Lunes, 3 de agosto de 2015 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE. CóMO PUEDE EVOLUCIONAR LA INVERSIóN PúBLICA EN LOS PRóXIMOS AñOS
Los niveles de inversión pública tuvieron un desempeño desigual en los distintos países de la región durante la última década, aunque tendieron a retomar los valores de las décadas previas al ajuste neoliberal de los ’90. Qué puede pasar a partir de ahora.
Producción: Tomás Lukin
Por Norberto E. Crovetto *
La Argentina ha tenido un cambio importante en la política económica desde el inicio del siglo XXI con respecto a la seguida en la década del’ 90 bajo el Consenso de Washington. Sin embargo, no ha sido el derrotero general de los países tanto desarrollados como periféricos. En éstos la persistencia en la continuidad de una política económica basada en principios del libre mercado y la división internacional del trabajo resulta en un reducido espacio para el gasto fiscal, obligando a los Estados a privatizar actividades y a reducir los niveles de inversión pública. Las razones de esta persistencia hay que buscarlas en lo mucho que se ha modificado el sistema de producción y el sistema de poder de la economía global en los últimos 30 años. Los ejes centrales de los cambios son: a) innovaciones tecnológicas que han permitido la realización de distintas fases para la elaboración de un producto en regiones relativamente alejadas (tecnologías de información y comunicación), reducción del costo del transporte marítimo; b) un aumento significativo de la productividad, en especial industrial, que con mayor disciplina en los aumentos salariales, ha permitido un aumento de la tasa de rentabilidad y de la masa de ganancias, es decir, desigualdad creciente; c) un aumento desenfadado de la masa de dinero excedente dedicado al negocio financiero y por último pero no el menos importante; d) una fuerte competencia entre los Estados para subvencionar o eximir de impuestos con el propósito de retener su capacidad industrial o aumentarla.
La política económica que ha prevalecido en este contexto ha acompañado al nuevo bloque dominante hegemonizado por las corporaciones multinacionales donde el poder del gasto público, central dentro de los años dorados de la posguerra, se ha reducido a una expresión subsidiaria en el cual la inversión pública ha tendido a “privatizarse”. O en otras palabras, no ha dejado ningún lugar sin ocupar total o parcialmente. El cercenamiento de la inversión pública en sus partes más prometedoras para la política económica del crecimiento con orientación al desarrollo y aceleración o inducción de la inversión privada que aumente la capacidad de producción ha sido sólo para infraestructura básica económica (caminos, puertos, ferrocarriles, facilidades logísticas) y social básica (facilidades para urbanizaciones privadas, educación básica, salud pública básica) y acoplamiento del sistema de I+D con el sector hegemónico. Todo el resto debía ser prestado por el sector privado dentro del libre mercado.
Hubo ganadores, aquellos que alcanzaban tasas altas crecimiento de modo que las mejoras de los ingresos de la población en general permitían “pagar” los servicios privatizados (fundamentalmente China y el sudeste asiático) y los que por su densidad industrial fueron los que condujeron políticamente el cambio (EE.UU. y su socio histórico Gran Bretaña, Alemania, Japón, y hasta cierto punto Corea). Por otro lado, la llamada Europa periférica y los países bálticos y Rusia han tenido que reformular sus economías ajustando hacia abajo los niveles de vida restando aún la resolución de la crisis.
La austeridad fiscal se refleja en la participación de la inversión pública que cae para el conjunto del área euro de alrededor del 10 por ciento del total del gasto público hacia fines de los 90 a cerca del 6 por ciento para los últimos años. Para la periferia europea cae del 10 por ciento a un poco más del 4 por ciento.
Pero para América latina, a pesar del fuerte aumento del precio de los commodities resultante de la creciente urbanización de los países asiáticos y China, cambiando la tendencia declinante de los términos de intercambio y la temporalmente menor restricción externa, los niveles de inversión, en particular de la inversión pública tuvieron un desempeño desigual en los distintos países aunque tendieron a retomar los valores de las décadas previas al ajuste neoliberal de los ’90.
La crisis que comienza en el 2008 y que aún está en desarrollo nos ha devuelto a la pelea con la restricción externa. La amenaza de la crisis desatada por la escasez de dólares “acobarda” el impulso del gasto fiscal, nuevamente la inversión pública es el chivo expiatorio de la reducción. Se privilegia el ajuste que viene desde el sector externo que reduce los niveles de demanda haciendo caer el empleo en lugar de tener altos los objetivos del nivel de empleo en la política económica. Es decir, la política conduce la economía o la conducen las corporaciones multinacionales elegidas por nadie. Esta es la opción no sólo para nuestro país sino también para el resto de los países de la región.
