ¿Fue una forma de contener esa presión?
–El período explosivo de consumo se da entre 1946 y 1949, años en los que el proceso inflacionario está controlado. A partir de allí crece la inflación, en función de los aumentos del consumo, pero también por los problemas en la balanza de pagos y el excesivo aumento del crédito. Son niveles de inflación importantes en ese contexto, aunque irrisorios para lo que vendría a partir de los ’70. A fines de la década, el gobierno de Perón llama a una moderación en el consumo, le pide a los trabajadores que ahorren más y comienza un período de gasto público moderado. El período más complicado se verifica entre 1952 y 1953, luego el gobierno logra contener la inflación. Para el momento en el que Perón es derrocado, la inflación ya estaba controlada. Esa es una diferencia con respecto al consumo en estos años de kirchnerismo, que creció en un contexto de inflación alta, mientras que entre el ’46 y el ’49 lo hizo casi sin inflación.
–¿Qué mecanismos utilizó para intervenir en la relación consumidores-empresas?
–Se llamaba a la ciudadanía a denunciar a los comerciantes que cobraban los productos a mayor precio que el sugerido, con intervención directa de la policía en esos casos. También había un control directo sobre las empresas. Porque la idea era que el consumidor no sólo está indefenso cuando afronta precios superiores a los normales, sino también cuando compra productos pensando que son de una calidad superior a la real o cuando adquiere una determinada cantidad y el envase contiene menos de lo que dice. El peronismo comienza a regular a las empresas para que estandaricen los envases y crea instituciones de control para regular el proceso de etiquetación de los productos, también para brindar información acerca de los artículos. Hay una intervención muy fuerte en la publicidad, para evitar los avisos engañosos. Se crea el primer código alimentario, para regular la calidad y controlar la adulteración. Todo esto también tiene que ver con los derechos del consumidor.
–¿Es un rasgo característico del peronismo o había una tendencia regional o global a prestarle más atención a la cuestión de los derechos del consumidor?
–Efectivamente, se trata de un fenómeno global. Pero, de todas formas, creo que el peronismo es realmente original en este tema. En Estados Unidos y en Europa se habían dado procesos similares anteriormente, pero en esos casos existía un movimiento cívico muy importante que luchaba por eso, algo que no se ve tanto en la Argentina. Acá la movilización de los consumidores se dio a partir del Estado, el Gobierno ahí tiene un rol fundamental. En la comparación con América latina, no tiene un paralelo claro. Los casos comparables de populismo son los de Getúlio Vargas en Brasil y de Lázaro Cárdenas en México. Pero Cárdenas estaba enfocado en los campesinos y Vargas, con quien hay más similitudes, claramente no le presta tanta atención a las cuestiones vinculadas con el consumo popular.
–¿Había resistencia al empoderamiento de los consumidores por parte de los sectores patronales?
–Sí, claramente. Los controles de precios y sobre la calidad de los productos fueron muy resistidos por las empresas. Pero también existía tensión hacia adentro de los sectores patronales. Un buen ejemplo es la institucionalización del aguinaldo. Pensado como reparación histórica a la clase obrera y reconocimiento de derechos, los empresarios se opusieron férreamente. De hecho, los comercios más importantes de Buenos Aires generaron un boicot a la iniciativa. Pero esa medida fue a la vez un factor fundamental para la reactivación del consumo. Y en ese punto las aguas se dividen. Por eso, mientras las empresas vociferaban el boicot, por la otra ventanilla publicitaban sus productos haciendo hincapié en el aguinaldo, tentando a los consumidores para que gasten ese dinero en estos mismos comercios que en público desaprobaban la medida.
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