Sábado, 5 de septiembre de 2015 | Hoy
ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
Por David Cufré
Para pagar la deuda pública nacional, que es toda la deuda que reconoce el Estado, en pesos y en moneda extranjera, con todos los acreedores –bonistas, organismos internacionales, agencias públicas y el Banco Central–, ¿cuánto debía poner cada argentino en términos de salario mínimo en diciembre de 2003? La respuesta aparece en un paper oficial: 47,1 veces. Es decir, si todos los argentinos cobraran el salario mínimo, en aquel momento hubiera hecho falta que cada uno de ellos entregara 47,1 sueldos para pagar el total de la deuda pública. ¿Y cuánto debe ahora? A diciembre de 2014, 10,3 veces. La deuda pública per cápita, en veces del salario mínimo, cayó de 47,1 sueldos a 10,3; de casi cuatro años de salarios hipotecados a algo más de diez meses. Es una de las tantas maneras de graficar el extraordinario desendeudamiento del Estado nacional en estos años. Tal vez es la más demostrativa de cómo incidía la deuda pública sobre los bolsillos de los argentinos y cómo lo hace ahora. El peso que tenía esa deuda sobre el presupuesto era tal que asfixiaba las partidas para otros fines, como salud, educación, jubilaciones, infraestructura y salarios de los empleados públicos. El pago de intereses resultaba cada vez más agobiante. Aún es fresco el recuerdo de algunas medidas que tomó el gobierno de la Alianza en 2001 para intentar evitar el default, como los recortes en educación que propuso el fugaz ministro de Economía Ricardo López Murphy o la rebaja de jubilaciones y sueldos estatales que aplicaron Domingo Cavallo y Patricia Bullrich. Nada alcanzó. Cuando ese gobierno se fue, la deuda pública nacional representaba el 149,4 por ciento del PIB: 47,1 salarios mínimos de cada argentino en diciembre de 2003. Ahora es el 43 por ciento, 10,3 salarios mínimos. Si a eso se suma lo que reclaman los fondos buitre y el resto de los bonistas que no entraron a los canjes de 2005 y 2010, la deuda pública llegaría a unos 45 puntos del PIB.
El desahogo que produce la fabulosa caída en el nivel de deuda pública es una de las herencias más valiosas que entregan los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Aquellos que dicen que esta administración le deja al próximo presidente una bomba a punto de estallar ocultan deliberadamente esta cuestión. La bomba de la deuda, engendrada durante los años de neoliberalismo rancio, explotó en diciembre de 2001 y los argentinos padecieron sus consecuencias. En 1993, la deuda pública nacional representaba 29,4 puntos del PIB. Como se dijo, después del colapso de la convertibilidad llegó a 149,4 puntos. De 29,4 a 149,4 en ocho años. El hecho de que ahora sea de 43 puntos le da un margen muy significativo a quien asuma el 10 de diciembre para administrar la economía. Es un espacio construido en años de vacas gordas que le allanará el camino. La clave es no desaprovecharlo repitiendo la experiencia de los 90, cuando se sostuvo un modelo económico inconsistente a fuerza de endeudamiento. Eso enriqueció a capitales concentrados y a clases sociales acomodadas, y le dio beneficios transitorios a sectores de clase media que terminaron dándose la cabeza contra la cacerola. El margen ganado con el desendeudamiento es una oportunidad, en todo caso, para financiar la etapa de desarrollo productivo que resuelva algunos de los desafíos económicos actuales, como la restricción externa (insuficiencia de dólares). Tomar deuda para mejorar la infraestructura, el transporte, para promover la inversión, la ciencia y la tecnología es la única forma de garantizar su repago futuro, sin comprometer el bienestar de próximas generaciones.