* Economista - UBA y UNdAV.
Por Fernando Peirano * y Carolina Carregal **
¿Quién puede negar que la inversión en ciencia y tecnología es un aspecto central del desarrollo? También resulta evidente que las actividades de investigación y desarrollo (I+D), por sí mismas, no alcanzan para motorizar el crecimiento económico. La clave está lograr una dinámica social y productiva propia donde conocimiento y producción se potencien mutuamente. Frente a este panorama, la Argentina actual ha recreado una valiosa oportunidad. Hoy contamos con una amplia y diversificada plataforma de ciencia y tecnología, se ha vuelto a poner de pie el sistema productivo, sustentado en un entramado relativamente complejo y sofisticado, y nuestro territorio aún encierra un potencial no aprovechado de recursos naturales. Lograr una conveniente combinación de estos tres elementos es la tarea pendiente.
No son muchos los países del mundo con estos tres pilares. Tenemos una larga tradición científica y en nuestra región somos el país con más investigadores en relación con su población económicamente activa (tres cada mil trabajadores). Esto nos permite combinar altos niveles de especialización y excelencia con la presencia de equipos de investigación en prácticamente todos los campos del conocimiento.
A su vez, según datos de la Cepal para 2013, Argentina presenta un producto industrial por habitante que supera al promedio de América latina e incluso es un 30 por ciento superior al del Brasil. En materia de recursos naturales, en 2005 el Banco Mundial ubicó a la Argentina con una dotación por habitante por arriba del promedio mundial y en una posición intermedia dentro de AL. Pero estamos lejos de la fortuna natural que ostentan Rusia, Australia, Canadá o los países petroleros. Sí, nos destacamos por la relación entre tierras cultivables y habitantes, aunque nuevamente no estamos en el podio.
En ninguna de estas tres dimensiones nos destacamos nítidamente. Pero al mismo tiempo, no son muchos los países que pueden estar arriba del promedio regional o mundial en cada uno de estos aspectos. Esta es la singularidad que tenemos que traducir en una ventaja competitiva y permanente.
En la combinación entre desarrollo tecnológico y producción está la posibilidad de acentuar la sofisticación de nuestro perfil exportador para avanzar en la escalera del agregado de valor. La apuesta es por una industrialización que pueda hacerse fuerte en ciertos procesos o eslabones asociados a la transformación biológica, a nuevos materiales potenciados por la nanotecnología, al manejo de la información gracias a las TIC y aplicada a conocer mejor mercados, clientes y resolver cuestiones de distribución y logística. Argentina tiene las cualidades para ubicarse en estos eslabones que permiten una captura importante de las rentas que hoy circulan en las cadenas de valor globalizadas. Lo que ha ocurrido en sectores como software, insumos basados en biotecnología, bienes de capital para automatización y equipamiento médico, química fina, electrónica para maquinaria agrícola, manufactura asociada a diseño son algunos ejemplos en este sentido. Por eso es importante que esta dinámica se replique en toda la economía.
Entonces el desafío es alinear los diversos sistemas de promoción y lograr un mejor acoplamiento de las diferentes políticas públicas. La recuperación de la planificación es una herramienta central para este objetivo. En muchos aspectos, esto ya se ha comenzado a plasmar en los últimos años.
Este juego se libra en el campo de la sintonía fina y las innovaciones institucionales. Como ejemplo, la nacionalización de YPF también permitió impulsar la constitución de YPF Tecnología, una empresa mixta entre el Conicet y la petrolera enfocada en desarrollar las tecnologías necesarias para explotar Vaca Muerta. Y no parece ser un caso aislado. En muchos otros sectores la prerrogativa de combinar innovación e inversión requerirá crear nuevos actores como forma de superar el alto grado de transnacionalización de nuestra economía que deja de lado muchas iniciativas empresariales que requieren que se desplieguen funciones que en general le están negadas a las filiales.
Pero los vectores del cambio son múltiples. Otra vía para recrear el mapa de actores y renovar el impulso del empleo calificado y la inversión es reunir una masa crítica de empresas locales que hagan negocios basados en la innovación. Hoy ya existe un núcleo de 4500 pymes que han recibido apoyo del Fontar. ¿Cuánto tiempo requerirá el club para alcanzar sus 10.000 socios? En buena medida, la respuesta dependerá de continuar con el mismo rumbo de estos últimos años pero renovando acciones e instrumentos. Para avanzar en el desarrollo y escapar de la competitividad basada en precios y atada a costos. Y fundamentalmente para pasar de casos aislados a lograr que sean el patrón dominante, que sean los ejemplos que ilustren la historia de la Argentina del siglo XXI.
* Economista, Presidente AEDA.
** Economista, AEDA.
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