El desendeudamiento de los últimos años es una política de Estado que se refleja en cuatro pasos:
n En primer lugar, disminuyeron las obligaciones en relación al tamaño de la economía. La deuda pública nacional era equivalente a 138 por ciento del PIB en diciembre de 2003 y bajó a 43 por ciento en diciembre de 2014. Una maniobra mediática habitual para distorsionar la realidad y generar confusión es presentar los datos en términos nominales. Eso no tiene sentido y no se lo hace en ningún país del mundo. Lo importante es medir la deuda en relación a distintos parámetros, como el tamaño del PIB, el volumen de reservas del Banco Central o las exportaciones. Como se indica al comienzo de este párrafo y como se verá más abajo, en todos los casos el descenso de la deuda de 2003 a la fecha es categórico. Si una familia debía 1000 pesos en 2001 y ahora debe 10.000, en términos nominales parece estar mucho peor, pero si sus ingresos eran de 2000 pesos en 2001 y ahora son de 50.000, la realidad es que está mucho más desahogada. La deuda representaba el 50 por ciento de sus ingresos en un caso y el 20 en otro. Aunque esto sea evidente, la repetición de artículos donde se comparan volúmenes nominales de deuda motiva la aclaración.
n En segundo lugar, bajó la deuda con acreedores privados. De aquellos 138 puntos de deuda sobre el PIB de diciembre de 2003, 105 puntos correspondían a compromisos con ese sector. En diciembre de 2014, sobre 43 puntos de deuda, las obligaciones con privados equivalían a 10,9 puntos del PIB. Esto es clave porque la deuda con privados es la que genera más riesgos de caer en default, la que puede ser más difícil de refinanciar. En la actualidad, el Estado le debe 10,2 puntos del PIB a agencias del sector público como la Anses, y otros 16,2 puntos del PIB al Banco Central. Es decir, el 61 por ciento de la deuda pública es con el propio Estado y el BCRA, mientras que los pasivos con privados representan solo el 26 por ciento del total. El 13 por ciento restante, 5,7 puntos del PIB, es deuda con organismos multilaterales y bilaterales. En diciembre de 2003, el 76 por ciento de la deuda era con privados.
n En tercer lugar, cayó la deuda en moneda extranjera. Como ya se explicó, en diciembre de 2003 la deuda pública nacional representaba 138 puntos del PIB, de los cuales 105 puntos eran con privados. De esta última cifra, 75,4 puntos del PIB eran pasivos en moneda extranjera y 29,5 puntos en moneda nacional. En diciembre de 2014, de 43 puntos del PIB de deuda pública total, 10,9 puntos eran con privados. Y de esto último, solo 8,9 puntos del PIB eran pasivos en moneda extranjera y 2,0 puntos en moneda nacional. Para que quede más claro, de 75,4 por ciento del PIB que se les debía a los privados en moneda extranjera en diciembre de 2003 se pasó a 8,9 por ciento en diciembre de 2014. Otra vez, es más sencillo pagar deuda en pesos que en dólares y éste es otro factor esencial del desendeudamiento.
n Por último, mejoró la madurez de la deuda. En 2003, la vida promedio de los pasivos que debía afrontar el Estado nacional era de 6,9 años. En 2014 se pasó a 8,1 años.
Otros indicadores sobre la evolución de la deuda muestran cómo ha caído su peso relativo. En 2001, la deuda pública era equivalente a 577,1 por ciento de las reservas internacionales del Banco Central. A marzo de 2015 esa relación bajó a 230,9 por ciento. El pago de intereses externos del sector público representaba en 2001 2,9 veces el total de exportaciones, mientras que en marzo pasado era solo 0,7 veces. Los servicios de la deuda, capital e intereses, en moneda extranjera significaron este año 1,4 punto del PIB. En 2016 será apenas el 0,4 por ciento. Para 2017 se proyecta otra vez 1,4 punto y para 2018, 0,3. La deuda no será problema para el próximo gobierno, un hecho inédito desde la recuperación democrática. Es un activo que se logró en base a políticas heterodoxas, repudiadas por el pensamiento neoliberal. Es una enseñanza para no olvidar.
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